Ir al contenido principal

Análisis isotópico de: “El sonido y la furia”, William Faulkner.


Primero que todo, en el presente trabajo se pretende abordar a través de un análisis isotópico la obra “El sonido y la furia” de William Faulkner, teniendo como temática central la relación e influencia que ejerce la madre en el ulterior desarrollo de la personalidad y comportamiento de sus hijos, lo que resulta fundamental en el contexto intraliterario de la novela. Es de este modo que considerando el empleo de marcas textuales determinaré posibles hipótesis y conclusiones que se manifiestan en los disímiles capítulos, ya sea desde la perspectiva de Benjamín, Quentin o Jason, quienes desde sus puntos de vista nos irán revelando el carácter quejumbroso y alicaído de su madre, que eminentemente la caracterizaba. No obstante, confirmaremos también ciertos modos propios de comportarse de las mujeres del sur, rasgos que se ven representados en ella, tales como la abocada preocupación de los menesteres del hogar y del qué dirán.

            En efecto, desde el primer capítulo narrado por Benjy se aperciben atisbos del carácter de la señora Caroline, quien a intervalos se tornaba sobre protectora, pero lo cual iba acompañado siempre de un sentimiento de culpa por la “maldición de su familia” como señalaba ella explícitamente, lo que se aprecia cuando los chicos estaban jugando en los alrededores de la casa y ella no deseba que Benjy saliera, puesto que hacía demasiado frío, lo cual es una situación normal aparentemente, sin embargo, estaba delineada por el gemir incesante de éste, ya que debido a su deficiencia era común en él no dominar sus emociones y, sobre todo sollozar por todo aquello que lo descompensase. Ante lo que después de la intervención del tío Mauri pudieron salir finalmente, pero previamente Caroline denotaba sus preocupaciones: “Es un castigo. A veces me pregunto si no será que...”[1]; esta imagen será recurrente a lo largo de toda la obra, ya que no sólo se quejará por lo sucedido con Benjy, sino que ésta será sólo una de las múltiples tragedias que acontecerán en la familia. Pero por otro lado, aquí se nos muestra lo endeble que resultaba su carácter, ya que es incapaz de presentarse firme ante sus hijos, existiendo siempre alguien que se anteponía a su poder de mando; como sucede en este caso, donde la desavenencia vendrá dada por su hermano Mauri, quien la contradecía delante de los niños. Pero más adelante será su esposo y en su período de senectud será su hijo Jason quien la dominará, siendo absolutamente dependiente de él.

            Posteriormente recrimina a Caddy, por su insolencia y continúas contradicciones, ya que ésta aún pretendía seguir jugando y salirse con la suya, pero no pretendía ir sola, sino que acompañada de los demás, entre ellos Benjy. Es aquí cuando arguye que si no lo dejan salir nuevamente, se pondrá a llorar, ante lo que madre le responde: “«Y por qué has tenido que decirlo delante de él». Dijo Madre. «Para qué has entrado. Para darme motivos que me hagan volver a preocuparme. Creo que deberías quedarte aquí dentro jugando con él».”[2]Si bien aquí se percibe una nueva alusión a la descompensación constante de Benjy, quien reacciona ante los estímulos del medio externo cuando lo afectan, además se hace ostensible el comportamiento hasta tal punto hipocondríaco de Caroline, puesto que se quejaba hasta por el más nimio de los detalles. Lo que incluso ella misma no niega como característica de su carácter: “Nadie puede imaginarse cómo temo las Navidades. No soy una mujer fuerte. Ojalá lo fuera por bien de Jason y de los niños.”[3] Justamente la frase final “ojalá lo fuera por el bien de Jason y de los niños”, es de suma trascendencia, ya que si no fuese por sus continuos achaques y, por el contrario, si se mostrara más optimista y a la vez demostrara más amor y cariño hacia sus hijos, la historia podría haber declinado en otro desenlace.  

