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Alma errabunda.


           


 Mi alma vaga errabunda por la plaza de armas de Santiago de Chile, sólo llevo conmigo mis libros, mi bolso y mi educación, el lápiz con el cual escribo en estos momentos es como una pluma sutil que me permite darle rienda suelta a mi escritura y pensamientos. Mi cuerpo está sentado en una banca, no obstante, mi mente divaga hacia el horizonte, observando el revoloteo de las palomas, el revoloteo de las personas, su automatismo; en este preciso instante me pude encontrar tan sólo un artista, que se sentía vivo en medio de tantos muertos, todo lo cual se corresponde con el automatismo de las personas en su generalidad, el no detenerse a contemplar su entorno, ni si quiera aproximar su mirada a los árboles, a las esculturas, al simbolismo mismo. Por otra parte, hay dos personas que me observan detenidamente, tan sólo ven que estoy escribiendo, sin embargo, no dimensionan mis pensamientos. Posan su mirada en mí con cierta curiosidad, pero yo me hago el desentendido, el que no se ha fijado en el hecho mismo de ser observado. Es extraña aquella sensación, ¿Qué podrían querer dos personas observándote en una plaza de armas? Las alternativas pueden ser múltiples, uno nunca sabe, pero sí pueden anticipar determinados pensamientos.


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