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Análisis del texto; “El obsceno pájaro de la noche”, Donoso.



    En primer lugar en lo que respecta a la novela “El obsceno pájaro de la noche”, ésta puede ser analizada desde diversas perspectivas, así los textos críticos se han centrado en distintas vertientes de análisis, tales como el discurso confesional que se presenta en ésta, encarnada en el personaje principal del relato; “El mudito”, ésta se manifestará y desenvolverá en una doble mirada, donde se busca contar, pero a la vez escuchar, poseyendo un narrador del tipo “testigo”. Otra arista interesante dentro de la narrativa y novelística donosiana la constituyen los elementos que pretende mostrarnos, los que se corresponden con lo marginal, oscuro y deformado, que busca en tanto sentimiento estético, mostrarnos una realidad cruda, que innumeras veces constituye una antítesis de la realidad bella y organizada que utópicamente se espera.

    Un tema central según lo reseñado por la crítica literaria, lo constituye, por otro lado, el cambio paradigmático que significa para la narrativa chilena contemporánea, lo que a su vez contrajo para el autor una fuerte carga emocional y física, en sí esta obra se convertirá en todo un portento literario tanto por su proceso escritural, temático, como implicativo. Retornando al testimonio y éste como motivo de análisis, cabe considerar que éste cobró un mayor auge en el siglo XX, pues se dieron las condicionantes ideológicas que permitieron su desarrollo, que, por otra parte devienen históricamente en una amplia tradición literaria, proveniente desde la picaresca, empleando un subgénero literario que es la autobiografía, la que de igual modo adquiere un carácter confesional.

    Desde otro ángulo, si nos adentramos aún más en el universo confesional, éste adquiere sus propias particularidades, de hecho Foucault ya señalaba algunos puntos centrales al respecto, entre ellos, por ejemplo, la imbricación con el sujeto que habla y el sujeto del enunciado, entre los cuales hay una clara relación, pese a que Foucault lo considera un ritual. Procedo a citar textualmente lo que señala en relación al problema de la confesión, entendiéndolo como una configuración de identidad: “Es un ritual de discurso en el cual el sujeto que habla coincide con el sujeto del enunciado”.  A su vez en el acto que constituye la confesión, subyacen varios elementos del orden de lo oculto y velado, tales como los deseos homosexuales, los secretos de la casa de ejercicios, el inconsciente de los personajes, entre otros, que claramente nos dan cuenta de una realidad “otra”, que incluso puede llegar a perturbar la realidad consciente, de ahí que devenga en una configuración de mundo vinculada a lo grotesco y perverso.

    Stricto sensu, el mudito será uno de los tantos personajes marginales del relato, poseyendo invariablemente características propias de la subalternidad, sintiéndose en un rango inferior a los otros, en este caso particular es aún peor, pues se situará en una doble marginalidad, ya que por un lado es un empleado, constituyéndose como aquél encargado de clausurar puertas y ventanas y, por otro, es funcionario de Don Jerónimo e hijo de nadie, en tanto es Humberto Peñaloza. En definitiva carecerá de poder y reconocimiento, siendo representado igualmente por figuras mitológicas marginales, ante todo cuando se refiere que es un imbunche.

    En relación a lo anterior, justamente la problemática de la identidad será la que lo hará adquirir su carácter de monstruoso, pues es una mezcla exacerbada de éstas, sin una hilaridad determinada y, según se refiere, el monstruo en tanto tal es un “estado inmediato al caótico” o, también se le asocia con la “exaltación afectiva de los deseos, la exaltación imaginativa en su paroxismo, las intenciones impuras”.  Nuevamente si regresamos a Focault, resultará fundamental para comprender desde otro punto de vista a la figura del monstruo, así queda referido: “Desde una perspectiva jurídica, le entrega ciertas características como la deformidad, la lisiadura y la mezcla [19].”

    Quiero hacer referencia, igualmente a este último ámbito, la mezcla, pues independiente de cuál sea ésta y en su nivel respectivo, siempre, inexorablemente, conducirá a lo monstruoso, así procederé a citar: “Esta última cualidad es la más importante para enfocar la figura del Mudito, ya que la mezcla se da en diferentes niveles, como son la de especies (hombre y animal), de dos individuos (cabezas, piernas, etc.), de los sexos (hombre y mujer) y de forma (que no posee ciertas partes). Cualquiera que sea el nivel de mezcla, siempre el resultado será el monstruo.”  Por consiguiente, aquí vemos configurada la categoría de lo monstruoso como la forma de análisis idónea que nos permite comprender la complejidad de la novela: “… Ya que la mixtura es el elemento que traspasa todos los ámbitos: se mezclan los personajes, se mezclan las historias, se mezclan los cuerpos, se mezclan los diferentes discursos, se mezclan los narradores.”

