Él era una sombra fugaz que atravesaba la noche.
Un camino para la humanidad perdida en su ignorancia.
El último rescoldo de fe ante la muerte.
Una luciérnaga desamparada bajo la luz de la luna.
Un abejorro perdido en la colmena.
Una sinfonía que jamás fue escuchada.
Una lluvia inmovil sobre un tren en movimiento.
Como melocotón azul marino, arreciaba su fuerza de mar en profundidad.
Viajando cual sauces y gardenias entre la libertad de un pensamiento agazapado bajo la memoria de la luna.
Es la hora de la muerte un acordeón roto en la sinfonía de la vida.
Un misterio insondable en la agonía del pensamiento.
La fugaz estrella de un firmamento arrasado por la memoria del universo.
Él era suspiro acuoso de tormenta sobre un mar en calma.
Dulce caramelo de naranja.
Un bosque ancestral de árboles primigenios.
El mar encallado en la rocosa orilla de una playa.
Era la tristeza vedada.
Él era angustia; sentimiento de quién no vive en libertad.
Cusco, Perú en el taller de Tania Castro.
31 enero 2020.
José Patricio Chamorro.
Un camino para la humanidad perdida en su ignorancia.
El último rescoldo de fe ante la muerte.
Una luciérnaga desamparada bajo la luz de la luna.
Un abejorro perdido en la colmena.
Una sinfonía que jamás fue escuchada.
Una lluvia inmovil sobre un tren en movimiento.
Como melocotón azul marino, arreciaba su fuerza de mar en profundidad.
Viajando cual sauces y gardenias entre la libertad de un pensamiento agazapado bajo la memoria de la luna.
Es la hora de la muerte un acordeón roto en la sinfonía de la vida.
Un misterio insondable en la agonía del pensamiento.
La fugaz estrella de un firmamento arrasado por la memoria del universo.
Él era suspiro acuoso de tormenta sobre un mar en calma.
Dulce caramelo de naranja.
Un bosque ancestral de árboles primigenios.
El mar encallado en la rocosa orilla de una playa.
Era la tristeza vedada.
Él era angustia; sentimiento de quién no vive en libertad.
Cusco, Perú en el taller de Tania Castro.
31 enero 2020.
José Patricio Chamorro.
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