Crimen pasional en Chillán (Extraído del manuscrito del 26 de junio del 2015)
Agónico en el octavo piso; se
encontraba la muerte, al borde de un sofá aterciopelado y una lámpara luminosa
de media noche. El cuerpo yacía emblanquecido como palidez mortuoria, entre las
sábanas frías de lo que fue la noche anterior; no se sabe a ciencia cierta si
fue despecho o mal de amor lo ocurrido aquella jornada. Estaba la chimenea
encendida aún, con los rescoldos de las cenizas y ardiendo a fuego lento. El
cadáver parecía de otro tiempo, de una época remota, de aquellos tiempos en los
que el deseo supeditaba la pasión, la muerte por venganza de amor ya no tiene
la frecuencia de antaño en que morir por amor, se hacía merecedor de la gloria
eterna.
La puerta que daba a su
departamento estaba entreabierta, la luz apagada y la lámpara encendida, la chimenea
aún humeaba. Roberto se encontraba desnudo con un puñal que sobresalía clavado
en su pecho, junto a su corazón. Esa tarde de invierno se encontraba solo,
probablemente recordando a la mujer que lo abandonó hacía una semana. La muerte
lo acechaba, el fuego ya no humeaba, los detectives ya no se sorprendían por
tales episodios, era parte de su rutina. La puerta fue cerrada y así como la
metáfora de un crimen casi perfecto, el caso concluyó en un abrir y cerrar de
ojos. Se abrió el expediente por crimen pasional y la vida de aquel hombre se
fugó entre las manos. Crimen y castigo, pasión y muerte en una ciudad
ensuburbiada. La luz se apagó, sólo las cenizas acompañaban el rescoldo
estertóreo del cuerpo agonizante.
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