Resignificación de la “Muñeca menor” de Rosario Ferré y La artefacta de Nicola Costantino, hacia una perspectiva posthumanista.
2) Corpus: a) Cuento "La muñeca menor".
Ferré, Rosario. Papeles de Pandora, 1976.
b) Obra visual/ instalación: La Artefacta: “Tráiler”,
Costantino, Nicola.
3) Hipótesis: “La muñeca menor”
de Rosario Ferré y La artefacta de Nicola Costantino, constituyen una
transgresión a los presupuestos humanistas, desplazando al ser humano como centro
de la narración/representación, que encarna dichos valores hacia una
perspectiva posthumanista de la materialidad de las muñecas.
4) Marco teórico:
Humanismo: “Lógica binaria. El
sujeto equivale a la conciencia, a la racionalidad universal y al
comportamiento ético autodisciplinante, mientras que la alteridad es definida
como su contraparte negativa y especular. Diferencia como inferioridad … Este
modelo fija los estándares no sólo de los individuos, sino también de sus
culturas” (Braidotti).
Posthumanismo: “El posthumanismo es la
condición histórica que marca el fin de la posición entre humanismo y
antihumanismo, y que designa un contexto discursivo diferente, mirando de modo
más propositivo a nuevas alternativas … ésta se empeña, en cambio, en elaborar
modos alternativos para la conceptualización de la subjetividad posthumana”
(Braidotti 51).
5) Discusión bibliográfica:
En el
cuento “La muñeca menor” de Rosario Ferré nos encontramos en presencia de una
mujer; la “tía”, quien producto de una chágara que se adhirió a ella por veinte
años, de la cual nunca fue curada y que la mantuvo con escasa movilidad, así
como vitalidad, desarrolló como pasatiempo para sus 9 sobrinas de diversas
edades, regalarles para cada uno de sus cumpleaños hasta que cumplieran la de
edad para casarse y se fueran de la casa, una muñeca idéntica a ellas en
proporción y apariencia. Es en este contexto, donde la última de las sobrinas, que
aún vivía con ella comienza a recibir las galanterías de un joven médico, hijo
del médico que atendía a la tía y que, por consiguiente, no solo será el nuevo
encargado de prestar servicio a la salud de ella, sino que también terminará
por enamorar a la joven sobrina. En este sentido, resulta interesante analizar
la figura del joven médico, quien encarna en sí la lógica humanista, ya que
ejerce una profesión liberal donde prima la lógica de lo racional, así como los
valores de lo moralmente deseable y perfectible como lo constituye el ascenso
social que busca con el matrimonio con la muchacha.
Consecuentemente
se enamoran, se casan y como era costumbre la tía regaló la última versión de
la muñeca a la joven, casi indistinguible de ella misma. No obstante, con el
pasar del tiempo y en la convivencia diaria la joven se verá restringida y
apremiada por la casa en la cual más bien tendrá un lugar decorativo, donde el
joven esposo la exhibe en su balcón como triunfo de haberse casado en sociedad.
De este modo, la joven mujer va perdiendo su propia identidad hasta cosificarse
y convertirse en un mero objeto contemplativo. No obstante, el relato de Ferré nos
muestra y nos deja a libre interpretación hacia el final que, una vez que el
esposo vende los ojos de la muñeca y obtiene profusas ganancias, esta queda con
los ojos opacos: “Un día él le sacó los ojos a la muñeca con la punta del
bisturí y los empeñó por un lujoso reloj de cebolla con una larga leontina.
Desde entonces la muñeca siguió sentada sobre la cola del piano, pero con los
ojos bajos” (Ferré 4). Esta cita cobra relevancia, dado que el juego
interpretativo en el que nos sumerge la autora, posibilitará generar el
intercambio de la muñeca con la joven esposa (muñeca menor) y viceversa,
produciendo en el lector una indistinción entre la muñeca y la muchacha, por
tanto, replantearse los límites entre lo humano y lo no humano.
Por otra parte, en la casa de la tía primaba una
cultura de respeto, donde las muñecas se habían ganado su lugar y ya no eran
meros objetos decorativos o adornos, sino que inclusive se las vuelve objeto de
veneración, que se trastoca por el esposo de la muñera menor, quien rompe con la
visión inculcada en el hogar de la muchacha:
Al principio eran sólo muñecas
comunes, con carne de guata de higüera y ojos de botones perdidos. Pero con el
pasar del tiempo fue refinando su arte hasta ganarse el respeto y la reverencia
de toda la familia. El nacimiento de una muñeca era siempre motivo de regocijo
sagrado, lo cual explicaba el que jamás se les hubiese ocurrido vender una de
ellas, ni siquiera cuando las niñas eran ya grandes y la familia comenzaba a
pasar necesidad (Ferré 2).
