Agustín Squella: Deudas intelectuales, Colección vidas ajenas. Ediciones Universidad Diego Portales, 2013. 212 páginas.
Agustín Squella:
Deudas intelectuales, Colección vidas ajenas. Ediciones Universidad Diego
Portales, 2013. 212 páginas. José
Patricio Chamorro.
Deudas intelectuales se ciñe
bajo la pluma de Agustín Squella como una obra que recorre por la vida de
cuatro escritores y filósofos, el escritor Porteño Carlos León y los filósofos
del derecho Hans Kelsen, Norberto Bobbio y Jorge Millas. ¿Pero qué es una deuda
intelectual? Las deudas son aquello que se contrae con alguien, con una persona
o con algo, generalmente una institución financiera, que en el caso de la
biografía intelectual de un autor, guarda relación con las lecturas que ha
hecho en determinados puntos de su vida y cómo éstas han influido de uno u otro
modo, dando paso a la conformación de su propia obra. Es así que el autor nos
ofrece adentrarnos en un universo intelectual, con personalidades propias, con
historias de vida ligadas al saber jurídico, a la enseñanza académica y vidas
que bordean los sobresaltos peripéticos. Agustín Squella, redacta el prólogo
que nos abre un horizonte de expectativas al libro que nos convoca, en Viña del
Mar, donde nos deja entrever su propia vida, sus lecturas personales e
influencias que como señala, son del orden académico, jurídico y filosófico. A
su vez nos da a conocer cuál era su itinerario, no sólo de lecturas, sino cómo
iba completando su formación intelectual, a través de la lectura de novelas,
escritura de cuentos y obras de teatro, veía asiduamente cine e inclusive había
realizado un cortometraje, es decir, nos encontramos ante una intensa vida como
intelectual, dedicado a varios conocimientos y saberes. De este modo nos relata
sus primeros encuentros y escarceos con Hans Kelsen, con quién asiduamente se
reunía en su casa de Berkeley, California, de quién será deudor de sus
convicciones jurídicas.
Luego, nos habla sobre su
relación con Norberto Bobbio, otro de sus deudores intelectuales, con quién
compartió ideas políticas. Inclusive, aquellos convirtieron de sus vidas en un
triángulo de ideas intelectuales, en la que los tres se frecuentaban para
debatir ideas. En cambio, su encuentro con Jorge Millas, fue mucho más tardío y
con Carlos León, logró un pupitre en Filosofía del derecho, tras la jubilación
de éste. Al fin de cuentas, cada uno de ellos un temperamento y una
individualidad, que atraviesan los cuatro capítulos y descripciones de estas
vidas, marcadas por un tinte personal, cuyas descripciones arrojadas por el
propio autor, van confeccionando su propio carácter vital, en efecto, así Hans
Kelsen, será el caminante cansado, Norberto Bobbio, el piamontés sedentario y
Jorge Millas, el irremediablemente filósofo, mientras que Carlos León será el
hombre de playa Ancha, donde ninguna de estas adjetivaciones será puesta al
azar.
Los cuatro señeros autores que
afloran y emergen en la singularidad de este libro, empezando por Kelsen,
resulta significativo su aporte a áreas como Teoría política, Derecho
Constitucional y Derecho Internacional público. Si bien, la misma perspectiva
del autor, nos da indicios de la personalidad y carácter del Teórico político,
el libro “Ecos de Kelsen: Vida, obra y controversias, editado por Gonzalo A.
Ramírez y publicado en 2012 por la Universidad del Externado de Colombia”, se
vuelve una base crucial para desentrañar su propia biografía. Además de la
publicación del libro, podemos añadir un dato anecdótico que nos dé cuenta de
cómo era el susodicho personaje, vale decir, su actitud y forma de
desenvolverse ante la vida, rasgos que se perfilan en su rostro y que nos
advierten de un carácter ya convertido en hábito: Así aspectos como que era un
hombre reflexivo, un pensador, un filósofo o un jurista, un hombre acostumbrado
al pensamiento riguroso o un alemán, este último apelativo, probablemente
debido a su rigurosidad en el carácter, que saltan a la luz. En lo que respecta
a su biografía, indefectiblemente ligada a su vida como teórico del derecho,
estuvo igualmente marcada, por desquebrajamientos personales, como lo fue la
muerte de su mujer en 1973, que sin lugar a dudas demarcó una trágica línea
desde aquel episodio emocionalmente cargado de su vida. Así, fue que tras este
incidente, su prolífica vida intelectual, con cientos de manuscritos a su
haber, tuvo un cese radical, declinando en un período de ausencia escritural,
donde tras largos tres meses, en una agonía perpetua de escritura, a sus 92
años, abandonó el mundo terrenal.