            Sin embargo, toda la familia estaba al tanto de la fragilidad de Caroline y de su mínima resistencia ante los problemas y adversidades, por ello su hermano Mauri contesta: “«Tan sólo tienes que limitarte a hacer lo que puedas y no te agobies». Dijo el tío Maury. «Vamos, marcharos. Pero no os quedéis ahí fuera mucho tiempo. Se preocuparía vuestra madre».”[4]Pero recayendo aun en la majadería Caroline prosigue en sus preocupaciones: “«Es que vas a sacar al niño sin los chanclos». Dijo Madre. «Quieres que se ponga malo con la casa llena de gente».” Aunque por otro lado aquí se hace referencia a lo que había mencionado en un principio, lo característico que resultaba el preocuparse del qué dirán, de la opinión de la gente, del buen nombre de la familia, del estatus social y entre otras variadas situaciones, que perfilan a la gente del sur; también cabe señalar que el contexto interno de la obra en que suceden tales hechos era el día del velatorio de la abuela, por tanto, persistían determinadas razones de peso para preocuparse más que en otras circunstancias.

            Sólo unos instantes después la madre se despide de los niños, encontrando otro tópico recurrente de su carácter, que es la constante mención de la muerte, la que más adelante se traduce en una enfermedad interminable y en una muerte sobre anunciada, que nunca llega: “[…] «Un día faltaré yo y tú tendrás que pensar por él». Empuje dijo Versh. «Ven a dar un beso a tu madre, Benjamin».”[5] Luego aparece la imagen del birlocho, en el cual iban Caroline y Benjy a dejar flores al cementerio, lo que se corresponde con los hechos sucesivos, ya que en aquel momento padre y Quentin estaban muertos. Pero con el tiempo las inquietudes de la madre no se apaciguaron, sino que iban en aumento y en aquel incidente incluso teme que les pase algo en el trayecto, ya que no confía en T.P., tanto como en Roskus, lo que se acentúa todavía más con Benjamín gimoteando: “«Sé que algo va a pasar». Dijo Madre. «Ya está bien, Benjamin». «Déle una flor». Dijo Dilsey, «que eso es lo que quiere». Metió la mano. «No, no». Dijo Madre. «Que desharás el ramo». «Sujételas». Dijo Dilsey. «Que le voy a sacar una». Me dio una flor y su mano se fue. «Vamos ya, antes de que Quentin los vea y también quiera ir». Dijo Dilsey.”[6]

Por otra parte, se observa que Caroline no conocía tanto a sus hijos como Dilsey, lo que se explica a raíz de que es esta última, quien logra calmar a Benjy, mientras que la madre no sabía qué hacer para controlarlo más que reprenderlo. Lo precedente constata una vez más las torpezas del actuar de Caroline, que tendrán serias repercusiones en el desarrollo de sus hijos, de hecho el mismo Benjy si hubiese crecido en un contexto en el que se le brindaban grandes muestras de amor y comprensión, quizás se hubiese adaptado mejor a la sociedad, al menos oprimiendo sus reacciones instintivas como el llanto instantáneo. No obstante, es preciso no desconocer que al menos Caroline hacía lo posible por manifestarle amor, lo que no se concreta eso sí, en comprensión de las necesidades de su hijo.

A medida que se avanza en el transcurso del relato, la madre no cesa en preocupaciones, las que en su mayoría son injustificadas, las que contribuyen a argumentar sobre lo hipocondríaco de su carácter: “«Nos vas a hacer volcar». Dijo Madre. «Qué quiere que haga si no». Dijo T.P. «Me da miedo que intentes dar la vuelta». Dijo Madre. «Andando Queenie», dijo T.P. Seguimos. «Yo sé que acabará pasándole algo a Quentin por culpa de Dilsey mientras estemos fuera». Dijo Madre. «Tenemos que darnos prisa en volver».”[7]Finalmente anexaré como cita de este primer capítulo, aquélla en la que señala una vez más su muerte próxima, la que como he indicado no sucede jamás, de hecho se podría concluir que estaba destinada a ver declinar su linaje, siendo ella unas de las últimas sobrevivientes; “«Es un castigo de Dios». Dijo Madre. «Pero yo también me iré pronto» […] «Yo no importo. Intento no preocuparos ni a ti ni a Dilsey. Pronto me habré ido, y entonces tú».”[8]

En el segundo capítulo, cuyo narrador es Quentin, el hijo mayor de los Compson quien narra su perspectiva de los hechos a partir de un espacio temporal situado el dos de junio de 1910, momento en que cursaba sus estudios superiores en la universidad de Harvard,  a través de flash back, nos va revelando antecedentes de su pasado, en el cual si bien no menciona continuamente a su madre, hay ciertos episodios y alusiones que nos pueden dar claras luces de su relación con ella, incluso que no aparezca en su relato sino en contadas ocasiones, da cuenta de la reducida proximidad que existía entre ambos.