A su vez la historia estará marcada también por
múltiples elementos simbólicos como soñar con la sobrina a quien debía tomar
las medidas para confeccionar la muñeca correspondiente o, asimismo la
materialidad de las muñecas cobrará igualmente especial significado, no solo
por su apariencia vívida, sino que porque en ocasiones incluía dientes de leche
o alguna otra extensión material de las niñas:
La tía llamaba a su habitación a la
niña con la que había soñado esa noche y le tomaba las medidas. Luego le hacía
una mascarilla de cera que cubría de yeso por ambos lados como una cara viva
dentro de dos caras muertas; luego hacía salir un hilillo rubio interminable
por un hoyito en la barbilla. La porcelana de las manos era siempre
translúcida; tenía un ligero tinte marfileño que contrastaba con la blancura
granulada de las caras de biscuit. Para hacer el cuerpo, la tía enviaba al
jardín por veinte higüeras relucientes. Las cogía con una mano y con un
movimiento experto de la cuchilla las iba rebanando una a una en cráneos
relucientes de cuero verde (Ferré 2).
También se aprecia una creencia por parte de la tía de
que los ojos “artificiales/ falsos”, solo servían cuando tras ser sumergidos en
el agua, captaban y aprendían del movimiento de las chágaras, lo que les otorga
ya no solo un estatuto de meros objetos materiales, sino que se convierten en
objetos con agencia, capaces de influir y responder, (al menos dentro de la
superstición de la tía), a los estímulos del entorno como salvaguardas de las
niñas-muñecas:
Lo único que la tía transigía en
utilizar en la creación de las muñecas sin que estuviese hecho por ella, eran
las bolas de los ojos. Se los enviaban por correo desde Europa en todos los
colores, pero la tía los consideraba inservibles hasta no haberlos dejado
sumergidos durante un número de días en el fondo de la quebrada para que
aprendiesen a reconocer el más leve movimiento de las antenas de las chágaras.
Sólo entonces los lavaba con agua de amoniaco y los guardaba, relucientes como
gemas, colocados sobre camas de algodón, en el fondo de una lata de galletas
holandesas (Ferré 3)
No solo en el detalle de los elementos que elegía para
confeccionar las muñecas, sino que también en el trato que la tía les dirigía,
generaba la impresión de una cierta vitalidad en las muñecas, diluyendo los
límites de lo real/imaginario, respecto al carácter de los objetos:
Sin embargo, la tía no entraba en la
habitación por ninguno de estos placeres, sino que echaba el pestillo a la
puerta e iba levantando amorosamente cada una de las muñecas canturreándoles
mientras las mecía: Así eras cuando tenías un año, así cuando tenías dos, así
cuando tenías tres, reviviendo la vida de cada una de ellas por la dimensión
del hueco que le dejaban entre los brazos (Ferré 2).
Pero, en cambio la materialidad de las muñecas de
boda, tenía una ligera variación no menor en relación a las muñecas precedentes,
lo que también adquiere un nuevo sentido hacia el final del relato, donde la
consistencia de la que estaban hechas materialmente adquiría un nuevo
significado para el tránsito de las niñas al camino a convertirse en mujeres; transición
a la que la tía llamaba “Pascua de resurrección”: “Las manos y la cara de estas
muñecas, sin embargo, se notaban menos transparentes, tenían la consistencia de
la leche cortada. Esta diferencia encubría otra más sutil: la muñeca de boda no
estaba jamás rellena de guata, sino de miel” (Ferré 3).
Nuevamente adquiere notable presencia lo difuso de los
límites entre lo animado/inanimado y, particularmente lo humano y lo no-humano
dado el vínculo que se generaba entre las muñecas y las niñas, no solo por
estar hechas a su imagen y semejanza, sino porque y, sobre todo con su última
versión, habían sido confeccionadas con sus dientes de leche:
El día de la boda la menor se
sorprendió al coger la muñeca por la cintura y encontrarla tibia, pero lo
olvidó en seguida, asombrada ante su excelencia artística. Las manos y la cara
estaban confeccionadas con delicadísima porcelana de Mikado. Reconoció en la
sonrisa entreabierta y un poco triste la colección completa de sus dientes de
leche. Había, además, otro detalle particular: la tía había incrustado en el
fondo de las pupilas de los ojos sus dormilonas de brillantes (Ferré 4).
