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Un encuentro con mi yo interior.



Todo acaeció como un día normal; estando en pleno momento de mis reflexiones diarias de okio u ocio, como han denominado los griegos a aquellos momentos del día dedicados al análisis intrapersonal, en los que en mi estado de insomnio; pude llegar a un encuentro profundo con mi yo interior, alcanzado una sintonía con mi nirvana, que me llevó a un cúmulo de cavilaciones que me forjaron el sendero para llegar a la siguiente premisa: “Todo es literatura”; la sustentación de aquella deducción, la hago en dos planteamientos de aparente paradoja ; “La vida es literatura” y la “Literatura es vida”; ¿a qué me refiero con esto?; que la vida es literatura, puesto que todo lo que percibimos, captamos y sentimos se puede plasmar en la retórica y a la vez la literatura es vida, ya que nos abre nuevos mundos como decía Vicente Huidobro; pudiendo crear objetos, seres y lugares inesperados e inexistentes, carentes de lógica alguna.

Quizá aquello es cuestionable y lo más certero es que lo sea, sin embargo, estas son mis reflexiones, por lo tanto son subjetivas, además que no pretendo plantear verdades irrefutables, sino más bien encontrar mi propia verdad, comprenderme, para que de este modo pueda entender mi entorno y a todos los demás seres de la creación.

Finalmente quiero señalar, que para mí, aquello es de suma importancia; puesto que me ha hecho encontrar una forma de innovar en lo que me apasiona, vale decir, en la literatura propiamente tal, donde sí bien conocía lo mencionado con anterioridad, no lo vivía a cabalidad; es por eso que ahora pretendo compenetrarme con mi plectro o fuente de inspiración, de tal manera que pretendo hacer de aquella creación literaria un enlace de comprensión del mundo y satisfacción tanto personal como para el deleite de los demás.


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