El recuento de mi día, así debería empezar esta escritura. ¿Acostumbrarse al funcioamiento del mundo?, ¿comprender la psicología de las personas?.
Hoy me encuentro en mi campo, lugar propicio e idóneo para dar rienda suelta a la imaginación y la escritura. Me han dicho que si puedo escribir, debería ser capaz de recordar hasta donde he dejado una aguja, sin embargo, es precisamente la cantidad de ideas que me embargan las que hacen andar por cientos de lados. He andado por muchas partes e inclusive ya he perdido la cuenta y, por mucho que quiera retener en mi memoria los lugares en los que he permanecido en cada momento de mi vida, me es imposible. No hay alma humana, aunque quizás sí Funes el memorioso, que sea capaz de recordar con una precisión detectivesca, cuáles han sido los laberintos recorridos en su vida.
La noche, cuyo viento enarbolea fragante, está eclipsada por la presencia lumínica de la luna. Ni pensar e incomparable con la manera en que inició este día; en ese momento estaba en mi casa y no tenía pretensiones de viaje, pues no sé si es una manía mía, pero no me gusta poner mi propia vida en manos de otras personas, menos aun andar en lugares atestados de personas. Por ello tiendo a evitar los buses y fue hoy que, paradojalmente me tuve que subir a uno de ellos, donde pecar de buena voluntad te juega una mala pasada, pues la gente tiende a reaccionar mal, ya que cada cual busca su propio bienestar, creyendo que le harán pasar gato por liebre, siempre con la desconfianza antepuesta. Ello me llevó a pensar inevitablemente que no sabría qué hacer en este mundo si no tuviese a mi familia, a mis seres queridos, puesto que así como está el mundo, en ese caos social de la ciudad y su continúo ajetreo, me pregunto hasta qué punto vale la pena sacrificar y poner energías propias.
En fin, atardeció y ya es media noche, observo, miro a través de la ventana, escucho y memorizo historias. Y, por último , el juego, infaltable elemento vital, que se vió reflejado a través del dominó, que por la cantidad de veces perdidas, conllevó a que terminara empapado en la piscina, -es verano-, pensé, no importa quedar como gato mojado.
La vida es una sola y está llena de instantes, yo aún soy joven y tengo más que arriesgar que perder, la vida es para eso, para vivirla intensa y plenamente con quiénes comparten cada momento de nuestra existencia, hay veces en algunos nos acompañan sólo por momentos, otras ocasiones que nuestra estadía es más prolongada, pero las más de las veces todo se desvanece en la fugcidad de la memoria y en lo que somos capaces de retener, el tiempo y espacio, las marcas corporales de una existencia y de las vivencias que las van delineando.
Otra historia no menor este día, fue la pérdida de una bombilla de mate, que no apareció, pese a ser buscada por los recovecos más inusitados de la casa, entre sueños, despavilamientos, búsquedas y escudriñamientos, simplemente no apareció, así como las cosas van, otras se las lleva el viento, nuestro propio destino que a veces pareciera estar escrito, también resulta extraño en su devenir, la fuerza de las palabras es lo que las define, en estos momentos la luz está tintineando, quizás se deba al viento, tormento y vacinador, que siempre me hace pensar en un mañana que llega y se va, en el tiempo que no observo, ya que no dejaré que mi vida esté cronometrada en cada detalle, al menos si se puede evitar, simplemente hay que vivir y lo que nos suceda en esta vida, ya lo dirá el destino.
Quillón, campo, 4/01/2014,
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