Pero para la muñeca menor la vida tras su boda no fue
color de rosas y dulce de miel. Para ella su nuevo porvenir, se convirtió en
una vida no deseada, asfixiante y decorativa. En esta línea argumental, se
genera un espacio a la interpretación literaria hacia el final del cuento, a
partir del siguiente pasaje donde, a semejanza de lo hecho con los ojos de la
muñeca, el médico tuvo la intención de vender la cara y las manos de porcelana
a un grupo de mujeres piadosas. Sin embargo, sorpresivamente la muñeca ya no se
encontraba en casa, en palabras de su mujer: “A los pocos meses el joven médico
notó la ausencia de la muñeca y le preguntó a la menor qué había hecho con ella
… La menor le contestó que las hormigas habían descubierto por fin que la
muñeca estaba rellena de miel y en una sola noche se la habían devorado” (Ferré
4). Por otra parte, acá la referencia a la “Pascua de resurrección”, adquiere
una nueva significación, puesto que se convierte en la instancia de liberación
de las niñas-mujeres ante esposos/maridos que las coartaban y que inclusive, no
lograban distinguir entre sus mujeres (nótese el sentido de pertenencia) y las
muñecas decorativas que las acompañaban desde el día de sus bodas y que se
condice con el final abierto a la interpretación literaria.
En el texto se señalan con inexactitud cuántos años
transcurrieron, pero sí señala que con el paso de los años el médico tuvo éxito
y se enriqueció con su clientela del cañaveral, pese a ello su mujer seguía
relegada a un segundo plano, invariable desde el comienzo de su matrimonio en
tanto mujer-objeto:
La menor seguía sentada en el balcón,
inmóvil dentro de sus gasas y encajes, siempre con los ojos bajos. Cuando los
pacientes de su marido, colgados de collares, plumachos y bastones, se
acomodaban cerca de ella removiendo los rollos de sus carnes satisfechas con un
alboroto de monedas, percibían a su alrededor un perfume particular que les
hacía recordar involuntariamente la lenta supuración de una guanábana. Entonces
les entraban a todos unas ganas irresistibles de restregarse las manos como si
fueran patas (Ferré 5).
Desde mi interpretación, la mujer, tras comprobar que
su marido nunca cambiaría su actuar, tomó la decisión de intercambiar la muñeca
de porcelana, que en apariencia había sido extraviada y devorada por las
hormigas por el lugar que ella acostumbraba a tomar en la casa en el balcón.
Efectivamente, hacia el final el hombre no se había percatado del intercambio
que la mujer hizo de ella por la muñeca, tras esta mentira piadosa que ella
había desplegado con anterioridad, produciéndose así una indistinción entre una
y otra.
Una sola cosa perturbaba la felicidad
del médico. Notaba que mientras él se iba poniendo viejo, la muñeca menor
guardaba la misma piel aporcelanada y dura que tenía cuando la iba a visitar a
la casa del cañaveral. Una noche decidió entrar en su habitación para
observarla durmiendo. Notó que su pecho no se movía. Colocó delicadamente el
estetoscopio sobre su corazón y oyó un lejano rumor de agua. Entonces la muñeca
levantó los párpados y por las cuencas vacías de los ojos comenzaron a salir
las antenas furibundas de las chágaras (Ferré 5).
Por
otra parte, en referencia a la propuesta audiovisual como elemento clave del
corpus a analizar en el presente trabajo; se puede establecer una relación/filiación
entre La artefacta de Nicola Costantino y su construcción artificiosa a
imagen y semejanza de la Nicola real, construida con un proceso similar al
molde de yeso con el cual la tía confeccionaba el rostro de las muñecas en “La
muñeca menor”, lo que generará en ambos casos una creación artística casi idéntica
a la original, emergiendo así la idea del/a doble:
En primer lugar, la mujer realiza las
figuras tomándole las medidas a la sobrina escogida, además, la cara de la
muñeca la realizaba haciendo una mascarilla de cera en la cual plasmaba la faz
de la muchacha. Vemos entonces cómo la tía va atrapando la imagen de sus
sobrinas, pues son réplicas exactas, no son simples imitaciones. Lo que
finalmente sucede es que crea varios dobles de estas niñas que van llenando una
habitación de la casa, puesto que no se deshacen de ellas a medida que pasa el
tiempo (Valencia 16).
