La metáfora del “Puzzle”, una reconfección de reflexiones, acerca de la vida como un “Tablero de ajedrez” y del “Laberinto como una Tómbola Giratoria”.
Comenzar un proceso escritural
siempre conlleva consigo una idea detrás, una trama a desarrollar, una especie
de plan, cuyo hilo conductor es preciso seguir y quizás en este caso, para la
idea que quiero concretar o encauzar, puede ser lo ideal, pues la vida y así lo
he señalado en varias de las reflexiones que me han surgido en el último
tiempo, es una serie de interconexiones, de causalidades que si miramos hacia
atrás van constituyendo este entramado o entretejido puzzle, cada pieza lo va
conformando, inclusive en otras ocasiones si bien no he empleado la metáfora
del “Puzzle”, sí he referido la metáfora del “tablero de ajedrez” y del
“laberinto como una tómbola giratoria”; en la actual metáfora a la cual
recurro, cada persona que aparece en nuestra vida es una parte constituyente de
este puzzle, que va siempre hacia el futuro, que a su vez trae consigo aparejadas
experiencias previas del pasado, es decir, este puzzle parte en un punto “x” de
nuestra vida, que puede ser su inicio y de a poco, en la medida que vamos
viviendo, se va constituyendo, es así que surgen diversas posibilidades de irlo
armando, pero sin importar por dónde sigamos nuestro camino, dentro de la
infinitud de situaciones que se nos presenten, la meta, el objetivo último es
llegar a su fin, es decir y aunque suene un tanto trágico señalarlo, al ser
seres hechos para la muerte, tal cual señalaba Unamuno, el fin del puzzle
concluye con la muerte.
Sin
embargo, pese a lo anterior, ésta no es la finalidad de la vida, al menos como
la entiendo en lo personal, sino que tal cual un puzzle se constituye, al final
veremos y apreciaremos una obra de arte, es decir, finalmente la gran metáfora
del puzzle no es nada más y nada menos que visionar la vida como el arte mismo,
un arte vivenciante, repleto de experiencias, amargas, agridulces, donde se han
recorrido lugares, donde se ha compartido halos de vitalidad junto a otras
personas, donde nosotros somos hacedores de nuestro propio recorrido y por qué
no decirlo, destino; a través de nuestros pensamientos. No obstante, a veces el
puzzle puede quedar inconcluso y quizás no se llegue al armado absoluto, pero
lo importante es que todo el recorrido y piezas formantes de él, haya sido
disfrutado, realizado en la medida de lo posible con más aciertos que fracasos
y al menos si alguien años después ve nuestro “puzzle”, podrá apuntar, qué
hemos vivido.
Esta
reflexión en sí misma posee un carácter meta-vivenciante y meta-discursivo,
pues como todo pensamiento, no surge del azar, sino que en este caso
particular, tras conocer algunas visiones que confirmaron algunas de mis
últimas teorías, es decir, que nadie llega a nuestra vida al azar, sino que
porque así tenía que ser, es por ello, que de cierto modo si nos hubiésemos
demorado unos minutos más, pese al relativismo del tiempo, no se hubiese
producido la misma experiencia y vivencia. Con ello me refiero a que el
universo y la frecuencia universal y así lo develan diversas tradiciones de
origen ante todo orientales; confabula de tal modo, que genera un encuentro
entre dos o más personas con una o varias ideas, pensamientos comunes en un
lugar y tiempo determinado, casi como una cronotopía literaria, que nunca más
se volverá a repetir, pues si bien ambas personas pueden volver a verse
minutos, horas, días, meses o años después, nunca serán los mismos tras esa
experiencia y menos aún tras una serie de experiencias que han calado en su
vida misma de manera significativa o no.
Comentarios
Publicar un comentario