Aquella tarde, como de costumbre el padre regresaba de su jornada de trabajo, quizás no fuese lo que él hubiese deseado y en mucho distaba de sus predicciones de antaño, pero se conformaba. Tal vez no se convirtió en el destacado médico que descubriría la cura del cáncer y los males que atañen a la sociedad; ni mucho menos, en el hombre idealista que cambiaría el mundo o en el exitoso abogado que defendería los derechos de los más desposeídos, pero al menos lo confortaba poder laborar como obrero de construcción y poder llevar el pan a su casa y más aún, contemplar la sonrisa cándida de sus hijos a la espera de su llegada. Su mujer lo esperaba con la cena dispuesta, era una mujer muy esmerada, que desvivía por su marido e hijos, juntos compartían gratamente en familia y no les bastaba nada para ser felices. Sus hijos eran su orgullo y depositaban todas sus esperanzas en ellos, para ambos la mejor convicción y su mayor legado era la educación que les podían otorgar. Tras lev
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.