En la trama que se configura tras la intervención de
Nicola, nos presenta a la muñeca como la otra, lo deseable y lo ominoso, pues
la Nicola real está embarazada y anhela vivir este proceso ya no desde su
propia soledad, sino que la muñeca va adquiriendo vitalidad en tanto suple los
momentos de soledad y vacío de la mujer, acompañándola y viviendo junto a ella
el proceso de la maternidad.
Similar
situación se aprecia en el cuento “La muñeca menor”, al respecto en relación a
la idea del doble y lo ominoso: “ya que vemos cómo la tía va generando
constantes dobles de las niñas, hace imitaciones de todas las edades, por lo
tanto, aunque las niñas fuesen creciendo y cambiando su cuerpo, siempre habría
una imagen de ellas” (Valencia 15).
Cabe señalar que la indistinción entre las muñecas y
las niñas reales fue una constante a lo largo del cuento de Ferré: “Cuando la
tía está con las muñecas es como si estuviera con las niñas, juega con ellas y
para la mujer parece no haber diferencia entre las muñecas y sus referentes
reales” (Valencia 16); asimismo también se aprecia una situación similar en La
artefacta de Nicola Costantino, pues también la muñeca creada está tan
presente en la vida de la protagonista que se vuelven indispensables la una con
la otra como dos cuerpos indisociables, donde la ausencia de uno dejaría un
vacío existencial en la vida del otro, pues para la Nicola real dentro de la
trama audiovisual, la muñeca o artefacta la ayuda a vivenciar el proceso de una
maternidad culposa, rodeada de un aura de soledad.
En la misma línea, la necesidad de apego sin duda
alguna marca una tónica común a ambos relatos, puesto que para la tía las
muñecas son una forma de extender la vitalidad de las niñas, prolongar su
existencia en la casa y en su propia vida. Del mismo modo La artefacta
para Nicola, representa una figura que genera un apego emocional, una necesidad
de compartir una experiencia vital común, que, sin embargo, termina siendo
contraproducente y ya no pueden coexistir ambas en el mismo espacio vital, por
ello la destrucción, que se transforma a su vez en una automutilación o
autodestrucción simbólica, era la única vía posible ante el peso de la doble,
reflejo de su propia identidad.
Retomando la idea de la identidad, para el cuento “La
muñeca menor”, esta también será un tema clave, pues ambas (muñeca y mujer) van
cada vez viviendo una vida más en semejanza, de abandono, exhibición, envueltas
en un hálito de tristeza: “Ambas, niña y muñeca, pierden la mirada, pero
además, la niña pierde su identidad la que es arrebatada por su marido y pierde
también la posibilidad de ver las cosas por sí misma” (Valencia 17).
En conclusión y a modo de síntesis, el cuento “La
muñeca menor” de Rosario Ferré y La artefacta de Nicola Costantino,
constituyen un corpus que transgrede los límites entre lo humano y las cosas
(objetos), otorgándoles una agencialidad y vitalidad propia como si estuviesen
vivas, capaces de repercutir en su entorno, influenciando en el comportamiento
de las personas con quienes conviven. En el caso de “La muñeca menor”, es la
tía, niñas/mujeres, quienes deben adaptarse a una convivencia con ellas, que
marca diversos hitos en su crecimiento y desarrollo, así como con sus esposos,
ejemplificados a través del joven médico; convivirán con ellas hasta tal punto
de no lograr diferenciarlas de las niñas/mujeres reales. Finalmente, en
relación a La artefacta de Nicola Costantino, esta también constituye
una trasgresión a los límites entre realidad y ficción, relación objeto/
humano.
6) Lista de trabajos citados
(Bibliografía):
Braidotti, Rossi. Lo posthumano. Barcelona: Guedisa,
2015.
Constantino, Nicola. La artefacta, guion de
Nicola Costantino y Natalie Cristiani, INCCA, Buenos Aires, Argentina, 2015, Nicola Costantino: La
artefacta (2015) - FilmAffinity.
Ferré, Rosario. “La muñeca menor”. Papeles de Pandora,
1976.
Valencia, Claudia. Sitio a Eros y Papeles de Pandora de Rosario Ferré: Análisis a la producción discursiva femenina. Universidad de Chile, 2007.
Comentarios
Publicar un comentario