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Mostrando entradas de agosto, 2010

Apocalipsis de la sinrazón.

Un saludo tuyo despierta sentimientos claroarmónicos Un gesto de aprobación hace palpitar mi corazón Una sonrisa inocente irrumpe alborozando mis sentidos Me basta un gesto alegre para alcanzar el éxtasis del amor. Una mirada displicente me atormenta Un gesto de rechazo me abate, me sumerge en la desolación Verte triste me hace desfallecer en el umbral de las penumbras  Como lirios marchitos en las sepulcrales horas del inviernotoñal Nuestros recuerdos se acompasan al tiempo una vez más.                                                                                             Una hora sin ti me angustia en un mar frío y gélido Un día sin escuchar las caricias de tu voz   Se torna en un valle de lágrimas atormentante y borrascoso Una vida sin tu amor es la eternidad de la muerte Una eternidad sin verte es el Apocalipsis de la sinrazón.

"La mujer de los mil rostros".

¿Natalia hija de Diego? Era la primera vez que nos encontrábamos y aquella pregunta aparentemente cotidiana cuando dos personas se conocen, es decir, preguntar por sus nombres, se convirtió en el primer recoveco de reconocimiento al cual nos condujo nuestra conversación que fluía de un modo natural como si fuésemos amigos desde épocas inmemoriales, como si enigmáticamente nuestras vidas hubiesen confluido en el pasado, ¿quizás en un período tan remotamente lejano, pero a su vez inmediatamente cercano?  No era improbable que nos hubiésemos conocido en la edad media, en efecto, Díaz era un apelativo usual en aquel período y que simbólicamente representaba al ascendiente de aquella familia, que en efecto se llamaba Diego. Ella creía en las reencarnaciones y que nuestros nombres nos marcaban de por vida, sin embargo, ante ello ¿incluso se podría suponer que nuestros nombres trascendían más allá de la vida terrenal y la muerte? No lo sabía, no obstante, estaba dispuesto a descubrirlo.