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Programática simbolista y descubrimiento de un nuevo paradigma de representación del sujeto en los poemas de “el arte del sugerimiento” de Vicente Huidobro.




En primer lugar, previo al análisis particular de la obra de Huidobro, específicamente la vinculada al arte del sugerimiento, haré referencia a sus obras en líneas generales, dando un panorama diacrónico sobre ésta, para así desembocar finalmente en el análisis de sus poemas, donde me valdré como es usual, de marcas textuales que me permitan su interpretación. Es así que hay que mencionar que Huidobro posee una amplia poética, que es a su vez su faceta más connotada, sin embargo, como señala René de Costa, generalmente se le tiende a conocer por Altazor y por ser el padre y precursor del Creacionismo en Chile. No obstante, como sabemos, ésta es sólo una parte del polifacetismo Huidobriano: “[…] su poesía posterior, social y conversacional, es poco conocida. Igualmente ignorada es la subversiva faceta dadá de los años veinte en París.”[1] Inclusive se podría establecer una línea periódica de los distintos procesos por los que pasó y vivió, así se oteará a continuación: “1)sus inicios en Chile bajo la influencia del modernismo; 2) su asimilación del cubismo en París en 1917 y la elaboración del Creacionismo; 3) el período de experimentación dadá y la práctica de una escritura surrealizante y anti-surrealista; 4) lo que podría considerarse el ciclo de Altazor y Temblor de cielo; 5) seguido de una década de compromiso político con la poesía al servicio de la revolución; y, finalmente, 6) una última etapa de renovación que le va acercando a una poesía conversacional, signo de nuestra época actual.”[2]

         Si bien la obra huidobriana, lo define en cuestión, lo más preponderante de él y como han señalado los críticos, era su personalidad, la que influirá tanto en su escritura como en su vida, sobretodo por los cambios continuos, esa multiplicidad y multifacetismo que podremos ir comprobando: “[…] su convicción personal de estar siempre en lo cierto, y su capacidad, incluso su necesidad vital, de cambio, de renovación estética constante. Renovación y no transformación o metamorfosis ya que Huidobro no abandonó nunca –y nuestra época tampoco- la noción romántica del poeta como vate, como vidente, como un ser privilegiado e hipersensible cuya misión es, como él mismo afirmara al final de su vida: llenar el mundo de poesía.”[3] Entre otros rasgos y repercusiones de su parafernalia y extravagante personalidad, vamos encontrando viajes a Europa, ruptura con el conservadurismo de la clase social a la que se adscribía y pertenecía –la aristocracia chilena decimonónica- entre otros que procederé a citar: “[…] Desde el principio fue una figura controvertida, un verdadero carácter, según un temprano boceto biográfico: Este muchacho artista es un carácter. Cuando otros, a su edad, con su posición social y sus millones, se entregan a la esterilidad de una vida estragada de ocios y de blandos u oscuros libertinajes, él, demasiado poeta, y con algo de un Quijote moderno en el alma y en las pupilas, alza la pluma como una bandera de luminosos ideales, depone sus prejuicios de estirpe, y escribe sus libros que son como una rebelión para su cuna.”[4]

             Otra de sus propuestas estéticas emparentadas con su visión Creacionista, es cuando comienza a dar a luz Non serviam, frase latina que implica que él dominará a la naturaleza, es decir, que ya no será su servidor, poniendo en el tapete la discusión sobre la mimesis/imitatio platónico-aristotélica, que por tantos años embargó los estudios literarios: “Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su flora y su fauna propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él. Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo…”[5] Habla también, posteriormente por qué fue designado como Creacionista y describe la conferencia del Ateneo (1916) donde señaló: “Fue allí donde se me bautizó como creacionista por haber dicho en mi conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda, crear; y la tercera, crear.”[6]
           
