Quien duerme con un poeta está
destinado a la eternidad. Estar con alguien que escribe, que con sus manos crea
y recrea mundos apetecibles, siempre es una experiencia revitalizante. Algunos
tienden a ser más juveniles, risueños, sobretodo unos besadores únicos, que
saben hacer suya cada parte de tu cuerpo, sus caricias son sensaciones para el
alma, sus cuerpos entrechocando a vaivenes y cadencia profundas y penetrantes,
grandes proporciones, intensas, sintiendo cada músculo y miembro como carne
viva, el relajante masaje de despedida. El éxtasis mismo, continuar sin parar,
sin detener los cuerpos, en la sonoridad natural de sus gemidos. Es en ese
instante en que el cuerpo no puedo expresar en palabras las sensaciones, cuando
los labios no hablan, sino que se preparan para el placer, cuando te
compenetras con la pasión de los cuerpos, la carne, la voluptuosidad del
momento, el fluir en letanías silenciosas, que guardan secretos y que encierra
miradas, donde el erotismo lo dice todo, para saberse nada, en que las palabras
sobran y los poros se dilatan y se abren de par en par como las piernas al
encuentro casual de dos amantes prófugos de sus vidas y ardorosos de vida. Ir
en esa búsqueda inesperada de frenesí y desolación por el complemento de esas
caricias, por el tacto penetrante de dedos alargados y por los sabores
percibidos en ese fuego abrasador de una intensa noche oscura.
Para algunos la noche es
intensidad, es momento perdido o momentos para el descontrol, no obstante, para
mí, es centrarme en lo más íntimo de mi ser y reencontrarme con mi otro yo,
aquel que se desprende para escribir y ser libre a través de esa fluidez que es
la escritura, estar y no estar, ser en ausencia, elevarse con cada palabra y
con cada aliento que mana de mis dedos y la punta de mi lengua. Cuando me
pregunto por qué escribo o para quién lo hago, como cualquier otra pregunta
existencial en mi vida, simplemente concluyo que para encontrar esa otra parte
de mi existencia más allá de lo cotidiano, más allá de mis propios límites. Genio
y figura es crearse a sí mismo en los instantes de la hostilidad del mundo, es
ser y no ser, es parecerse a sí mismo, sin reconocerse para ser otro y al mismo
tiempo uno. Reconciliarse con las máscaras y destrozas los paradigmas,
interpretar el pasado a merced de nuestro futuro. Instaurar un presente ausente
de nostalgias y recuerdos en la memoria del olvido.
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