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Estética de la recepción y marxismo literario en el poema “La muerte rosa” en el Surrealismo de Vanguardia de André Breton.

 

El presente trabajo abordará un sucinto análisis literario en la poesía de André Breton, poeta francés adscrito al movimiento Surrealista y perteneciente a su vez a las Vanguardias artístico-literarias de principios del siglo XX que marcaron un importante hito en el contexto histórico de antesala a la Primera guerra mundial y posterior a ella como bandera de lucha desde su denominación misma como una manifestación y proclama que propugnaba la libertad artística en todos sus sentidos expresivos. Es en este contexto que se ha seleccionado un poema del autor más representativo de este movimiento, donde dicha literatura será contemplada bajo la óptica de dos corrientes literarias, a saber, fenomenológica, adscrita a la Teoría de la recepción de Wolfgang Iser y también será analizada desde el marxismo en literatura del teórico marxista galés, Raymond Williams.

En línea con lo anterior, cabe señalar que el proceso de lectura desde una perspectiva fenomenológica, a través de los planteamientos de Wolfgang Iser se comprende como: “La teoría fenomenológica del arte señala con insistencia que, en la consideración de una obra literaria se ha de valorar no sólo el texto actual sino, en igual medida, los actos de su recepción” (Iser El proceso de lectura 149). Lo anterior conlleva, por ejemplo, la actualidad aún hasta nuestros días del arte de vanguardia, donde los nuevos contextos y lectores, posibilitan nuevas interpretaciones de aquellas lecturas, más allá de su controversial contexto histórico.

Otro de los planteamientos relevantes dentro de su pensamiento es que la obra literaria constituye dos polos de lectura, uno de carácter artístico dado por la creación de la obra por parte del autor y otro de índole estética, que es la concreción y actualización que cada lector realiza de la obra literaria, sin embargo, el autor va más allá y formula que la obra en sí, no es ni uno, ni lo otro, sino más que la sumatoria de las partes, pues necesita de ambos procesos para convertirse propiamente tal, en una obra literaria: “El lugar de la obra de arte es la convergencia de texto y lector, y posee forzosamente carácter virtual, puesto que no puede reducirse ni a la realidad del texto ni a las disposiciones que constituyen al lector” (Iser El proceso de lectura 149).

Como se mencionó en el apartado introductorio, se analizará la poesía de André Bretón, paradigmáticamente a través del poema “La muerte rosa”, que desde su título genera indeterminaciones semánticas de los múltiples significados que podrían desprenderse, por ejemplo, a partir del simbolismo de la muerte que se suele asociar convencionalmente a la negrura con un carácter tétrico. Ante esto, resulta contradictorio, al menos en apariencia hablar de “muerte rosa”, conformando a su vez una metáfora cuyos matices apuntan a una resignificación del concepto de muerte que va quedando más patente siguiendo las claves y pistas de lectura del poema: “Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora” (Bretón La muerte rosa).

En concordancia con lo anterior en los versos siguientes se aprecia el contraste entre los colores blanco y negro, que en una primera impresión pudiesen pasar desapercibidos, pero que se resignifican a la luz del Primer manifiesto surrealista: “Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos el sol blanco y negro”, pues en las metáforas empleadas por Bretón, sus palabras permiten dilucidar nuevos caminos de interpretación donde la infancia se vuelve lo opuesto a la muerte, ya que en sus espacios de ensueño e imaginación la muerte jamás llega: “ Los bosques son blancos o negros, no se dormirá jamás” (Bretón Primer manifiesto surrealista 20).

Sin duda alguna, tal como representa el carácter surrealista, estos versos denotan un paisaje de ensoñación, por ejemplo, atribuyendo características que no son habituales a seres u objetos de la realidad como es hablar de pulpos alados, pero por otro lado la imagen de la muerte asociada a tradiciones como la greco-romana, suele estar circunscrita a la imagen de Caronte, en tanto barquero que atraviesa y guía las almas de los muertos al Hades. También la resignificación del concepto de tiempo nos permite repensar la muerte como un estancamiento temporal que se eterniza.

El poema solo se vuelve tal cuando como lectores nos apropiamos de él y damos cuenta de nuestra propia interpretación, así versos como “De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte … Y todo pasará dentro del amor indivisible” (Bretón La muerte rosa); nos permiten repensar la asociación de las pulsiones de Eros y thánatos (amor y muerte) en términos freudianos; piénsese que los principales postulados del surrealismo dialogan con las teorías del autor. Sin embargo, como lectores actualizamos más allá del contexto de producción la obra y según nuestras circunstancias lo reinterpretamos; es por ello que el sentido hiperbólico de los versos citados en relación a un sabor que supera la muerte nos podría parece inclusive inimaginable, salvo en los territorios de lo onírico, donde el amor a su vez todo lo puede y se vuelca en aquella sustancia indivisible más allá de la muerte.