En un mismo sentido, el párrafo que incluiré a continuación nos permitirá comprender el peso que recaía en Quentin al irse a estudiar a aquella universidad y más aún, el prestigio que generaba para el “renombre de la familia” que un hijo llegase tan lejos, lo que se ve entremezclado con los recuerdos de la boda que contraerá Caddy, que él no pudo evitar inexorablemente: “Harvard mi niño de Harvard Harvard Harvard Aquel chico con espinillas que ella había conocido en la fiesta campestre con cintas de colores. Remoloneando junto a la cerca intentando atraerla con sus silbidos como si fuese un cachorrito. […] Él estaba tumbado junto a la caja gritando podría aparecer en un automóvil con una flor en el ojal. Harvard. Quentin éste es Herbert. Mi niño de Harvard. Herbert será como un hermano mayor ya ha prometido a Jason un empleo en el banco […]
Campesinos pobre gente nunca han visto un automóvil toca el claxon Candace para que Ella no me miraba se aparten no me miraba a tu padre no le gustaría que fueras a atropellar a alguien desde luego tu padre va a tener que comprarse un automóvil casi siento que lo hayas traído Herbert […] ya sé que no Herbert nos ha mimado demasiado Quentin te dije en la carta que va a llevarse a Jason al banco en cuanto termine el bachillerato Jason será un espléndido banquero es el único de mis hijos que tiene sentido práctico eso me lo tienes que agradecer a mí sale a mi familia los demás son todos Compsons Jason preparaba el engrudo.”[9]

            En la cita anterior se traslucen varios aspectos de la personalidad de Caroline, entre ellos el interés que despiertan en ella los objetos materiales, puesto que en gran parte de su vida ha estado acostumbrada al lujo y a vivir en comodidad, pero en lo concerniente a sus hijos, establece un nítida diferencia entre Candace, Quentin, Benjy y Jason, siendo este último su predilecto, de hecho es al único que considera directamente de su linaje y por ello a quien mima mucho más que a los otros, que como veremos en el tercer capítulo, se aprovechará de la confianza que le profesa su madre, llegando hasta el punto de embaucarla. Además ya se va perfilando la forma de ser de Jason, quien es tan interesado como la madre en los objetos de valor, siendo el dinero su principal anhelo, puesto que si se analiza en profundidad, se puede determinar que en esta ocasión sí hay que atribuirle a Caroline la postrera forma de ser de su hijo, ya que en vez de aplacar el interés de Jason por el valor del dinero, lo incentiva. En este sentido se puede deducir que en su ancianidad Caroline recibirá los frutos de su propia cosecha, metáfora que alude a que las penurias que tendrá que vivir son consecuencia de sus propios actos.

