El presente trabajo analizará la novela Poste
restante de la autora chilena Cynthia Rimsky, enmarcada dentro de la
corriente literaria de la Postdictadura. Este contexto no es menor, pues la
autora traza su escritura desde la experiencia autobiográfica como chilena de
origen judío, vivenciando en primera instancia el proceso de la dictadura
militar y, posteriormente el de la transición a la democracia. Como se mencionó,
el marcado rasgo autobiográfico será central en el desarrollo de la trama,
donde las experiencias de viaje y el encuentro con los objetos, surtirán un
despliegue de desencuentros potenciales con su identidad: “El lector no sabe,
ni necesita saberlo, dónde termina la realidad personal de la escritora y
empieza la ficción. Autora, narradora y narrada se sobreponen, dando mucha
variedad a la trama y al punto de vista, en un constante juego entre primera y
tercera persona” (Rimsky 14).
Uno de los rasgos particulares de esta novela es su
carácter experimental, en tanto incorpora otros registros no solo escritos,
sino que también visuales, a través de imágenes que dialogan y complementan la
trama, formando un nudo significativo que permite una progresión temática de la
historia sin interrumpirla, trasponiendo los límites de lo que vendría a ser el
género discursivo de los diarios de viaje o diarios íntimos (de vida), puesto
que continuamente se entrecruzan las fronteras genéricas, dificultando su
encapsulamiento en un solo género literario-discursivo, proveyéndonos de
múltiples códigos semióticos.
Es este aspecto crucial para la hipótesis que se desea
desarrollar: Los códigos escritos y visuales en diálogo permanente propician un
proceso de descubrimiento y viaje, no solo exterior en tanto desplazamiento
físico, sino que amplía la visión del viaje hacia una búsqueda interior situada
entre los límites de la sujeto-errante, en tanto vagabunda, que se desplaza en
búsqueda de las raíces de su propia identidad como
autora-protagonista-narradora y desde el privilegio de la turista; la viajera:
“Cada vez que la viajera se aventura a un nuevo lugar, siente un cosquilleo
interno” (Rimsky 34).
A saber, como objetivo general del ensayo se propone
analizar e interpretar, a través de marcas textuales y respaldo teórico-crítico
el camino autobiográfico trazado por la autora como vía de autodescubrimiento
de sus raíces culturales y proceso identitario. En línea con lo anterior el
libro conforma una miscelánea de experiencias simbólicas y representativas que
serán el hilo conductor para la elaboración de las interpretaciones propuestas:
“Las imágenes de las páginas con los apuntes que la protagonista toma durante
el viaje, las fotos de los sobres de algunas cartas enviadas desde Chile, las
imágenes de los mapas de las diferentes ciudades, y … la foto del álbum que da
origen a toda la historia, así como algunas fotografías aun más personales
tomadas durante el viaje” (Rimsky 15).
Es preciso establecer conceptualmente en primera
instancia para perfilar a la protagonista de la historia dos conceptos
relevantes formulados por Baumann, es decir, el de turistas y vagabundos, dado
que nuestra protagonista estará en errancia permanente siempre buscando, siendo
y eligiendo nuevas posibilidades, desechando otras, pero se sabe errante, que
no pertenece realmente ni a uno, ni otro territorio, que solo se basta a ella
para construirse a sí misma:
Los turistas se desplazan o
permanecen en un lugar según sus deseos. Abandonan un lugar cuando nuevas
oportunidades desconocidas los llaman desde otra parte. Los vagabundos saben
que no se quedarán mucho tiempo en un lugar por más que lo deseen, ya que no
son bienvenidos en ninguna parte. Los turistas se desplazan porque el mundo a su
alcance (global) es irresistiblemente atractivo; los vagabundos lo hacen porque
el mundo a su alcance (local) es insoportablemente inhóspito. Los turistas
viajan porque quieren; los vagabundos, porque no tienen otra elección
soportable. (Baumann 122).
Algunas de las interrogantes que resultarán claves
para establecer líneas de lectura guardan relación el malestar que le provocaba
su vida en Santiago, como las experiencias vividas y en ausencia en otros
lugares, así como la continua evocación de qué es y no es Chile, que se
transforma en otra forma de vivir una experiencia que atraviesa sus propios
territorios y desplazamientos: “Este viaje, pues, le da a la protagonista la
posibilidad de conocer la vida otra, la vida que no vivió, y que le
hubiera tocado si sus antepasados se hubiesen quedado en Europa del Este. La
búsqueda de sus orígenes le hace emprender una búsqueda dentro de sí misma: la
mujer se redescubre” (Rimsky 16).
