Hoy ha sido un día bastante fructífero en diversos aspectos, los que han desembocado de una u otra forma en pensamientos que me evocan mi anhelada labor y senda que comencé esta semana. Con aquella ávida expectación por querer comprender en mayor profundidad lo que me rodea, quise comenzar indagando en el saber de la compenetración con el entorno, no obstante, sé que el conocimiento lo puedo adquirir, pero sólo serán meras herramientas, ya que la sabiduría se debe alcanzar por nosotros mismos. Es por ello, que inicie mi búsqueda en los pensamientos de diversos literatos y filósofos destacados de la Historia Universal; que poseen aquel sentimiento apasionado, que los hace permanecer en sintonía con su yo interior y con lo exterior.
Partiendo de la premisa trascendental que "para poder comprender lo externo, es necesario conocerse a si mismo", es que constantemente hago análisis introspectivos de mi diario vivir; para así de este modo poder avanzar en el primer escalón de aquella fuente inagotable que nos hace permanecer en unidad con todo lo existente. Aquellas instancias, requirieron de constancia, concentración y análisis, las que me han hecho adquirir, pulir, cincelar y deletrear ciertas habilidades, sin embargo, la exigencia y el método me hacen acrecentar el rigor al querer avanzar en mi peregrinar por los escalones de la comprensión de la vida, y es en este segundo escalón, el de la "comprensión", donde se necesita de aquellas destrezas obtenidas, para poder conseguir una armonía interpersonal y con todos los entes que transitan en esta vida efímera, no tan sólo los que poseen vida, sino también los inertes.
A continuación, daré a conocer los pensamientos y citas que me servirán de mejor forma para seguir aquel sendero; donde destacan Filosófos como Platón, Aristóteles, Nietzsche, Schopenhauer y Sartre; además de distinguidos literatos.
“La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco”.
“Los amigos se convierten con frecuencia en ladrones de nuestro tiempo”.
“No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe”.
“Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo”.
“El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”.
“para entender la vida hay que ponerla en palabras...”
“Los accidentes cambian el sentido de las cosas, burlándose de uno y despojando al tiempo del espacio que creíamos nuestro para decidir.”
"Sigue habiendo cándidos observadores de sí mismos que creen que existen certezas inmediatas, por ejemplo yo pienso, o, y ésta fue la superstición de Schopenhauer, yo quiero: como si aquí, por así decirlo, el conocer lograse captar su objeto de manera pura y desnuda, en cuanto cosa en sí, y ni por parte del sujeto ni por parte del objeto tuviese lugar ningún falseamiento. Pero que certeza inmediata, así como conocimiento absoluto y cosa en sí encierran una contradictio in adjecto, eso lo repetiré yo cien veces: ¡deberíamos liberarnos por fin de la seducción de las palabras! Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición yo pienso obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, - por ejemplo que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto de un ser que es pensado como causa, que existe un yo y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar, - que yo sé qué es pensar. Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez querer o sentir? En suma ese yo pienso presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que yo conozco ya en mí, para de ese modo establecer, lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un saber diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una certeza inmediata. - En lugar de aquella certeza inmediata en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: ¿De donde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo causa de mis pensamientos? El que, invocando una especie de intuición del conocimiento, se atreve a responder enseguida a esas cuestiones metafísicas, como hace quien dice: yo pienso, y yo sé que al menos esto es verdadero, real cierto - ése encontrará preparados hoy en un filósofo una sonrisa y dos signos de interrogación. Señor mío, le dará tal vez a entender el filósofo, es inverosímil que usted no se equivoque: más ¿por qué también la verdad a toda costa? ".
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