En línea con lo anterior, Wolfgang Iser en sus proposiciones fenomenológicas, plantea: “La obra de arte es la constitución del texto en la conciencia del lector” (Iser El proceso de lectura 149); en otras palabras, solo podremos hablar de obra literaria o artística cuando se cumpla procesualmente dicha actualización por parte efectiva del receptor de la obra. Incluso Iser va más allá, ya que señala que el lector cumple un rol central en el proceso de productividad de la obra artístico-literaria, que active las capacidades y busque la satisfacción en ello por parte del lector. De esta manera, por ejemplo, implícitamente se realiza una crítica a la literatura decimonónica como lo fue el realismo, ya que este tendía a darnos obras las más de las veces acabadas en sus descripciones detalladas con escaso espacio a la interpretación personal y a la completud de nuevos significados que se actualizarán en la mente del lector. En ese sentido como se ha observado con los ejemplos citados, las obras de vanguardia resultarán claves en este proceso de activación de nuevas significaciones, en contraposición a la literatura de antaño, permitiendo al lector activar sus sentidos y capacidades.

Es a lo anterior donde el juego de lo no dicho, las especulaciones, las múltiples formas expresivas del lenguaje de los hablantes, personajes y símbolos (verbal, paraverbal, no verbal), posibilitarán un cúmulo de inferencias: “Lo no dicho en escenas triviales en apariencia, los vacíos en las revueltas del diálogo no sólo introducen al lector en la acción, sino que le hacen revivir los múltiples aspectos de las situaciones diseñadas que de este modo adquieren una dimensión completamente nueva” (Iser El proceso de lectura 150).

Un aspecto relevante a considerar guarda relación con el horizonte de expectativas que en tanto lectores poseemos de una obra literaria en nuestro proceso de lectura, entre el lugar de sus indeterminaciones u omisiones con aquellos enunciados que sí han sido determinados y que se encontraban dentro de lo esperable; generando entonces, aquellos hiatos u obstáculos en dichas expectativas un desagrado en el lector, pero que dentro del marco de lo literario aquellas variantes indeterminadas suelen abundar e incluso son esperables: “Incluso en la historia más sencilla se da una ruptura de la consistencia por razones sencillas, puesto que ningún suceso puede ser contado exhaustivamente” (Iser El proceso de lectura 153).

Es interesante a su vez destacar la red de sentidos que se posibilitan en estas múltiples y heterogéneas conexiones que se producen entre los enunciados de un texto y su actualización por parte del lector, potenciadas por aquellos vacíos textuales y entrelazamientos de enunciados: “Cada lectura deviene así una actualización individualizada del texto en la medida en que el espacio de relaciones débilmente determinado permite alumbrar configuraciones diferentes de sentido” (Iser El proceso de lectura 153). No olvidar al respecto que el lector de textos literarios constituye un ente creador de sentidos que va abriendo y cerrando continuamente posibilidades de sentido en la lectura.

En todo caso podrá decirse que la forma de lectura de los textos literarios discurre como un continuo proceso de opciones mediante las que se realizan selectivamente las posibilidades de conexión. De este modo y hasta cierto punto la lectura manifiesta la inagotabilidad del texto que a su vez es condición de esas decisiones de selección en la lectura para hacer posible la constitución del objeto imaginario. En definitiva, el potencial del texto excede toda realización individual en la lectura (Iser El proceso de lectura 153).

Resulta esclarecedor igualmente lo que el autor refiere en torno a la actualización y relectura que como lectores hacemos de un texto literario, donde cada nueva lectura constituye un nuevo proceso de resignificaciones, reinterpretaciones, selecciones que están dadas por nuestras circunstancias particulares y contextuales en ese momento de lectura: “La experiencia de que el texto releído no produce la misma impresión formada en la primera lectura. Las razones de este hecho han de buscarse en parte en la especial circunstancia del lector” (Iser El proceso de lectura 153).

Iser identifica como una problemática central de la lectura que las configuraciones que nos forjamos de un texto están dadas por nuestras propias particularidades que se entroncan dialécticamente con el texto, siempre en búsqueda de sentidos y como tal, de coherencias, donde las expectativas y anticipaciones que puede hacer el lector son esenciales: “Las disposiciones individuales del lector, sus contenidos de conciencia, sus intuiciones condicionadas temporalmente y la historia de sus experiencias, se funden en mayor o menor medida con las señales del texto para formar una configuración significativa” (Iser El proceso de lectura 157).

