-¿Doncella de la luna?- Se decía a sí misma Odette. Se habían sucedido sólo segundos, pero le parecieron una eternidad. -¿Qué sucede, por qué mi abuela se comporta de aquel modo tan extraño?- Seguía cuestionándose sin dirigir palabra alguna a su interlocutora, hasta que finalmente se decidió a responder naturalmente con una grácil risa que transformó la atmósfera de la habitación en un cálido ambiente. Abuela, a qué se debe aquel apodo, jamás me habías llamado así, al menos no que lo recuerde. -Haz memoria hija mía- la incitó aquella mujer que estaba postrada en la cama. Por más esfuerzo que hizo, no lo logró, pues tenía sus pensamientos mal encauzados, debía rememorar aquello que le pertenecía como recuerdo, que pese a todo, no era completamente suyo.
-No recuerdo ninguna oportunidad en la que me hayas llamado así, abuela.- le reprochaba Odette. No obstante, su abuela insistía, pero esta vez desde una perspectiva diferente. -Mira tu collar hija mía, ¿no notas que algo está cambiando?- Señaló leve y parsimoniosamente Mórrigan. Asombrada Odette posó su mirada sobre aquel collar adamantino que poseía, el que destellaba en una brillantez inhabitual, dimanando una energía tal, que sólo había sentido en aquella noche misteriosa, donde descubrió aquel extraño don. –Ahora, inténtalo de nuevo, ergo funcionará mejor con aquella energía, después entenderás todo. Lo debes descubrir por ti misma.- A medida que Mórrigan decía aquellas palabras, Odette las iba siguiendo al pie de la letra, concentrando sus pensamientos en el collar e intentando ver más allá, buscando el momento exacto en que había escuchado que la llamaran de ese modo tan estrambótico.
En un principio sólo apercibía matices tornasolados y rojizos. Se encontraba en un crepúsculo, luego se avecinó la negrura en todo su ancho, dando paso a un majestuoso resplandor lunar, prodigando de luz a la tierra, dejando al descubierto un desierto conquistado por extensas dunas y valles, era como un paraíso perdido. Unos pasos más allá sentía movimientos de objetos y escuchaba ruidos muy dispares, por lo demás en un dialecto ininteligible, al menos para Odette. Aun así decidió allegarse a aquellas gentes, parecían personas trashumantes, de las que acostumbran a permanecer por un breve lapso en un territorio, estaban tocando bellas melodías en rústicos y armoniosos instrumentos, se asemejaba a un ritual. En efecto, invocaban a un espíritu lejano, de otro tiempo y lugar.
Odette no sabía qué la atraía hacia aquel sitio, pero cada vez se acercaba más y más, hasta que estuvo envuelta entre ellos, sin embargo, era como si esos hombres y mujeres no pudiesen verla. Siguió adelante y se asomó a la fuente del ritual, era un valle en cuyo centro había un riachuelo, donde la ceremonia estaba llevándose a cabo. En ese preciso instante se produjo el prodigio, Odette comprendió aquel dialecto ininteligible y la razón de su venida cobró sentido. Esos hombres adoraban a la doncella de la luna, le solicitaban su protección y resguardo de los espíritus malévolos que circundaban el valle. Odette los escuchó, quiso acercarse a ellos, pero la luz de su collar se desvaneció junto a ella.
Se encontraba de regreso en la casa de sus abuelos, se sentía como si hubiese hecho un largo y agotador viaje, sin embargo, sabía que su cuerpo no se había desplazado, sino que su mente, sus pensamientos. Por lo demás, estaba aquel misterioso collar y la energía que generaba, la ansiedad la oprimía, quería saber las respuestas del origen de aquellos sucesos y cómo podían realizarse. –Abuela… esto… creo saber de qué se tratan todos aquellos sucesos inauditos.- Dijo entrecortadamente Odette. -Verás, esta semana he incursionado un poco en los misterios de este collar y más aún, cómo funciona, de hecho, sé que parecerá increíble, pero hace una semana exactamente, en aquella fiesta, el tiempo se detuvo para mí, no lo controlé, sólo ocurrió. Y respóndeme, esa sombra era la tuya cierto, tú me guiaste hasta allá y ahora me muestras estas visiones, ¿por qué abuela, jamás oí nada así, de dónde salió esa extraña energía?- Relataba intrigada y confusa Odette.
Mórrigan, le pidió que se acercara y estrechara su mano, después pausadamente procedió a contarle su versión de los hechos, vislumbrando los misterios que guardaba. –Doncella de la luna, mi querida Odette, mi misión en esta vida era una sola, protegerte y guiarte hasta que supieras quién eras en verdad y pudieras ejercer tus fuerzas al servicio de nuestro linaje. Te esperan muchas pruebas, te enfrentarás a un mundo nuevo, se te avecinan un sin fin de obstáculos, que sólo tú podrás sortear, no obstante, es menester que sepas un poco más de nosotros, ya que nuestra familia se remonta a épocas inmemoriales, la que ha tenido siempre una labor trascendental en este mundo, que es salvaguardar su paz, apartando los espíritus enajenados, dispuestos a destruir los cimientos de lo que creemos y somos, espíritus cuyo libre albedrío los conduce a las más nefastas acciones. Cada uno de nosotros, posee un don que lo hace especial, el tuyo doncella, lo irás desentrañando cada vez que experimentes con él, así lo controlarás de mejor modo, pero recuerda que éste debe ser usado con el propósito de traer tranquilidad a esta tierra y no su caos. Por otro lado, aquel collar que te di, es un amuleto, cada miembro de nuestro linaje recibe uno cuando ha llegado el punto culmine de su preparación, su función es acrecentar la energía que somos capaces de producir, focalizándola para que así tu don adquiera una efectividad mayor, finalmente respecto a la visión que presenciaste, ocurrió realmente, en un tiempo lejano, en particular tú tienes ese don, eres capaz de usar el tiempo a tu favor, adelantarte a los hechos e ir en busca de aquellos remotos y pasados, te espera una ardua labor. La mía acaba de terminar.- Tras su narración, soltó la mano de Odette y su cuerpo adquirió una sutil palidez, Mórrigan había muerto, su alma se desdobló del cuerpo terreno, amalgamándose a la sombra, la misma que guió a Odette, aunque ella no pudo notar esto último.
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