    Lo monstruoso, sin embargo, es una categoría, inclusive más abarcadora, que revela una condición de anormalidad en la novela, desde su estructura misma, rompiendo igualmente con el paradigma literario decimonónico, situándose en una situación transgresora de las clasificaciones, marco, de la ley como marco, etc; en definitiva, la monstruosidad.

    La crítica tampoco ha dejado de lado, análisis relativos al discurso de la novela, que en el caso particular de ésta posee características propias del artificio y la parodia, en el sentido que le otorgó Severo Sarduy, según lo señalado por el crítico: “El artificio es entonces, la forma de construcción de la novela a través de un proceso de enmascaramiento, de envolvimiento progresivo, de irrisión.” , siendo el enmascaramiento la forma principal en la que se nos presentan los personajes. Por otro lado, la parodia que, para Sarduy tiene como fundamento el carnaval, se define como un “espectáculo simbólico y sincrético en que reina lo “anormal”, en que se multiplican las confusiones y profanaciones, la excentricidad y la ambivalencia, cuya acción central es una coronación paródica, es decir, una apoteosis que esconde una irrisión”.

Hay, de igual modo, elementos centrales en la obra, tales como el espejo, que simbolizará la deformidad, lo asimétrico, lo imperfecto: “¿Qué refleja el espejo? La inarmonía que traspasa el cuerpo de los personajes y el cuerpo de la novela. También refleja la ruptura de la homogeneidad, ya que el reflejo que se observa es sólo una máscara, no hay rostro porque éste no existe, sólo su mala copia. El deseo pervertido, obsesivo de algo que no se puede alcanzar como son la sexualidad plena, al otro como objeto de placer, a una identidad plena, porque éstos no existen, son sólo una ilusión. Por lo tanto, el espejo es la pantalla de la carencia que al observarse detenidamente recusa toda instauración, metaforiza el orden discutido, al dios juzgado o la ley transgredida. Es por su reflejo que el narrador puede decir que es allí “donde su luz desentraña los últimos miedos y ambigüedades enfundados: soy este paquete” (p.537).

Un tema que la crítica literaria, tampoco ha dejado en el tintero, es lo que circunda el ámbito de lo mítico, estudiado, por ejemplo, por Lorena Amaro, quien se centra en la actualización de éste, específicamente en la conseja maulina, donde se producirán interminables versiones acerca del mito, donde aparece aquello que las viejas cuentan; el “se dice”.  Otros mitos fundamentales dentro de la obra, son el mito del chonchón, del imbunche y del minotauro en Creta.  Otro crítico, Miguel Ángel Náter propondrá, en cambio, un análisis que se mueve en los ejes del cuerpo, vale decir, en lo grotesco, deforme, enfermo e infectado de esquizofrenia y paranoia.

También es posible analizar dicotómicamente el mundo de las nanas y patrones, en función de relaciones binarias, tales como las oposiciones: “luz y sombra, razón y locura, belleza y fealdad y orden y caos.”

Cabe agregar, en otros términos la trascendencia que ha adquirido la obra de Donoso para el mundo en general, pues como he señalado, ha influido tanto temática, estética como técnicamente en la literatura, pero a su vez, no sólo “El obsceno pájaro de la noche” ha marcado un precedente fundamental para las letras chilenas, sino que otra de sus obras, igualmente ha alcanzado un alto prestigio, me refiero a “El lugar sin límites”, que le da nombre al ensayo de Adriana Valdés, -escritora y crítica literaria-, del cual tomaré algunas referencias, el que lleva por nombre: “Narrador sin límites. Notas sobre el obsceno pájaro de la noche, de José Donoso”.

 Según Valdés, esta obra le produjo un remezón, el que fue generado debido a la “traición” que el texto suponía, pues en este caso particular el lector ya no podrá confiar a ciencia cierta en el narrador, lo que ha cambiado en relación a décadas anteriores en la literatura chilena. Pues como citaré, en relación a la anterior novelística: “La tradicional novelística nos ofrece un pacto entre narrador y lector. El narrador se hace cargo del mundo; por un momento, podemos olvidarnos de las complejidades insoportables e ininterpetables de la vida real, y entrar en un universo acotado por alguien, que se hace responsable de su coherencia.” 