            Por otro lado, retornando a la línea simbolista, aquí habrán diversos autores –los principales exponentes del simbolismo- que influirán en la poesía de Huidobro hacia los inicios de la segunda década del siglo XX, análogamente al desarrollo de una poesía visual, que viene a ser el caso de los caligramas: “El inicio del cultivo de la poesía visual con los caligramas de 1913 pone en ese contexto una nota original. La apertura creciente hacia un lenguaje poético de modalidades desviatorias inspiradas en la poesía de Rimbaud, Baudelarie y Mallarmé y de los hispanoamericanos Julio Herrera y Reissig y Leopoldo Lugones, se muestra en imágenes determinadas de poemas de 1913, de las que el poeta hará registros manifiestos o autocitas exactas o con leves modificaciones en la construcción del texto continuo de su obra poética y de su teoría creacionista y rescatará en múltiples ocasiones.”[7] Por otra parte, con el pasar del tiempo llegará a desarrollar una poética del sugerir, un “Arte del sugerimiento”, que viene a ser todo un cambio de paradigma, así se lo presupone, el que poseerá sus propios lineamientos y técnicas, que innovarán en lo que se venía haciendo en poesía hasta aquel entonces: “A partir de El espejo de agua (1915-1916), Huidobro desarrolla un nuevo tipo de poema: el poema sugerente. En sus ensayos de pasando y pasando (1914) había hablado, conforme al pensamiento de Mallarmé, del “Arte del sugerimiento”. Se trataba en el caso de practicar la elipsis, la omisión de partes de la oración, para mover al lector a llenar los vacíos de la indeterminación. A eso se refería el poeta cuando hablaba en la primera propuesta:

Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas
Una hoja cae; algo pasa volando
Cuanto miran los ojos creado sea
Y el alma del oyente quede temblando.”

            El crítico Cedomil Goic, en otro de sus artículos profundiza aún más en este tipo de arte huidobriano, sobretodo aludiendo a las características sintácticas del arte del sugerir, entre las que se encuentran las consabidas anteriormente y otras que agrega: “[…] que se inspira en Mallarmé, cuando en aras de la oscuridad expresiva y del misterio reduce la integridad sintáctica del discurso omitiendo algunos elementos y permitiendo que ciertos adjetivos o verbos indeterminados dejen abierta en el lector la sugestión de más de un sentido o de connotaciones reverberantes y novedosas […]”.[8] Baste agregar que el léxico en general tenderá a lo ambiguo, a lo polisemántico, permitiéndonos cada vez que lo leamos, tener una perspectiva renovada sobre él, así de igual modo variará entre un lector y otro –piénsese en la teoría de la recepción.- Pero vayamos a lo que se dice textualmente Huidobro en su Arte del sugerimiento, en un primer momento lo define y habla de la estética que se va generando: “El arte del sugerimiento, como la palabra lo dice, consiste en sugerir. No plasmar las ideas brutalmente, gordamente, sino esbozarlas y dejar el placer de la reconstrucción al intelecto del lector.”[9] Cabe nuevamente considerar la trascendencia del lector en tanto receptor de la obra literario-poética, pues conforme a su sensibilidad y bagaje cultural-libresco, por ejemplo, podrá hacer nuevos nexos que le permitan comprender un determinado procedimiento y sugerir: “Por eso la percepción de esa poesía lejana, vaga, que podríamos llamar de horizonte, la percepción de esa poesía que se resbala, que se esfuma, que pasa, está en razón directa con la sensibilidad del lector.”[10]

            A su vez, si bien hay un cambio de paradigma, sigue vinculado en parte con la línea programática del simbolismo, más que todo, por ejemplo, en correlación con lo dicho por Mallarmé, a través del empleo de un vocabulario que tiende a las divagaciones, ensueños y lo nebuloso: “Pienso que sólo es necesaria una alusión. La contemplación de los objetos, la imagen que surge de los ensueños suscitados por ellos, son el canto. Nombrar un objeto es suprimir las tres cuartas partes del goce del poema, que consiste en adivinarlo poco a poco. El perfecto uso de ese misterio constituye el símbolo: evocar poco a poco un objeto para patentizar un estado de alma, por el contrario, escoger un objeto para deducir de él un estado de alma por una serie de adivinaciones… Si un ser de una inteligencia mediana y de una cultura literaria insuficiente abre por casualidad un libro así escrito, y pretende gozar con su lectura no consigue su objeto.”[11]

