Mi escritura actual no remite a
un tema único, más bien es una síntesis de experiencias vitales que deseo
compartir y en las que probablemente más de alguno se sienta identificado, con
ello me refiero, por ejemplo, a la tan mentada burocracia, que a diario debemos
vivir, el eterno papeleo para dejar constancia de nuestro nombre y existencia,
de que somos alguien en esta vida, pues nos tramitan el día a día, desde las
acciones más mínimas que realicemos, hasta el otorgamiento de certificados,
títulos, propiedades. Es una lucha continúa donde las interminables filas son
sólo una de las tantas condicionantes, pues al primar el individualismo, cada
cual quiere hacer de suyo lo que se le antoje, se discrimina a quien se
encuentra a nuestro lado y al vivir en una sociedad tan cronometrada, todo acto
por nimio que sea en consideración hacia el otro y sin que obtengamos un
beneficio personal de ello, resulta ante todo una pérdida absoluta de nuestro
tiempo y como sabemos, el tiempo vale oro. Más aún cuando hay personas que se
dicen ser más importantes que otras, cuya firma, es su fuente de vida e
ingresos.
Por lo demás, un tema que no
puedo pasar por alto, guarda relación con la experiencia del día, donde a
diario transitan cientos, sino miles de personas junto a nuestra vida, pero sólo
consideramos significativas con quiénes guardamos un espacio de correspondencia
más cercana, algún lazo que nos una en un momento o lugar determinado, vale
decir, una experiencia común que después queda en la retina de nuestros
recuerdos más vívidos. No puedo soslayar otro tema fundamental que me ha calado
hondo este año y es que ningún día es igual a otro, por ello entre más se vive,
pervive la añoranza reminiscente de aquello que se desvaneció y que no se
volverá a repetir, ya que la vitalidad no es la misma y nosotros tampoco, el
tiempo no transcurre en vano. No obstante, es preciso conservarlo como
experiencias significativas, aprender de ello. Inclusive nosotros mismos
poseemos nuestro propio pasado, donde las imágenes y escritos son sólo la
muestra latente de lo vivido, marcando la pauta de nuestra existencia,
cronometrada por el tiempo social e histórico y en un espacio determinado, por
ello nuestra propia experiencia será invaluable, ya que nunca un sujeto vivirá
lo mismo que el otro, pues la individualidad de las circunstancias hace único
al momento experienciante.
Hoy me tocó convivir y agradezco
a la vida que sólo hayan sido contados minutos, experiencias de vida cercanas
con quiénes pertenecen al mundo de los asuntos económicos y bursátiles, al
mundo de las finanzas y la burocracia a flor de piel. Pues bien, aunque sólo
tenía que realizar trámites, en mi transitar me percaté de varias situaciones.
Por ejemplo, aunque todos solemos regirnos por el tiempo, gran parte, por no
decir todos quiénes se encontraban en aquellos edificios grises, monótonos,
carentes de áreas verdes y creatividad, miraban sus relojes, celulares, no una,
sino al menos 3 veces por minuto, lo cual no sólo me pareció una manía
incómoda, sino que ello se traducía en movimientos enérgicos y estresantes. Los
Que se manifestaban en los rostros de aquellos que hacían aquellos movimientos,
que luego de mirar cómo transcurría inevitablemente el tiempo, se movían a un
ritmo vertiginoso hacia los ascensores, los que ascendían y descendían una y
otra vez, personas iban y personas venían. Vestían casi en su totalidad
chaquetas, corbatas, idóneas para su forma de pensar y actuar, qué diría
Barthes pensaba para mis adentros sobre ello, claro, esas personas no me
conocían, desconocían que en aquel momento analizaba las situaciones para
después en mi memoria registrar cada una de mis percepciones, ya que son
experiencias de las que me parecía menester dejar registro, que quizás para
ellos pasan desapercibidas, puesto que es su propio mundo y están acostumbrados
a él, así al menos se denota en pleno centro de la capital, pero para quién
prefiere el libre pensamiento, la calma y la tranquilidad, son formas de
comportamiento que rompen contra toda norma, que, sin embargo, para ellos
parecen normales.
Finalmente después de recorrer
al menos tres o cuatro notarías y haber preguntado a carabineros que me
ayudaron en buena medida, pude invertir un poco menos que mi mañana en tramitar
los papeles de esta mentada burocracia a la chilena, que nunca dejará de
sorprenderme. En fin, mañana será otro día y la experiencia siempre queda.
José Patricio Chamorro, 27/09/2013, Santiago de Chile, Ñuñoa.
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