Sin embargo, lo que caracterizará la narrativa donosiana será precisamente lo contrario, con ello me refiero a que habrá una ruptura en relación al tipo de narrador decimonónico, que en este caso desembocará en el delirio, en lo ilógico, que nuevamente nos conduce a lo monstruoso: “Se rompe el pacto de la bonhomía narrativa. El lector no puede confiar en su narrador, que al ir hablando se le transforma en otra persona, adquiere una lógica distinta o se desliza hacia el delirio, y estamos en el medio del delirio, hemos perdido pie en el texto, antes de que nos demos plenamente cuenta, y podamos reacomodarnos, volver a ser lectores sensatos, decir no, lo que pasa es que ahora están hablando las viejas, por ejemplo. Nadie nos dice caro lector o devota lectora mía (esto último es de Machado de Assis, y me encanta.)”.
     Aunque Donoso no sólo hace uso de esta dislocación entre narrador y lector en “El obsceno pájaro”, sino que también en otras de sus novelas, tal como lo es, por ejemplo, “Coronación”.
    Por otra parte, un tema no menor es lo que sucede con la problemática de los géneros, la que Donoso tratará y abarcará igualmente a través de juegos gramaticales, por ejemplo, en los que profundizaré a continuación, donde si lo entendemos desde este punto de vista, es una clara referencia a la sexualidad otra, a aquello que ha sido velado y que ahora se desvela, me refiero, a la homosexualidad del autor, que inevitablemente queda plasmada en su obra: “En el obsceno pájaro, hay una caída libre del lenguaje. Personas gramaticales –yo, tú, él, ella- tiempos verbales –pasado, presente, futuro-, géneros, registros del habla: Todos ellos se entrecruzan y confunden. Por ejemplo años después, en Purgatorio, el poeta Raúl Zúrita logrará un efecto de shock al hablar indistintamente desde el género masculino y desde el género femenino; el pintor Juan Dávila, que hoy expone en Santiago, ha usado también reiteradamente ese recurso. El lenguaje del obsceno pájaro pasa de un género a otro, en el mismo hablante –o cambia de hablante en el medio mismo de una frase, y lo señala con el cambio de género. La identidad sexual –una de las primeras- si no la primera, una de las básicas, tambalea; los límites tajantes que diferencian m/f, esos límites  se desdibujan”.
    Otro punto que se vuelve necesario precisar y acotar, es el lenguaje empleado en el obsceno pájaro, donde la crítica señala que éste será propio y característico del ser chileno, se habla de un español con sus propios matices, donde hay una especie de inconsciente que nos identificaría como comunidad que compartimos una misma lengua y cultura, procedo a citar: “La segunda tiene que ver con la recuperación del inconsciente –un lenguaje- más propiamente chileno, el que se fue creando entre nosotros cuando la cordillera todavía era barrera infranqueable; lenguaje que, entre paréntesis, se está perdiendo, transformado en un español regido por medios transnacionales de comunicación. El valor testimonial de este libro como lugar en que se recoge el funcionamiento de ese lenguaje, las peculiares operaciones mentales y categorizaciones que implica, los juicios: radiografía, scanner de una mentalidad absolutamente nuestra, y desde la perspectiva no de una retórica santificante, sino precisamente de la de sus más oscuros recovecos, los que aparecen a lo largo de nuestra historia.”
    A posteriori, acotaré puntos centrales del análisis donosiano, tales como la oposición dicotómica entre el mundo urbano y el rural, representándosenos ante todo este último, donde como he mencionado con antelación, habrán determinados personajes que caracterizan a este mundo otro, ajeno a los procesos de modernización, donde prima la superstición y lo tenebroso/oscuro: “Pareciera que el relato donosiano insiste en la representación del sujeto excluido de los procesos de modernización, señalando las fisuras de los mismos. Muchos de sus personajes e imágenes nos remiten a un mundo de antaño, ajeno a las vorágines tecnológicas, a las economías complejas e impertinentes, a las ciudades desatadas. Monstruos, ancianas dementes, mendigos, habitantes de ruinas inconclusas o de patios cuyos muros de adobe están hoy proscritos por las normativas urbanísticas, forman parte del imaginario del autor chileno. Se trata, en definitiva, de un oscuro mundo habitado por figuras grotescas, espectrales y aterradoras que amenazan anárquicamente todo orden ya sea viejo o nuevo.”