            Una vez se ha explicado las temáticas que aborda el arte del sugerimiento y sus características esenciales, veremos cómo se aplican en su poética, es decir, su funcionamiento en los poemas continuadores del Espejo de agua: El primer poema a analizar es Arte poética; en él iremos viendo cada vez más esbozos del creacionismo, donde el poeta deberá inventar mundos nuevos, a la manera de un pequeño Dios:

“[…] Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.

[…] Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el sol.
El poeta es un pequeño Dios.”[12]

            El consiguiente poema a analizar es “El espejo de agua”, se apreciarán figuras como la del cisne, que era central en la poética de Darío, encontraremos una superposición de la horizontalidad y la verticalidad, pero ante todo en lo que respecta al sujeto, habrá una metáfora sobre ésta, una dejerarquización. Cabe destacar que es un poema nocturno-onírico, al contrario del Arte poética, que era un poema diurno. Pues en este poema aparecerán imágenes oníricas, que nos remiten a los postulados freudianos y lacanianos. Dentro de las técnicas del arte del sugerimiento, por lo demás, aparecerá la eliminación de los conectores, nexos y a nivel inconsciente-freudiano, se aprecian concepciones como la pulsión thanática y pulsión libidinal:

“Mi espejo corriente por las noches,
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.”[13] (Imagen de la nocturnidad).

“Mi espejo, más profundo que el orbe
Donde todos los cisnes se ahogaron.”[14] (Imagen Dariana.)

“[…] Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos,
Mis ensueños se alejan como barcos.”[15] (Imagen onírica-simbólica-freudiana.)

“De pie en la popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.”[16] (Imagen modernista-Dariana).

            Otro poema a interpretar, vinculado con el arte del sugerimiento es “El hombre triste”; Aquí en la relación al sujeto se contemplarán dos pulsiones o deseos de éste. Habrá una nítida manifestación del dolor en: llorar, despertar.

“Lloran voces sobre mi corazón…
No más pensar en nada.
Despierta el recuerdo y el dolor,
Tened cuidado con las puertas mal cerradas.

[…] En la alcoba,
Detrás de la ventana donde el jardín se muere,
Las hojas lloran.”[17]

            Al mismo tiempo, en este poema aparecen rasgos de la poesía adjetival, es decir, del contorno, una secuencia del ocultamiento y la expresión y la presencia de la figura de la madre agonizante (Habla de “la madre” (universal-genérica) y no de “su madre” (personal-particular), que ella le achacó). También pervive una oposición entre el Todo/Nada y Decir/callar o Expresar/ocultar.

“[…] La madre que murió sin decir nada
Trabaja en mi garganta.

Tu figura se ilumina al fuego
Y algo quiere salir.
El chorro de agua en el jardín.”[18]


[1] Vicente Huidobro, Poesía y poética. René de Costa, Alianza Editorial Madrid. Prólogo. Pp. 7.
[2] Íbidem. Pp. 8.
[3] Íbidem. Pp. 9.
[4] Íbidem. Pp. 9-10.
[5] Íbidem. Pp. 11.
[6] Íbidem.
[7] La poesía de Vicente Huidobro, Cedomil Goic. Pp. 2.
[8] Espacialismo y dimensión visual en la poesía de Huidobro. Universidad Católica. Cedomil Goic.
[9] El arte del sugerimiento. Vicente Huidobro.
[10] Íbidem.
[11] Íbidem.
[12] Vicente Huidobro, Poesía y poética. René de Costa, Alianza Editorial Madrid. De el espejo de agua. Pp. 47.
[13] Íbidem.
[14] Íbidem.
[15] Íbidem. Pp. 48.
[16] Íbidem.
[17] Íbidem.
[18] Íbidem. Pp. 49.

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