Ya es tarde, el día está
culminando y me encuentro en la disyunción personal de mis pensamientos y
sentimientos, en la precariedad de una vida que ama, anhela y desea. La
felicidad es un estado que en primera instancia se me viene a la mente, siempre
lo he considerado tan transitorio, quisiera vivir tanto, acumular tantas
experiencias vitales como mi vida misma pudiese y, sin embargo, cada día que
pasa me convenzo más que no sé qué es la vida, de qué está hecha, sus
materiales, sus visiones. Al fin y al cabo, no serán jamás unívocas, pues cada
persona guarda su relación personal y estrecha con la vida, procuro aprender de
ellas, acerca de lo que han vivido, de qué pasado ha delineado sus rostros,
cuánto han sufrido y cómo lo hacen día a día para subsistir. Yo lo hago a
través de mi escritura, aunque más por arte que por oficio, no obstante, sí
considero que puede haber una profesionalización de la escritura, pero ésta
jamás sustituirá a la esencia del arte mismo, a escribir sin limitaciones de
tiempo y espacio, que tanto nos imponen las circunstancias de la vida. -Hace
frío, me abrigo, no someto mi escritura al procesamiento y flujo automático de
mis pensamientos, hoy estoy aquí, mañana no lo sé, pero al escribir me siento
más vivo, un café, placer, lecturas, una buena música y compañía, son mi máxima
felicidad.
Cada
día que pasa, veo y absorbo más experiencias, a veces siento que he vivido todo
y otras que he vivido nada, cientos de personas atraviesan mi vida a diario,
pero quizás se deba a la soledad de mi espíritu, que vaga en este mundo, que
nació para amar y para pensar que sólo dedico mi vida y escritos a personas que
me parecen significativas en mi propia vida. Me instruyo lo más que puedo, a
veces quisiera estar en más lugares y aprender más aún de todo cuanto me depare
el destino, la vida y mi propio entendimiento. Hoy sé que existo y si bien
siempre he sido el mismo ser, he comprendido que jamás un amanecer es igual a
otro, que las personas necesitamos ser amadas y comprendidas, que las ideas no
surgen de la nada, que podemos direccionar nuestras vidas a través de una mente
y manos maestras, que mientras tengamos el vigor de la juventud, la paciencia
del pasar de los años y mantengamos nuestra esencia, firme y con la cabeza en
alto, la vida jamás nos pasará por encima. Hoy estoy solo, me gusta esa
sensación, me reconecto con mis propios sentires , paradojalmente, a un par de
cuadras de donde vivo se está realizando un concierto masivo. Podría estar
allí, ser uno más entre la multitud, sin embargo, mi propia voluntad y forma de
ser y actuar, me dicta que no, que siga mis propios consejos, que pese a que
pueden estar sujetos a errores e imprevistos, que permanezca en este estado
burbujeante que es una soledad acompañada. Mientras me mantenga lúcido, tenga
un buen libro al lado y como me suelen decir, mantenga el don inmaculado de la
palabra, aunque me encuentre en cualquier lugar del mundo, jamás estaré solo.
Hoy
pienso y miro hacia atrás, es un ejercicio que hago más o menos a diario, pues
he registrado los más mínimos detalles de mi vida, para recordar hasta los
detalles más nimios de lo que he ido viviendo, pese a que aunque se pudiese
desarrollar una aguda pluma y un don sublime en la descripción a través de las
palabras, la realidad, la vida misma, es inabarcable.
Por otra parte pienso, que estar en esta
sociedad donde nos señalan una y otra vez que debemos competir frente a los
otros para ser alguien en la vida, donde me causa un incoformismo extremo, pues
en lo personal, toda mi vida he sido el mismo ser, independiente de dónde y
frente a quién me encuentre. Cada acción que realizamos, cada movimiento, cada
acto y pensamiento definen nuestra propia existencia. Pues bien, haciéndole
honor a aquella forma de entender la vida y convivencia social, es que uno
termina poniéndole su sello personal, su marca, su nombre, a cada escrito,
trabajo intelectual, artístico, invento, experiencias, imágenes, fotografías y
cuanto centenar de vivencias y ocurrencias tengamos. Nuestro nombre y firma, si
bien en parte fundamental nos definen y dan cuenta de lo que somos o lo que
pretendemos ser, nos hace caer en un individualismo exacerbado, anulando a
otro, que al igual que uno, lucha por subsistir, que teniendo o no condiciones
similares de vida, herramientas o facultades, al igual que cada persona,
intenta ser alguien en la vida. No
obstante, me vuelvo a hacer la misma pregunta, ¿Por qué es necesario ser
validado por otro, para confirmar nuestra propia existencia?. ¿Por qué es
necesario que el otro conozca nuestro nombre, a título de qué?, cuánto
anonimato existió y pre-existió en diversas épocas literarias y escriturarias.
En
innumeras veces siento, acaso quizás no me equivoco, la escritura se transforma
en una suerte de defensa personal frente al otro, que es distinto a mí, un
soporte que nos individualiza, que pone límites pre-fijados, pues cada persona
es impredecible y cada cual actúa de determinada manera frente a las
circunstancias de su propia vida, espero no perder la esencia reflexiva y que
mi mente guíe cada acto y recuerdo, escrbir para recordar, mantener el legado
de la memoria, con esas palabras me quedo en este día, las etapas de vida de
cada escritor son un enigma en sí mismo, quién sabe, si quizás en un par de
años, me vean enfrascado en el desciframiento de mis propios pensamientos y
escritos de juventud.
José Patricio Chamorro, 02/10/2013, Santiago de Chile, Ñuñoa.
Comentarios
Publicar un comentario