    La visión y modo de entender a la mujer en la obra donosiana, igualmente ha sido reseñada por la crítica, pues desde tiempos remotos ésta siempre ha sido relegada a un segundo plano, alejada de los espacios de poder, la mujer se sitúa en aquel estado de cosas en los que la palabra no tiene validez: “En el imaginario donosiano, la mujer es también uno de estos sujetos extraños a la modernización. Excluida de aquel modelo que sitúa al ciudadano en las sendas del progreso y de la razón, el sujeto femenino se vuelve un desafío formal al lenguaje donosiano que intenta develarla, recrearla y construirla en la representación desde una perspectiva oculta: “... la mujer no es nunca algo que haya logrado formularse, sino lo que queda más allá y más acá de la formulación en los sistemas de significación”.
(Valdés, Composición de lugar 188-9). En este sentido, toda representación de la mujer ha sido excluida por la historia. “De lo que tiene palabra, ya estamos fuera” (cit. por Valdés 188): es el recuerdo efectuado por la autora en calidad de mujer de aquella afirmación de Nietzsche.”
     Consiguientemente, a través de citas textuales presentes en El obsceno pájaro, haré referencia a determinados pasajes de la obra, que nos permitirán esclarecer y clarificar algunos puntos antes señalados, tales como el ámbito de lo mítico, de lo rural y supersticioso que rodea a la novela, además de los rumores y el mundo de la oscuridad y la magia que constituyen una visión otra de la realidad, lo que comprobaremos a través de la figura del chonchón y las brujas, por ejemplo: “Quizá por los privilegios que el lazo con la niña granjeó a su nana, o porque como no encontraban explicación para tanta desgracia era necesario culpar a alguien y los malos tiempos producen malas ideas, comenzaron a circular rumores. El caballerizo se lo debe haber dicho al quesero o el quesero al caballerizo o al hortalicero o a la mujer o a la sobrina del herrero. En la noche, grupos de peones murmuraban encuclillados junto a las fogatas encendidas detrás del chiquero, y si sentían acercarse a alguien se callaban de repente, se decía, se decía que decían o que alguien había oído decir quién sabe dónde, que en las noches de luna volaba por el aire una cabeza terrible, arrastrando una larguísima cabellera color trigo, y la cara de esa cabeza era la linda cara de la hija del patrón… cantaba el pavoroso tué, tué, tué de los chonchones, brujería, maleficio, por eso las desgracias incontables, la miseria que ahogaba a los campesinos.”
    Otra figura trascendental dentro del mundo mítico lo constituye el imbunche, el que especificaré a continuación y ante todo cómo éste se va conformando y a raíz de qué y cómo surge, es de este modo que el siguiente pasaje resulta iluminador: “Contaron lo que sabían de las brujas, lo que se murmuraba de hacía generaciones, que alguien le dijo una vez a un abuelo que era necesario besarle el sexo al chibato para poder participar en las orgías de las brujas, y hablaron del miedo, del de antes y del de ahora y del de siempre, y caía el silencio, y para ahuyentar las figuras que se querían perfilar en la noche se felicitaban porque por suerte, esta vez, las brujas no lograron robarse a la linda hija del cacique, que eso era lo que querían, robársela para coserle los nueve orificios del cuerpo y transformarla en imbunche, porque para eso, para transformarlos en imbunches, se roban las brujas a los pobres inocentes y los guardan en sus salamancas debajo de la tierra, con los ojos cosidos, el sexo cosido, el culo cosido, la boca, las narices, los oídos, todo cosido.”
    El ámbito de lo supersticioso también se aprecia, por ejemplo, en lo que sucede en relación a los partos, pues estarán rodeados de misticismo, de sensaciones, inclusive de oscurantismo, donde se señala aquello que no es, de esta manera lo que podría ser una realidad en sí misma, tangible y concreta, que se explica por medios racionales, como lo es la concepción de un hijo, se vela por estos cuentos de viejas, que además vienen acompañados de una suerte de iluminismo divino como lo es la figura de Dios, al que se le atañe la culpa si es que los niños nacen enfermos, de esta manera nuevamente se vuelve a la monstruosidad, a la deformidad y lo grotesco, producto de decisiones mal tomadas: “… dicen que cuando una mujer se mete con un hombre después que está esperando, el hijo nace fenómeno. La finada Brígida me contó que por eso nunca dejaba que su marido la tocara después que quedaba esperando. Claro que todas sus guagüitas le nacieron muertas, así es la vida, Dios lo quiso así. Dicen que si un hombre se mete con una mujer embarazada el hijo nace fenómeno, un monstruo con cabeza grandota, con los brazos cortos como aletas de pingüino, la boca de sapo, el cuerpo peludo o con escamas, hasta sin párpados puede nacer y por eso los niñitos monstruos no pueden dormir y lloran todita la noche de pura pena de ser monstruos…”.

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