Sincronías.
A veces me siento indiferente, siento no encajar con el devenir de la existencia, con la calma y pasividad que caracterizan mi temple, pero sólo así logro armonizar con la música de mis sentidos y la comprensión que va más allá de la existencia misma, es comprender la vida, su estar ahí, el ser lo que deseamos ser, sin limitaciones, ni nada que nos coarte, ser únicos e irrepetibles, permanecer en una sincronía de lo físico/espiritual/mental, escuchar el silencio de la noche, no arrepentirse de nada y vivir cada día como un nuevo comienzo, para así lograr nuestros objetivos.
Hay que estar y sentirse bien, alejar las frecuencias vibracionales negativas de nuestro habitat, purificar nuestras energías, pensar nuestras palabras y dubitar si es necesario nuestro próximo paso a seguir. En un mundo donde la demanda es de alta competitividad y que no puede dejar indiferente a nadie, escoger ser dueños de nuestro destino, encaminar nuestra voluntad personal es ser partícipes de un saber universal, de una completitud con nuestro entorno, con los latidos de nuestro corazón, con la significación de las emociones y los sueños diurnos, es ser para creer y para crear, quién pone su vida al servicio de la creación, será feliz sin cuestionárselo, dejará y hará mella en la tristeza, estará en armonía con la melodía universal, no es apatía, es intolerancia frente al caos del mundo, es resignación que bulle por mis venas, son venas abiertas que borbotean relámpagos de sangre por el vicio en que nuestra sociedad se ha sumido, ese vicio se llama capitalismo, inconformismo de permanecer en la impasividad de nuestros asientos, observando el mundo desde una torre de marfil.
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