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En búsqueda de mi propia verdad, una verdad arcana.

Primero que todo, quiero señalar que esta reflexión surgió al igual que tantas otras que he tenido, vale decir, sin premeditación alguna, pero que de uno u otro modo me venían rondando en mi subconsciente hace un tiempo atrás. Quizás no quería percatarme de ellas o quería eludirlas, puesto que en lo personal considero que es un tema complejo, sobre todo cuando se trata de las vivencias personales. No obstante, he decidido poner de manifiesto algunas de las premisas a las cuales he llegado, producto de mis cavilaciones diarias o momentos de okio. Cabe señalar también que gran parte del interés que suscitó en mí este tema, es mi mundo interior, aquel fluir de la conciencia que en nuestro estado de vigilia innumerables veces pasa desapercibido, pero que cuando permanecemos en plena sintonía con nuestro inconsciente, es decir, en nuestros sueños, se nos presenta más amena, tangible e incluso cautivadora.


Si bien el mundo onírico es acogedor, sobre todo cuando resalta subrepticio y metafórico, cuya alegoría se torna una alabanza sublime a nuestra psiquis, es sólo una ínfima parte de la realidad, pero a través de la cual logramos comprendernos a mayor cabalidad, ya que nuestros deseos, anhelos, sentimientos y secretos, vedados incluso para nosotros mismos, convergen en su mayoría enmarañados, pero están ahí, son alcanzables e inteligibles. Este mundo al que aludo, es un mundo al que cada uno de nosotros tiene acceso, pero la diferencia radica en saber desentrañarlo y para ello se requiere un auto conocimiento, con ello me refiero a que pese al ritmo vertiginoso de nuestra vida, es necesario albergar un tiempo para nosotros, dedicarle una porción de nuestro diario vivir a la reflexión, la cual no debe ser necesariamente filosófica, pero sí que nos permita comprendernos, saber qué queremos para nuestra vida, enjuiciar nuestras propias acciones y aprender de nuestros yerros.


¿Pero para qué sirve reflexionar?


El cuestionamiento planteado da cabida a múltiples contestaciones, pero al que haré alusión, me servirá de sustento para llegar a la deducción que pretendo proponer. Es así que la reflexión supone, en primer lugar darle un respiro a nuestra vida, contener nuestras propias ansias de transitar conforme al mundo, con aquello me refiero a que en el instante en que nos detenemos, sólo somos nosotros, pero el mundo persiste en su afanada labor de un devenir constante. Sin embargo, aquel acto de detención nos plantea una perspectiva disímil a la que estamos acostumbrados, se configura una nueva forma de ver la realidad, una visión contemplativa.


Dada esta contemplación, como todo acto cuya relación es de causalidad, ésta debe ser atisbada como un método para lograr un fin, el que puede ser variado, pero siempre debe ir en aras de un mayor conocimiento o profundidad de éste, de tal modo que se convierte en una búsqueda, mediante la cual podremos por ejemplo, encontrar una arcana verdad, una visión diferente del mundo circundante y más aún, encontrar aquella verdad excelsa a la que muchos deseamos llegar, pero que con el pasar del tiempo sólo reaparece constituyendo una inexorable quimera.


¿Pero aquella búsqueda de la verdad arcana, de qué tipo puede llegar a ser?


Aquí es preciso enfatizar qué entendemos por verdad arcana, esto es una verdad que ante el intelecto, ante los sentidos y ante la propia cognición de los demás puede ser de un conocimiento inteligible o perceptible (utilizo ambos términos para aludir a los modelos filosóficos existentes, racionalismo y empirismo respectivamente), ya que los individuos en sí poseen las capacidad para conocerla, pero una verdad o aún más, una realidad es arcana, cuando nosotros no sabemos que existe pero que permanecía ahí, capaz de ser captada con el sólo hecho de disponernos a contemplarla.


Conforme a lo referido con prelación, la verdad arcana puede adquirir diversos matices y, por consiguiente, una amplia gama de posibles tipologías. A mí parecer aún no estoy en condiciones de clasificarlas en tipologías, dado que requiere de un mayor análisis y ante todo de experiencias nuevas, pero sí puedo afirmar lo siguiente:


“La verdad arcana es la búsqueda continúa del conocimiento, un conocimiento que no posee limites, pero que en su efecto nos otorga una renovada visión de la realidad y cuyo fin último es la felicidad del ser humano”.


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