La protagonista inicia un viaje físico, cuya suma de
las partes termina siendo más que la totalidad de la experiencia, recorre Tel
Aviv, Israel, Jerusalén y tantas otras ciudades que la ligan con su pasado
histórico, con su línea genealógica, étnica e identitaria, más allá de la
búsqueda de sus raíces culturales, que no son más que la excusa o justificación
perfecta para desplegarse y desplazarse para encontrar su propia identidad. En
concordancia con lo anterior, Zygmunt Baumann nos plantea una idea
esclarecedora con respecto al relato de Rimsky:
Ya no existen “fronteras naturales”
ni lugares evidentes que uno deba ocupar. Donde quiera que nos encontremos en
un momento dado, no es posible ignorar que podríamos estar en otra parte, de
manera que hay cada vez menos razones para hallarnos en un lugar particular (y
de ahí que a veces sentimos un ansia abrumadora de encontrar -de inventar- esa
razón) (Baumann 103 - 104).
Como se ha aludido, la narración emerge desde la
experiencia del viaje, los itinerarios y recorridos de la protagonista que
desde un principio, evoca su experiencia en un mercado persa de Arrieta en
Santiago un domingo de octubre de 1998, donde encontrará un álbum de
fotografías, lo que da paso a reflexiones sobre la historia íntima, familiar y
social de Chile, sin embargo, su voz a su vez se reconoce como la de una
migrante que observa, pero que no logra identificarse del todo con aquellos
objetos: “Para los emigrantes la historia es una línea trunca y el recorrido
por dicho mercado tiene más relación con la imaginación que con la memoria” (Rimsky
13).
Tras este encuentro, ella estaba completamente
decidida a emprender un viaje, sin saber aún qué esperar, no obstante, se
inclinaba más bien hacia desentrañar el origen y lugares donde habían sido
tomado aquellas imágenes, pero como se verá, la realidad superará las
expectativas: “Al momento de encontrar el álbum de fotografías en el mercado persa
había planificado un viaje a Ucrania. Como su interés no era encontrar
parientes o el nombre en una tumba, decidió que buscar el origen de las
fotografías podía ser un destino tan real como el otro” (Rimsky 14).
Otro aspecto que resulta de interés es el cambio de
persona gramatical que nos vamos encontrando en el registro escrito-testimonial
del relato, pues nos desplazamos continuamente entre una voz narrativa en
tercera persona hacia una en primera persona, por ejemplo, en el capítulo
“Álbum de familia”, nos encontramos con frases como: “Su apellido es Rimsky. La
diferencia en la última letra bastaría para colegir que no se trata de la misma
familia, sin embargo, al dar vuelta la página y ver la primera fotografía
experimentó la emoción del viajero cuando escoge un camino que lo llevará a un
lugar desconocido” (Rimsky 13), que dado que se encuentra en tercera persona
gramatical y conoce el detalle de los sentimientos de la protagonista, nos
lleva a pensar en una narración de carácter omnisciente, pero aun así pese a lo
impersonal de la voz y la objetividad que manifiesta, es indudable que ya
refiere a ella misma, la voz autorial del relato que con aquel distanciamiento
logra reconocerse desde otra perspectiva a sí misma.
No obstante, en los capítulos siguientes accedemos a
una voz narrativa en primera persona, adquiriendo un matiz más intimista, cuya
voz protagónica emerge para entrar en diálogo interno consigo misma, por
ejemplo, en: “Jueves 11 de febrero, mar mediterráneo. En tanto las
nuevas lenguas registran mis pasos, la voz que me acompaña desde la infancia se
repliega a un lugar tan íntimo que en ocasiones se me hace necesario buscar las
palabras olvidadas” (Rimsky 57).
También resultan llamativas para el análisis las frases
poéticas a modo de versos que se van encontrando a lo largo de la lectura, que
igualmente dialogan con el desarrollo de la trama y con las imágenes, creando
un relato eminentemente visual, a través de la construcción lingüística en
sincronía con el soporte textual a modo de tejido que constituye junto a las
imágenes: “Una niña en traje de baño sentada en una roca/ sustrae la atención
que concita la caída de agua/ en segundo plano” (Rimsky 13), o más adelante en
la narración cuando la turista-viajera se encuentra contemplando el amanecer en
la cumbre del monte Sión a más de dos mil metros de altura, donde Dios entregó
la Ley a Moisés: “Una joven en lo alto de la colina/ contempla las nieves
eternas a su alrededor” (Rimsky 55).
