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De clisés sociales, convencionalismos y patrones culturales, reflexiones de un 4 de mayo.




Sé que cada día es único e irrepetible, que cada experiencia que hemos vivido nunca más se volverá a repetir, aunque hagamos exactamente lo mismo, aunque empleemos las mismas palabras y aunemos las mismas circunstancias y nos reunamos con las mismas personas. Pues el tiempo pasa, nosotros no somos los mismos y los objetos tampoco, al fin y al cabo somos nosotros quienes les damos vida a las cosas, ponemos parte de nuestra subjetividad en ellas y por ello las hacemos únicas, así como el decir “mi casa”, “mi computador”,  “mi libro”, “mi título”, etc., pues por lo demás todo en esta vida cuesta un sacrificio personal, por ello no creo en el concepto de que existen personas más importantes que otras, ya que todos somos seres humanos, con distintas posibilidades a veces, con capacidades diferentes y hasta con cosmovisiones distintas, moldeadas por nuestra cuna y familia, por la sociedad, el ambiente y hasta el roce social que me resulta muy clisé a estas alturas. No podemos soslayar que inclusive en pleno siglo XXI, vivimos en una sociedad de clases, donde las desigualdades son notorias. Si bien cada persona hace en su vida lo que su naturaleza le permite, por ejemplo, algunos nacen para labores de índole más intelectual, donde su naturaleza radica en el pensar. No obstante, no por ello se puede menospreciar el trabajo físico que realizan otras personas, que, por ejemplo, al entregarnos un servicio, como es la alimentación, ellos ponen parte de su energía y vida en ello, para ganar un sueldo que a veces es ínfimo y que además les produce un desgaste mayor a corto y largo plazo, digo esto, porque en lo personal soy un asiduo consumidor de lugares de comida rápida, donde al ver a esas personas, que por un lado, si bien es su trabajo, me acongoja a ratos verlos trabajar para preparar tantas comidas casi automáticamente, mientras que los usuarios esperamos simplemente que nos atiendan y nos sirvan en bandeja, -literalmente.- ¿Por qué? Por el poder que el capital, el dinero, símbolo y baluarte de nuestra sociedad actual nos lo permite, de hecho sin dinero, no se es nadie, lo cual es muy triste y desde niños nos inculcan –en un sistema que por lo demás es conductista- que debemos esforzarnos para obtener una profesión y generar dinero y así se repite el mismo círculo vicioso generación tras generación y no hacemos nada para remediarlo. Simplemente nos llenamos la boca con convencionalismos y patrones culturales repetitivos que otros han creado para nosotros.

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