Hombre de edad avanzada, sus manos denotaban un esfuerzo de años en el que su oficio de toda una vida lustrando zapatos, dejaba entrever la sabiduría adquirida más por el tiempo de vivir que el sentido práctico que nos dán las experiencias. Esa tarde me encontraba en el ajetreo del terminal de buses de Santiago junto a un amigo que no veía desde hacía meses, con quién compartíamos la afición de deslumbrarnos por lo cotidiano y sencillo de la vida. Aquel hombre de manos curtidas por el peso del trabajo, llegó de improviso. Sin mediar palabra indicó con su dedo índice y una mirada inquisitiva, a la que añadió un firme y dubitativo ¿Puedo? Hace meses no lustraba mis zapatos; para ser preciso desde mi última estadía en Perú, donde era habitual en cada cuadra y jirón, inclusive aun en las provincias ver a hombres dispuestos al antiguo y pulcro oficio de lustrar. Recordaba que en Chillán, al sur de Chile, pero con mayor notoriedad en Copiapó, al norte, en Atacama, todavía en la
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.