Hoy ha sido un día extraño, acabo de terminar de leer una reflexión de un profesor que lleva toda una vida en aquella fascinante labor, sin duda alguna me sorprende, me enternece leer sus vivencias, sus experiencias y quizá hasta cierto punto me proyecto en él, pues tengo veinte años, sin embargo, si bien me queda mucho por leer, reflexionar, pensar y vivir aún, siento cada día que me invaden cientos de historias, cientos de pensamientos y así cada día que transcurre siento que comprendo menos la vida, es decir, entre más la vivimos, más inasible se nos vuelve. Me ha abatido una fuerte nostalgia, últimamente me han rondando varias ideas en torno a la muerte, en relación a “mi muerte”, creo que me queda mucho por hacer aún, pasar por miles de situaciones, pero la vida en sí me parece frágil, a veces monótona y aunque creo que la literatura marca la diferencia en lo que hago y lo que haré por el resto de mis días en la tierra, me da pena pensar que sea en vano, al contrario, por ejemplo, si lo veo desde la óptica de a quienes les he enseñado, con quienes he reflexionado y he convivido, probablemente han aprendido de mí, no obstante, si bien aquellas enseñanzas les servirán de por vida y tal vez no los vuelva a ver, pues cada uno sigue su camino, lo que me entristece sobremanera, sigo sintiendo una honda nostalgia, no sé cómo describirla, ni ponerla en palabras, soy feliz, pero en mi mente se entrechocan varias ideas contradictorias, algunas más potentes, otras más débiles. Suelo decir que mi mente es un caos ordenado, pero sigue siendo un caos de todos modos, de libros, de autores, de filósofos y un sin fin de historias que se prolongan ad infinitum. Por otra parte, agradezco no sé si a Dios o a un ente superior incognoscible, por haberme brindado aquella capacidad suprahumana con las palabras, con el dominio de ellas, con la expresión, pues cada vez me voy dando cuenta que ha sido un verdadero don divino, ya que me ha permitido llegar a reflexiones que me sorprenden, que me permiten organizar de mejor modo mi vida, poseer una comprensión cada vez mayor, entre otras cualidades que quizá siga descubriendo en este enmarañado camino que es la vida.
En relación con aquella habilidad del lenguaje, creo que debo esmerarme en darle una buena utilidad, en sacarle partido, en transmitir mejores mensajes, más óptimos y de una calidad cada vez mejor, que me permita llegar cada vez con una precisión más exacta a las personas y que ante todo, no caiga en situaciones absolutamente adversas. ¡Ay! Me he desviado, siempre me ocurre que me disgrego demasiado, en fin, quería partir esta reflexión con lo que observé durante esta tarde de miércoles de marzo de 2012, sin embargo, partí haciendo alusión a aquel buen hombre que ha vivido para contarnos y relatarnos sutilmente su maravillosa historia. Mi vida me parece insignificante a su lado, ¿más que he hecho yo? ¿qué me queda por hacer? Es una interrogante que aún no podré contestar, pero espero que a lo largo de los años que me quedan de vida, pueda encontrarle un verdadero sentido, espero sinceramente, desde la profundidad de mi mente y corazón que así sea. Quería hablar de la historia que hoy viví en una micro, del tic nervioso de la señora que se encontraba al frente mío, del tipo que contaba chistes e historias de un niño llamado Juanito, del hombre con bigote que miraba por la ventana y que a ratos observaba con atención cómo yo iba leyendo un libro de Dostoievski o de la historia que al parecer era interesante, que la joven que iba a mi lado le señalaba a su interlocutora.
Bueno, terminé hablando de la vida, de los sueños, de los planes, de la nostalgia, pero sigo manteniendo firmemente mi postura en que jamás comprenderemos qué es la vida, cuál es nuestro propósito, si es que es la felicidad realmente, pese a lo efímero de ésta y si el amor, las relaciones con otros o qué finalmente es lo que cobra mayor significancia en ella, hoy me dormiré al parecer, más tranquilo.
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