En el Itinerario biográfico de Hans
Kelsen, el caminante cansado, austriaco,
nacido el 11 de octubre de 1881, sobresalen desde su tierna infancia y
educación, sus vínculos con la literatura, que con el correr del tiempo, en
especial durante su juventud, serán transportados a la filosofía. Si bien el
libro del cual me hago cargo como crítico, nos habla de las influencias
intelectuales, no podemos olvidar a aquellos que son maestros universales, cuna
de la cultura y del saber occidental, que ya en la juventud de Kelsen
estuvieron presentes, así autores como Schopenhauer y Kant, esclarecen sus
inicios por la senda de la filosofía, que a su paso se encontraría frente a
frente a la figura de Max Weber y el filósofo inglés del derecho, John Austin.
Una de las citas, que resulta
clarificadora, es que la que describe en sus propias palabras, dando fin a la
redacción de su autobiografía, donde se revela cómo se concebía a sí mismo, su
forma de enfrentar y ver la vida, la de un cansado caminante: “Mientras redacto
estos recuerdos, he llegado a los sesenta y seis años de edad. A través del
amplio ventanal, junto a donde se encuentra mi escritorio, observo más allá de
los jardines la Bahía de San Francisco y el Puente Golden Gate, tras el cual
fulgura el océano pacífico. Aquí será probablemente el postrer sitio de reposo
del cansado caminante.”[1]
Su propia experiencia vital, resulta
fundamental para comprender su pensamiento, el que es ante todo inspirador,
para quiénes se adentran en el mundo de las ideas y ven en quiénes dedican su
vida a ello, el reflejo fiel de ser felices en el quehacer cotidiano de su
profesión: “Alguna vez preguntaron a Kelsen cuáles habían sido sus experiencias
fundamentales como hombre y como profesor, y parte de su respuesta fue ésta:
Una experiencia quisiera yo expresar; a saber, que en la vida, aun en una
esencialmente desenvuelta entre hombres de ciencia, es importante, ante todo,
el carácter moral del hombre; que el amor a la verdad, el autoconocimiento, la
paciencia, la voluntad de no hacer mal a nadie y de controlar, tanto como sea
posible, el natural afán de sobresalir, no son menos importantes que el saber
objetivo, y que estas propiedades del carácter tienen influencia incluso en los
resultados del trabajo científico.”[2]
Norberto Bobbio, Turín 18 de
octubre de 1909, recibe el apelativo de El piamontés sedentario, que como
veremos más adelante se debe a la elección personal de su estilo de vida, dado
a lo hogareño, al ser amo y señor de sus dominios en la tranquilidad de su
hogar, que un trotamundos, en sus propios términos. La descripción de la vida
de este hombre e intelectual, comienza con la fechación de su muerte, acaecida
el 9 de enero de 2004. ¿Pero quién era este personaje?, ¿Qué podían decir
quiénes lo conocieron?, ¿Cuál era su carácter y en qué se le fue la vida?
Bobbio se caracterizó en definitiva por defender con fiereza y ahínco sus
propios argumentos e ideas, con la ferocidad de quién ha dedicado su vida a
ellas y que estaría dispuesto a entregar su vida por expiarlas: “Fiero a la
hora de defender sus argumentos acerca de los múltiples temas jurídicos,
políticos, morales y ciudadanos que analizó a lo largo de su vida. Y justo, es
decir, exacto y arreglado a la razón, al momento de defender sus puntos de
vista y de participar en los debates públicos, que nunca rehuyó.”[3]
Uno de los adjetivos quizás más
aplicables a la personalidad y carácter de Norberto es el de justo, lo que se
manifiesta en cada acto desempeñado en su vida, pues su lucha personal era una
lucha social, por el bienestar no de unos pocos, sino de todos, velar por la
igualdad de condiciones. Hay un ensayo, escrito por este autor turinés, que no
se puede soslayar, pues en él quedan plasmados sus valores y temperamento, el
que lleva por nombre: “El elogio de la templanza”, donde se reivindica con una
ética basada en la virtud, ¿pero cuál fue el propósito de su escritura? Quizás
podamos desenmarañarla a través de la distinción diadíca entre mansedumbre y
templanza, donde sostiene: “El hombre manso, sostuvo, es la persona calmada,
tranquila, que no se enfada por pequeñeces, que vive y deja vivir. Cosa
distinta, la templanza es una disposición de ánimo que sólo aparece – y
resplandece- ante la presencia del otro.”[4]
A raíz de esta distinción, nos adentramos en otro punto crucial en el
pensamiento del autor, a saber su pensar analítico, el que se expresa en la
definición por oposición, en conclusión, se opone a la arrogancia, a la
prepotencia y a la perversidad, basándose la templanza en el respeto por las
ideas y modos de vivir de los demás. Sin embargo, este pensador y lo deja
expuesto en sus propios excursos, no se ve representado, ni imbuido por aquella
virtud, que, no obstante, admira ver en otros, pues él tiende a ser una persona
de carácter e ideas enérgicamente iracundas: “No, no la siento cercana a mí, y
lo confieso francamente. Me gustaría poseer la naturaleza del hombre moderado,
pero no es así. Soy demasiado a menudo presa de las furias (y digo furias y no
furores heroicos) como para considerarme un hombre moderado.” [5]
Volviendo al perfil de Bobbio,
éste se vio caricaturizado y representado por un alumno en 1927, donde se
percibe un trazado enérgico de su nariz, la contracción de su boca y su
determinación. Acompañado de una serie de fotografías de su vida, hasta la edad
de 87 años, donde se lo ve tan campante y enérgico como en su juventud, lo que
da cuenta de un verdadero carácter. Finalmente, se puede determinar su
descripción, como adscribí al principio, sobre este piamontés sedentario como
un bogianen en sus propios términos, tal definición nos habla de aquellos que
no se mueven, que permanecen siempre en su agujero, todo lo contrario de un
trotamundos.