Un aspecto no menor llegados a este punto es qué sucede en nuestros procesos de lectura una vez que elegimos una directriz o camino, dejando de lado otras posibles opciones en ese afán de una lectura acabada que dé cuenta un sentido pleno del texto, pero que justamente se opone al valor estético del mismo por las posibles interferencias de esas otras posibilidades de lectura no elegidas: “La tendencia a buscar una significación unívoca tiende a imponerse en el proceso de selecciones de la lectura, sin conseguirlo nunca plenamente …operación de equilibrio que tiene lugar ineludiblemente en la lectura, y la formación de eventuales formas de consistencia que hace posible la experiencia estética del texto” (Iser El proceso de lectura 158).

A continuación, se revisarán los principales postulados que propugna el teórico y crítico Raymond Williams en relación con la literatura donde la sitúa desde un punto de vista crítico desacralizando su carácter de alta cultura o forma de pensamiento altamente desarrollado solo adscrita a su concepción moderna de lectura de la letra impresa y del libro, resaltando su marcado carácter ideológico: “Este es un sistema poderoso y a menudo olvidado de abstracción en el que el concepto de literatura deviene activamente ideológico” (Williams 66).

A su vez destaca el factor social y cultural de la literatura como un bien de consumo característico del capitalismo industrial “La literatura es el proceso y el resultado de la composición dentro de las propiedades sociales y formales del lenguaje … La especialización práctica del trabajo en la producción asalariada de mercancías; en otros términos: de 'ser' a 'trabajar'; desde el lenguaje al pasaje de 'mensajes' 'racionales' o ' 'informativos” (Williams 66 - 71). En ese sentido la literatura también fue entendida como actividad o práctica altamente especializada, propia de ciertas clases sociales: “Era una especialización particular de lo que había sido visto como una actividad o una práctica, y una especialización que, en esas circunstancias, se haría inevitablemente en términos de clases sociales” (Williams 68).

Como se permite apreciar, la literatura en aquel entonces se comenzó a entender más bien como una forma de consumo que definía gustos y criterios de determinadas clases sociales como lo fue la burguesía, buscando diferenciarse así en gusto y sensibilidad de las demás clases sociales de la época: “Como término nuevo, desde el siglo diecisiete se desarrolló … desde los comentarios sobre literatura, dentro de criterios aprendidos, al ejercicio consciente del gusto, la sensibilidad y la discriminación … literatura orientada hacia un énfasis sobre el uso o el (conspicuo) consumo de obras, más que hacia su producción” (Williams 70).

Lo anterior quedará enfatizado tal como señala Raymond, a través del léxico empleado para referirse a diferentes categorías asociadas a ese afán de sensibilidad representativo de la literatura: “Tenía su debilidad evidente en su tendencia a separar sentimientos de pensamientos (con un vocabulario asociado: subjetivo y objetivo, subconsciente y consciente, privado y público)” (Williams 71). La debilidad a la que apunta el autor coincide, por ejemplo, con los acontecimientos histórico-políticos, por ejemplo, de la primera mitad del siglo XX como lo fueron las guerras mundiales y las consecuencias que tuvo para la clase burguesa, perdiendo su cohesión y dominio.

No obstante, como bien señala Williams, este no hará sino evolucionar socialmente hacia el desarrollo una crítica literaria especializada: “Por ende estas formas de los conceptos de la literatura y la crítica son, en la perspectiva del desarrollo histórico-social, formas de una especialización de clase y de control de una práctica social general, y de una limitación clasista de la cuestión que debería relevarse” (Williams 71). Con el tiempo la crítica literaria se volvió cada vez más imprescindible, ante todo cuando conceptos de “buena y mala literatura”, “literatura de masas” o “cultura popular” comenzaron a emerger: “Por lo tanto, la categoría que había aparecido como objetiva, 'todos los libros impresos', y a la que se le había dado un fundamento de clase social como 'saber culto' y el dominio de 'gusto' y la 'sensibilidad', ahora se había convertido en un área necesariamente selectiva y autodefinida” (Williams 73).