Asimismo, las fotografías complementan y objetivizan
la narración, permitiéndonos ya no tan solo imaginar, sino que visualizar los
objetos que dan vida y significación al relato, por ejemplo, el álbum de
fotografías encontrado en el persa de la calle Arrieta (página 15) o el
pasaporte que le permitirá transitar por otros territorios y fronteras, que así
como su dirección, representan su individualidad, identidad e historia personal
de vida, pese a que para otros como un agente de aduana es solo un mero
documento (página 18); “Martes 22 de diciembre de 1998, Aeropuerto Heathrow,
Londres. El funcionario de Migración que revisa mi pasaporte no da importancia
al domicilio. La palabra Bilbao no significa para él la pequeña casa al fondo
del pasaje, la ventana de la cocina donde armo el relato de mis vecinos” (Rimsky
19).
A propósito de la presencia constante del pasaporte es
interesante la perspectiva que asume Baumann como objeto de privilegio que
permite al viajero cruzar fronteras físicas, pero que a su vez priva a otros,
los excluye como non gratos dentro del actual contexto globalizado,
inmigrantes no deseados, ya sea por razones sociales, culturales, política o
económicas:
Por todo el globo proliferan las
visas de ingreso; no así el control de pasaportes. Este último es necesario
acaso más que nunca … La combinación actual de la anulación de visas de ingreso
y el refuerzo de los controles de inmigración tiene un profundo significado
simbólico; podría considerarse la metáfora de una nueva estratificación
emergente. Pone al desnudo el hecho de que el "acceso a la movilidad
global" se ha convertido en el más elevado de todos los factores de
estratificación. También revela la dimensión global del privilegio y la
privación, por locales que fuesen. Algunos gozamos de la libertad de movimiento
sans papiers (Baumann 115).
Sin duda las imágenes, así como las frases poéticas
señaladas constituyen puentes para nuevas significaciones de la lectura que
abren una polisemia, así como la presencia de intertextualidades como las
referencias literarias a Baudelaire y otros autores, enriquecen nuestra
recepción de la novela: “La estaciones evocan a la joven inteligente en la
fiesta de la señora Dalloway, la americana de Henry James, la borracha de Jean
Rhys. Cuando me encuentre en ellas, evocará la vida que no llevo en las
estaciones Salvador, Los Héroes, Cal y Canto…” (Rimsky 20), e incluso más allá
de ellas, están entroncadas de tal manera, que nos permiten reflexionar en las
profundidades de la psicología de la protagonista, sus incertidumbres, su
sentir frente a su vida trashumante y errancias.
En línea con lo anterior, incluso aquellas
referencias, la narradora las dispone de tal modo con la exactitud de los
lugares en que fue adquirido, por ejemplo, el libro, que podemos acceder o, al
menos imaginar una historia tras él que desconocemos, pero que lo individualiza
de otros objetos de similares características, otorgándoles cierta agencia,
pues los objetos tendrían una historia propia más allá de nosotros mismos:
“Nada se conoce, sólo se ahonda en el propio abismo… (Las flores del mal
de Baudelaire comprado en la feria de Achupallas)” (Rimsky 19). Aun más allá,
otorgándoles un cierto vitalismo y caducidad como es la fecha de expiración de
su pasaporte, donde, al menos dejarían de cumplir con su “vida útil”:
“Pasaporte otorgado el 30 de octubre de 1998 y que expiró el 30 de octubre del
2003” (Rimsky 18).
La autora-narradora en su voz impersonal de tercera
persona que todo lo ve y observa, registra continuamente sus experiencias de
viaje en un cuaderno de apuntes azul, en ellos deposita pinceladas de vidas
errantes, migrantes, desamor, frustración y esperanza que fluyen en su caudal
escritural, siempre registrando con objetividad, pero las más de las veces
reflexionando sin intromisión sobre la vida de aquellas personas. Sin ir más
lejos, en la página 37, apreciamos a modo de experiencia metatextual, el original
donde trazó sus primeros borradores y es precisamente en Tel Aviv donde sus
raíces se encuentran en las experiencias que le gustaría haber vivido como los
escritores a los que acude y lee, pero que dado su precariedad económica actual
solo puede permitirse un cuarto sin ventanas y verse obligada a recorrer las
calles y escribir en tránsito “Bowles,
Potocki, Maupassant, Gide, viajaron para abrir ventanas y descubrir mundos no
sólo geográficos sino imaginarios” (Rimsky 38).
