a. ¿Se
puede hablar de racionalidad en los mitos y en la religión? Fundamente conforme
al texto.
A partir del concepto mismo de filosofía, este engloba
un carácter racional que busca la verdad como fin último de las cosas; a partir
del glosario revisado y confeccionado por el Dr Sebastián Buzeta; se señala al
respecto: “La filosofía es aquel hábito intelectual o ciencia que tiene por
objeto de estudio las causas últimas, el último por qué, la razón última de
toda la realidad … la filosofía no alcanza su objeto a través de métodos
similares a los de las demás ciencias de la naturaleza, sino mediante abstracciones
y juicios que poseen una unidad racional”. Sin ir más lejos tanto los mitos
como la religión a lo largo de la historia de la humanidad han buscado
esclarecer orígenes, causas, sentidos e interpretación de la realidad que
constituye las vivencias de cada sociedad en su contexto particular.
Sumado a lo anterior, otra noción relevante es lo que
los griegos comprendieron por “logos”; término que también se desprende a
partir del glosario en donde en algunas de sus acepciones se alude a
“pensamiento”, “concepto”, “razón” e “inteligencia”. Siguiendo esta línea
argumental, por ejemplo, en lo que se ha venido a llamar como el “asombro” en
el mundo griego, constituyó que tanto mito como religión asumieran la trascendencia
del logos para explicar lo que sucedía en su entorno inmediato y en el
universo; por lo que sí es posible hablar de un componente con base o carácter
racional, pese a que el relato mítico encierra connotaciones distintas; a saber,
su carácter alegórico que involucra dos aspectos, lo ficticio y lo real.
Aludiendo al glosario antes mencionado, se señala “Lo ficticio consiste en que,
de hecho, no ha ocurrido lo que dice el relato mítico. Lo real consiste en que
de algún modo lo que dice el relato mítico responde a la realidad”; derivado de
lo anterior aquel aspecto constituyente de lo real, guarda estrecha relación
con, al menos desentrañar desde la razón y simbolismo sucesos que no eran
posibles de ser comprendidos para el pensamiento de la época, sino que bajo la lógica
de la alegoría.
En relación con lo anterior, como se ha planteado, es
posible advertir en lo que en apariencia poseía un carácter contradictorio, es
decir, la relación entre mito y logos; no obstante, es precisamente el
surgimiento de la filosofía en tanto tal, que en palabras de Heidegger es
hablar de un error el formularlo de ese modo: “Mythos y logos de ninguna manera
entran recíprocamente en conflicto en el ámbito de la filosofía, como cree la
historiografía corriente (…) Pensar que el mythos ha sido destruido por
el logos es un prejuicio de la historiografía y de la filosofía”.
Del mismo modo en el capítulo I “Breve panorama de la
concepción de la filosofía en la historia” de Tomás Melendo en Introducción a
la filosofía, se refiere que: “(…) la esencia del relato consistía en
comunicarnos una verdad de tan alto valor y trascendencia respecto a nuestras
capacidades ordinarias, tan sublime, que no cabía expresarla más que de manera
simbólica” (página 34). Es en las características de los auténticos mitos donde
se observa el carácter religioso y, por ende, su basamento en la razón: “Todos
los legítimos mitos gozan de un significado religioso, por cuanto expresan a su
manera, y en el sentido más lato de la expresión, algo acerca de las relaciones
entre hombres y dioses” (Melendo, página 35).
Finalmente, cabe referir los embates que
históricamente ha debido enfrentar la filosofía, sobre todo ante el surgimiento
del saber científico y tras erigirse este con sus respectivos métodos de
comprobación en la consabida “verdad”. Donde filosofía y religión quedaron
expuestas al plano de lo incognoscible, al menos desde aquellas mentadas
metodologías racionalistas. Sin embargo, Josef Pieper en Sobre los mitos
platónicos, menciona sobre dicha cuestión una alternativa, situando al mito
más allá de aquella categorización: “El callejón sin salida de ese racionalismo
está en que para él no parece darse más que la simple fantasía fuera de la
afirmación científica, y no una tercera realidad, que no sea ni una cosa ni la
otra, como es por ejemplo el mito” (página 41).
En
síntesis, la racionalidad o sentido de verdad que es posible dilucidar en los mitos
y en la religión, se aprecia en su carácter simbólico y en las connotaciones de
este tipo de lenguaje: “Hasta la exposición más ortodoxa de las parábolas
bíblicas (el banquete de bodas, la viña, la higuera, etc.) tiene que decir lo
mismo que afirmamos al hablar de los mitos: cabe que exactamente así no ocurran
las cosas; pese a lo cual es muy cierto que podemos arriesgarnos a vivir y
morir de acuerdo a ello” (Pieper, pp 59-60). En otras palabras y parafraseando
a Melendo, el mito genuino trasciende a la explicación puramente racional y no
debe ser excluido como saber o verdad, sino que debe entenderse de manera complementaria
al racionalismo imperante en las ciencias positivistas .
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