Conceptos relevantes como el de tradición y de literaturas nacionales cobrarán cada vez mayor fuerza, generando nuevas visiones acerca de la identidad y cohesión social, donde la literatura cumplirá un rol fundamental, siendo la crítica la disciplina especializada de la literatura que por excelencia comenzaría a definir las tradiciones literarias y qué era digno o no de ser distinguido y relativo a ellas: “La idea de una  'literatura nacional' que había ido creciendo fuertemente desde el Renacimiento, diseñó todas las fuerzas positivas del nacionalismo cultural y sus logros reales … La 'literatura nacional' pronto cesó de ser historia y se transformó en tradición” (Williams 74).

Antes de proceder al análisis literario del poema “La muerte rosa” de André Bretón desde esta perspectiva teórica, se torna necesario aludir a las diversas acepciones que fueron atribuidas al concepto de ideología por parte del pensamiento marxista y los estudios culturales, a saber: “A) Un sistema de creencias característico de un grupo o una clase particular. B) Un sistema de creencias ilusorias -falsas ideas o falsa conciencia- que puede ser contrastado con el conocimiento verdadero o científico. C) El proceso general de la producción de significados e ideas” (Williams 78).

Para comenzar el análisis en esta línea argumental, me adscribiré a la acepción “a”, puesto que el poema analizado pertenece al movimiento artístico-literario del Surrealismo de Vanguardia en un contexto determinado – ya mencionado en la introducción-, donde el grupo de intelectuales, artistas y escritores que a él pertenecieron poseían un marcado carácter ideológico, denotado con claridad, por ejemplo, en lo expresado en el Primer manifiesto surrealista, cuyos postulados darán luces acerca de la ideología detrás del poema “La muerte rosa” de André Bretón.

Un claro ejemplo de los planteamientos ideológicos del surrealismo lo constituye la búsqueda de la libertad en todos los planos de la existencia, lo que incluye claro está, también a la creación artístico-literaria, cuya función es atisbada insoslayablemente vinculada a la imaginación: “Lo único que todavía me exalta es la palabra libertad. La creo capaz de mantener indefinidamente el viejo fanatismo humano. Responde, sin lugar a dudas, a mi única aspiración legítima … hay que reconocer que también nos han dejado la máxima libertad espiritual” (Bretón Primer manifiesto surrealista 20-21).

La libertad en las obras surrealistas se presenta de las más variadas formas, desde la imaginación, la escritura creativa, la libre asociación de ideas o como se apreciará en los siguientes versos, en la capacidad literaria y poética del escritor para crear visiones literarias donde los límites del espacio-tiempo son trastocados, donde los conceptos de vida y muerte se hacen uno solo, de naturaleza indivisible, donde el tiempo no persigue la lógica continúa; en suma es la imaginación en su máxima libertad creativa la que permite que la escritura surrealista adquiera nuevas significaciones “Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá / Trampa del tiempo…Silencio y vida … Mañana engañarás a tu propia juventud … Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron” (Bretón La muerte rosa).

Finalmente, a modo de conclusión, cabe referir que ambas corrientes teóricas “Estética de la recepción” y “marxismo literario” permitieron abrir nuevas líneas de sentido, generando distintas posibilidades de interpretación del texto elegido, poniendo énfasis en los procesos de lectura y su actualización por parte del lector en el caso de la fenomenología y su reinterpretación contextual y actualizada, así como el marcado carácter ideológico de toda obra literaria que se enmarca en un contexto determinado, prefigurada en un movimiento artístico y creada por un autor. Todos principios fundantes que marcan un precedente innegable para la interpretación literaria. No obstante, pese a la diferencia de ambos métodos de análisis, ambas teorías convergen en que la obra siempre termina siendo productora de sentidos y, por tanto, despiertan su calidad polisemántica en diálogo con la sociedad de su época o con aquella en la que es recibida según sus diferentes perspectivas. En síntesis, no son métodos excluyentes, sino que complementarios que enriquecen nuestros procesos de lectura y recepción de la obra literaria

 

Lista de trabajos citados.

Bretón, André. “La muerte rosa”, Ciudad Seva. La muerte rosa - André Breton - Ciudad Seva - Luis López Nieves

Bretón, André. Primer manifiesto surrealista. Traducción de Aldo Pellegrini, 2a ed., Editorial Argonauta, 2001.

Williams, Raymond. “Literatura”. Marxismo y literatura. Trad. Guillermo David. Buenos Aires: Las Cuarenta., 2009, pp. 65-78.

Wolfgang, Iser. “El proceso de lectura” En Warning, Rainer (coord.) Estética de la recepción. Madrid: Visor, 1989, pp. 149-164.

 

 

 

Anexo.

La muerte rosa

André Breton

 

Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro
De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos
Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás
La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia
Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros
Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres
Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida
Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud
A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad
Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante
Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos
Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra
Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo
No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena

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