            No obstante, hay un racconto bastante extenso que abarca un amplio monólogo de Caroline, tras enterarse de que su hija Candace había deshonrado a la familia de un modo ignominioso, el que analizaré subsiguientemente:“Abandonar Harvard el sueño de tu madre por el que vendió el prado de Benjy qué habré hecho yo para tener hijos como éstos Benjamin ya fue suficiente castigo y ahora que ella no se preocupe de mí de su propia madre por ella he sufrido soñado y hecho planes y me he sacrificado […] menos Jason que no me ha dado un solo disgusto desde la primera vez que lo tuve en mis brazos entonces supe que sería mi alegría y mi salvación […] los pecados que haya cometido por haber dejado de lado mi orgullo y haberme casado con un hombre superior a mí no me quejo le he querido más que a ninguno de ellos […] qué has hecho qué pecados ha arrojado tu alta y poderosa familia sobre mí pero tú los justificarás siempre has encontrado excusa para con tu propia sangre solamente Jason lo hace mal porque él es más Bascomb que Compson […] tuve suerte de niña de ser solamente una Bascomb me enseñaron que no hay término medio que una mujer es una dama o no lo es pero nunca imaginé cuando la tuve en mis brazos que una hija mía iría […] es que vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras que ella no sólo arrastra tu nombre por el fango sino que corrompe el aire que respiran tus hijos Jason tienes que dejar que me vaya no puedo soportarlo déjame a Jason y tú te quedas con los demás no son de mi carne y de mi sangre como él extraños nada mío y me dan miedo puedo llevarme a Jason e irnos a donde no nos conozcan me pondré de rodillas y rezaré por la absolución de mis pecados para que él pueda escapar de esta maldición intentaré olvidar que los demás alguna vez fueron.”[10]

            Respecto al monólogo precedente se pueden concluir diversos tópicos, los que iré desenmarañando y aclarando, el primero de ellos y del cual surgió este recuerdo, es que Quentin pretendía abandonar Harvard, lo que le hizo reflexionar sobre el pesar que le causaría a su madre, quien había puesto sus esperanzas en él, así este suceso lo conllevó a memorar las consecuencias del acto deshonroso de Caddy, que a él lo marcó profundamente, ante lo que su madre renegaba de todos sus hijos salvo de Jason, arguyendo que su familia poseía una maldición, puesto que se había casado con un hombre que pertenecía a un estatus mayor que el de ella, acarreando la enfermedad de Benjy, el comportamiento de Candace y todos sus pesares. También se denota nuevamente su predilección por Jason, a quien consideraba el único digno del linaje Bascomb y a quien debía proteger de la perversión del linaje Compson, por otra parte se percibe el perfil típico de las mujeres del sur, a quienes en su caso, según relata la criaban para ser una dama, contraponiéndolo con el vil actuar de Candace.   

            En el tercer capítulo, narrado por Jason con fecha explícita el seis de abril de 1928, conoceremos otra faceta de éste, su actuar y a la vez la relación con su madre Caroline, conformándonos así la visión de los hechos desde otra óptica. Aquí Caroline aparecerá con mayor frecuencia, puesto que sólo quedaban en casa ella, Jason, Benjy y su nieta Quentin, además de los esclavos y servidumbre negra; hasta tal punto aparece, que en un comienzo se nos revela una vez más una confirmación de su débil carácter, ya que no podría controlar a su nieta si no fuese por su hijo, hallándose en una situación de absoluta dependencia de él, sobre todo de índole económica: “«Pero que las autoridades de la escuela lleguen a pensar que yo no puedo controlarla, que no puedo...».”[11]A continuación se repite el patrón de lamentación, aludiendo a la maldición de su familia, por los hechos ya mencionados: “Entonces volvió a echarse a llorar, diciendo que su propia carne y su propia sangre se levantaban de la tumba para maldecirla.”[12]Y pese a todo, aún confía en su hijo Jason, que como ella apunta: “Eres el único que no me reprochas nada.”[13] Sin embargo, no se lo espeta en la cara, pero en sus pensamientos se nos muestra su resentimiento hacia su familia y sus propias limitaciones, producto de la falta de oportunidades, que en comparación a sus hermanos, él no tuvo.

            Tras avanzar en la narración, la madre privilegia el linaje a semejanza de los extractos de capítulos anteriores aun con el pasar de los años, considerando sólo a Jason digno de él: “Ya sé que estás esclavizado por nuestra culpa», dice. «Ya sabes que si por mí fuera, tendrías tu propio despacho y el horario adecuado para un Bascomb. Porque, a pesar de tu apellido, eres un Bascomb. Sé que si tu padre hubiera previsto...”.[14] Por otra parte hasta cierto punto en la próxima cita, se apreciará la frialdad con que Caroline asume la muerte de su hijo Quentin, renegándolo como si no fuese de su propia sangre: “«Eres mi única esperanza», dice. «Todas las noches doy gracias a Dios por tenerte a ti». «Mientras esperábamos a que empezasen ella dice Demos gracias a Dios porque me haya dejado a ti en lugar de a Quentin si tenía que llevárselo también a él. Gracias a Dios que no eres un Compson, porque lo único que ya me queda sois Maury y tú y yo digo. Por mí el tío Maury sobra.”[15]

