Cada día más próximo a mis 22 años, leo, escucho, recuerdo y re-vivencio, lloro la pérdida de los días idos, los escritos y letras perdidas en el camino, aquéllas que aún quedan y las miles que están por venir, me alegra la vida saber que mi corazón late con mayor ahínco cada día y que cada gota de mi sangre no es en vano, que cada respiro deja una huella existencial, el camino sigue, yo sigo viviendo y escribo para no olvidar, para comunicar, para dejar testimonio de esta esencia viviente, de un alma errante que atestigua lo que observa a su paso, de este ser que cada día que pasa intenta ser más humano, si es que podemos dignarnos a llamarnos tales, ésa es una condición que se gana, paradojalmente, teniendo una cuota de humanidad. Sólo dejo testimonio, sólo hago lo que puedo, esto soy yo, un enamorado de su oficio, de las letras y los artificios. Cada día, cada amanecer es para volver a empezar...
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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