Pero Cynthia también se reconoce y desencuentra en la
vida de otros, que así como ella son sujetos-migrantes a los que cataloga como
viajeros del tiempo, porque se trasladan de lugar físico buscando el sol con
sus propias incertezas y trotes mundanos: “Cuando se acerque la primavera
volverán a sus países; como no siempre encuentran empleo en su ciudad natal,
deberán trasladarse a lugares tan desconocidos como Tel Aviv … a veces sienten
que caen en la rutina” (Rimsky 38).
Hacia la página 49 del libro nos encontramos con una
imagen de una carta enviada a la autora-narradora, que da cuenta simbólica y
alusivamente al nombre de la novela homónima, puesto que la carta será devuelta
a su remitente chileno y aparentemente sin haber sido leída por ella, pues
retorna como no reclamada: “Carta enviada por Rita Ferrer a la lista de Poste
restante del correo de Tel Aviv, devuelta al remitente en Chile” (Rimsky 49).
Sin embargo, en las páginas siguientes se aprecia la carta abierta y leída en
su totalidad, a partir de lo cual se podría especular que en esta búsqueda de
su identidad hay una negación ante el deseo de no ser juzgada, criticada como
si buscase huir o escapar de la realidad de Chile, persistiendo en su travesía
de no retorno:
Querida amiga: ¿Acaso no sabes ya que
ser judío es ser en el exilio, aunque sea en su propia tierra? ¿Cuál es el
centro que añoras si Dios en el mundo salió de la escena y sólo está de
espectador? … Extrañamente me pareció que el 'viaje'
sólo es una excusa para concentrarte a la manera de los futbolistas y
limpiarte de esta atmósfera miserable que parece invadir la vida cotidiana en
Chile (Rimsky 50).
Otra de las cartas que recibirá más adelante, en esta
ocasión enviada por su amiga A.M. Risco, da cuenta de su metamorfosis que surge
desde la experiencia del viaje exterior-físico, pero que trasunta y rebalsa
hacia una transformación interior, que la tiene obnubilada en un ilusorio
estado de amnesia sobre Chile, su realidad, su pasado dejado atrás, aunque todo
por un bien mayor; encontrarse en esas líneas de fuga: “Los trayectos, las
distancias, a veces despejan las cosas. Veo que, para ti por lo menos, funciona
y el mundo judío de primera fuente te habla claramente… Me encanta saber que
casi no existimos en las montañas del Golán, sino sólo como una confusa hebra
de recuerdos en tu cabecita” (Rimsky 60).
La protagonista, a través del viaje se pierde en los
parajes, ciudades, personas, historias y territorios para olvidarse de sí y
finalmente, encontrarse a sí misma con nuevos propósitos, rumbos y objetivos
inusitados: “Ha dejado de preocuparle la seguridad, el dinero, la máquina
fotográfica, ha comenzado a olvidar que es una periodista chilena que vino a
escribir un reportaje” (Rimsky 54).
Para concluir, una cita de Agnes Heller presente en
“Turistas y vagabundos” de Zygmunt Baumann, clarifica esta personalidad nómada,
trotamundos de nuestra protagonista viajera, errante, turista, periodista,
escritora, narradora, lectora, judía, pero sobre todo como mujer que busca
vivir su propia experiencia de viaje más allá de lo que su rutinaria vida en
Santiago de Chile le ofrecía: “Migra constantemente, de un lugar a otro;
siempre está de viaje. Viaja sola, no como miembro de una comunidad, aunque
muchos actúan como ella [...] Participa de un tipo de cultura que no es la de
un lugar sino la de un tiempo. Es una cultura del presente absoluto” (Baumann
119).
Lista
de trabajos citados.
Baumann, Zygmunt. “Turistas y vagabundos”. La
globalización. Consecuencias humanas. Buenos Aires: FCE, 1999.
Rimsky, Cynthia. Poste restante. 2001. Santiago:
Sangría, 2010.
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