            En suma, en los tres capítulos analizados se perciben diversos grados de relación con la madre, lo que enriquece la posibilidad de interpretación al fijar la atención en el conjunto de marcas textuales, puesto que de este modo se establecen vínculos significativos o sentidos de interpretación afines con los elementos del propio texto, ya sea de un modo simbólico o explícito. Concluyendo finalmente el presente en una visión panorámica sobre el personaje “Caroline” y su incidencia en la definición de la personalidad de sus hijos, quienes representan la decadencia y tragedia de la familia Compson. Cabe destacar como punto culmine, que a través de los procedimientos utilizados en el análisis de la obra, en mi experiencia personal, he adquirido una conciencia mayor sobre la minuciosidad que implica el estudio de una obra literaria, la que puede ser examinada desde variados aspectos, pero ante el cual me centré de un modo inmanente, comprendiéndola dentro de sus propios términos a través de los distintos caminos de interpretación que ofrecía la obra. 



[1] El ruido y la furia, William Faulkner, Madrid, Cátedra, 1998 (1ª. ed ingl. 1929), pp. 3.
[2] Ídem, pp. 4.
[3] Ídem, pp. 5.
[4] Ídem, pp. 5.
[5] Ídem, pp. 5.
[6] Ídem, pp. 5.
[7] Ídem, pp. 6.
[8] Ídem, pp. 6.
[9] Ídem, pp. 42.
[10] Ídem, pp. 46-47.
[11] Ídem, pp. 80.
[12] Ídem, pp. 81.
[13] Ídem, pp. 81.
[14] Ídem, pp. 81.
[15] Ídem, pp. 89.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"La Hormiga", Marco Denevi (1969).

A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia. Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido

Ensayo, “Los chicos del coro, una película que cambiará nuestra mirada hacia la pedagogía”.

En la película, los chicos del coro, vemos una realidad de un internado ambientado en la Francia de 1949, bajo el contexto de la posguerra. Esta institución se caracteriza por recibir a estudiantes huérfanos y con mala conducta, que han vivido situaciones complejas en términos de relaciones interpersonales, pues muchos de ellos han sido abandonados o expulsados de otras instituciones. Con el fin de reformarlos el director del internado Fond de I’ Etang (Fondo del estanque), aplica sistemas conductistas de educación, sancionadores y represores como encerrarlos en el “calabozo”, una especie de celda aislada cuando se exceden en su comportamiento. Sin embargo, la historia toma un vuelco con la llegada de Clément Mathieu, músico que se desempeña como docente y quién aplicará métodos no ortodoxos en su enseñanza los que progresivamente irán dando resultados positivos en los chicos.                 Respecto a las temáticas que se abordan en la película, por un lado resaltan los a

La taza rota.

Esa noche había llegado tipo diez, hacía un clima enrarecido, hacía frío, pero sentía calor, quizás no era el tiempo, tal vez era yo, no lo sabía, pero algo pasaba y si bien hasta cierto punto todo parecía normal o aparentaba serlo, algo había cambiado. Llámese intuición, dubitación o sospecha, en aquella casa a la que llegaba a dormir sucedía algo que había desestabilizado y quebrantado la rutina, no era sólo que mi mundo cambiase, sino que la realidad hasta cierto punto superaba la ficción, el tiempo ya no parecía correr a pasos agigantados, sino que incluso se detenía en estática parsimonia, para lo que sólo me bastó observar el reloj que se encontraba en la pared, en la esquina opuesta a la puerta de entrada a la casa y, efectivamente, las horas y minutos en aquel reloj no avanzaban, sino que las manecillas se habían paralizado de por vida, lo pensé unos instantes y no había explicación para ello, salvo que se hubiese quebrado, caído o algo por el estilo, en fin, lo consideré só