Las deudas intelectuales son un
círculo en el que cada pensador se sienta sobre hombros de gigantes, pues así
como Agustín Squella, se posa sobre los hombros de Bobbio, éste lo hizo
inspirado en Hobbes, en su Leviatán, quién contribuye a formar sus ideas
políticas: “El individualismo, el contractualismo y la idea de paz a través de
la constitución de un poder común.”[6]
En su voluminosa obra, nos vemos enfrascados ante cuatro personalidades, en un
mismo personaje, de cierto modo, Bobbio es una figura cuatripartita, de
filósofo, filósofo del derecho, filósofo de la política e intelectual. ¿Cuál es
el rol que juega este saber en la sociedad?: “En su opinión, el papel de los
filósofos, es comprender el mundo, explicarlo y en el caso de la filosofía
jurídica, comprender y explicar ese fenómeno de la vida en sociedad que
llamamos derecho.”[7]
El tercer pensador que nos
convoca es Jorge Millas, cuyo apelativo es el de irremediablemente filósofo, 17
de enero 1917, adherente de una filosofía antimarxista, cuyas características
de su personalidad, ya se comienzan a delinear desde su infancia, tímido,
moreno y frágil, donde sus características de filósofo ya se veían venir, pues
se hablaba de que era pedante, afectuoso e introvertido y, que paradójicamente,
su contextura física, que era mínima, sobresaldría por sus aptitudes
intelectuales. Siendo, por otro lado, su interés por la literatura y la poesía,
ya incipiente por aquellos años. Una característica que resulta fundamental en
su propia vida y formación y que no podemos menos que nombrar, es al grupo al
cual perteneció, autodenominado: “El quinteto de la muerte”, este grupo fue
integrado por Nicanor Parra, Luis Oyarzún, Carlos Pedraza, Hermann Niemeyer y
Millas. Este grupo alcanzó su gestación y plenitud, en plena adolescencia de
estos intelectuales, época convulsa para cualquier alma sensible, que se deja
entrever en la propia descripción que hace Millas en cómo identificaba a este grupo,
con personalidad propia, desde catalogarse como iconoclastas, celosos de su
independencia personal, izquierdistas sin odio ni dogmatismos, mateos y
abominaban la vulgaridad y la pedantería y, haciéndole honor al título del
grupo, se creían, literalmente, la muerte. ¿Quién lo dirigía, quién era su
gurú? Nada más y nada menos que Jorge Millas. Entre los libros que publicó en
su juventud, encontramos: Homenaje poético a España y Los trabajos y los días.
La educación en Millas, no deja de ser brillante, luego de sus estudios en la
enseñanza media, prosiguió con derecho, historia y filosofía, donde en 1943 se
graduaría de esta última. En 1945 obtuvo en Estados Unidos el grado de master
of art en psicología. De lo que imbuye este autor es de sus altas ideas, de esa
filosofía más pura, el amor al conocimiento que encumbra el espíritu, fiel
reflejo de su personalidad, dada al individualismo y la independencia personal.
Millas murió el 8 de novimbre de 1982, de un tumor cerebral y la historia dicta
que murió filosofando y hablando de los juicios sintéticos aprioris kantianos.
El cuarto y último que agregamos
a nuestra lista, es nada más y nada menos que el escritor Porteño Carlos León,
1916, el hombre de playa Ancha, cuya relación con el autor pasó de ser un
alumno y discípulo, a un amigo y, en relación a su obra, ésta era de corte
periodístico y literario. El aspecto más visible de este intelectual, era en lo
que tocaba a sus lecturas más asiduas del derecho, las que iban desde Aristóteles,
Tomás de Aquino, Kant, Hegel, Kelsen, extendiéndose más en filosofía del
derecho con Stammler, Radbruch y Del Vecchio. Su descripción, se reduce
básicamente a identificarlo como un hombre alto y moreno, cuyo contraste entre
una tez oscura y una mirada luminosa, lo convertían en un hombre singular, que escribía
cuentos y novelas. León, innegablemente, era un hombre de frases que se te
grababan a fuego lento en la memoria, llegándose a decir, que era capaz de
decirte diez frases por hora. La invitación queda abierta a conocer más de
estos cuatro autores, pero ante todo, del filósofo porteño, quien poseía una
voz de cafés, más que de bares y al ser el ambiente el que define al ser, dejes
de tranquilidad, apacibilidad y buen carácter se dejan entrever.
Taller
de Crítica Literaria – Facultad de Filosofía y Humanidades- Universidad de
Chile.
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