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Harold Pinter, "El cuidador"


En la obra de Harold Pinter, “El cuidador”, la habitación se volverá un tema fundamental a lo largo de ella, pues inclusive desde el inicio, es decir, desde el primer acto, ésta se nos irá describiendo minuciosamente, se nos irá revelando cada detalle que la compone, cada una de sus partes y elementos, además de su ubicación exacta, indicándonos direccionalmente si tal objeto se sitúa a la izquierda, derecha, etc. A su vez supondrá determinadas relaciones entre los sujetos que la habitan y comparten, igualmente se nos entregarán distintos detalles en relación a las vidas de cada uno de ellos, por ejemplo, algunos tales como la edad, que en el caso de Mick bordea los treinta años, también podemos apercibir rasgos de su personalidad, tales como su contemplación, lentitud de mirar y andar, vale decir, una actitud mucho más pausada.­­­­­, mientras que Aston ya ha sorteado aquella barrera de los treinta años y, finalmente se nos refiere a Davies, quien ya es un hombre de edad avanzada. De este modo ya se puede establecer apriorísticamente al tipo de relación que nos vamos a enfrentar, pues la edad será un precedente fundamental para marcar aquellas diferencias.

            Desde un principio quien cobra preeminencia es Davies, quien dará cuenta de sus experiencias pasadas, que es propio de su edad, relatando un sinfín de achaques, que se vieron desencadenados por la escena de la silla, así lo que puede parecer un mero acto, como lo es sentarse, para este hombre le genera toda una complicación existencial. Luego, como es costumbre para alguien de su tiempo, dará inicio a una seguidilla de relatos pasados, de su edad de oro, de tiempos más gloriosos cuando era joven, cuenta que había comido con lo mejor de lo mejor, lo que para él era sumamente significativo.


            En la medida que avanzamos en el relato, se nos presenta una escena casi risible, pues Davies se está probando unos zapatos negros, pero a su vez intenta contar una historia de un conocido suyo que fabricaba zapatos, lo que al igual que la escena de la silla surge como recuerdo a raíz de la acción que realiza en el presente. Volviendo a lo que a mi modo de ver es un aspecto risible, consta en que Davies cada vez que intenta volver al relato, nunca acaba las ideas, volviendo a los zapatos, luego intentando recordar, pero dejándolo todo a medias, lo que es muy claro y patente debido a su edad.

            Posteriormente, se señala la escena de la cama, donde de a poco lo que parecía ser una escena apacible, sin mayor conflicto entre los personajes, se va tornando todo lo contrario, pues Aston le había sugerido a Davies que se fuera a dormir y si bien éste lo hizo y todo resultó favorable, al día siguiente empezó con quejas, ya que éste había hecho ruidos en la noche.

            Por otra parte, en la medida que avanzamos en la pieza, vamos concluyendo a qué se debe el nombre de la obra, “El cuidador”, pues precisamente se debe a la relación establecida entre dos de los personajes, con ello me refiero a Mick y Davies, así la escena va de la habitación a la casa en sí, en una perspectiva que permite que cada vez se expanda más, vale decir, de adentro hacia fuera.

            A continuación, Mick señala lo que sería capaz de hacer con el departamento, es decir, reconstruir algo nuevo, dejarlo como un departamento de ensueño, específicamente después refiere en qué convertiría el cuarto, por ejemplo, pondría cuadros de linóleo azul, ceniza, cobre y pergamino. Los colores se repetirían en las paredes, etc. Lo llamativo es cuando se centra en el dormitorio, preguntándose qué es éste, “un lugar retirado”. Un sitio donde reposar y gozar en paz, que también desea transformar, por tanto, la conversación nuevamente se centrará en él.

            Finalmente, la relación entre Mick y Davies, se va volviendo cada vez más violenta, Mick trata incluso a Davies de animal salvaje, debido fundamentalmente a los problemas que éste ocasionó, pues creía que Davies era un decorador de interiores profesional, cosa que no era a ciencia cierta.

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