Ir al contenido principal

"Sin el foco de la cámara", Re-lectura a una reflexión que escribí hace 2 años.


Sin el foco de la cámara, como una experiencia única comenzó este día, en ese afán de registrar cada instante de mi vida, aquello en lo que mis ojos se centran, ya sea en un paisaje, en el ulular del viento en los árboles y sus ramajes verde oscuros, en los transeúntes, en los colores del día, en las puestas de sol, es por lo que siempre porto mi cámara amiga, aquella compañera de tantos e itinerantes viajes, las que sustituyo por temporadas, según sea mi última y más reciente adquisición, cuya precisión óptica intento que sea la más ideal. 

Sin embargo, hoy recorrí las calles de mi ciudad, aquella por la que he avanzado y caminado tantos atardeceres y he asimilado tantas historias, días de lluvia cuyas peripecias tuve con mis amigos de ese tiempo, día de frío invierno e insoportable calor, conservo cada risa, cada palabra y cada secreto como el mayor de los misterios, los lugares que he visitado, los sitios que he recorrido y a quiénes he saludado. Quién sabe las vueltas que da la vida, por ello siempre muestro mi más sinceras palabras y saludos a quién se cruce en mi camino.

Inicié mi caminar sin cámara en mano, pero pude apreciar con mayor atención aquello en que no me había enfocado, comprendí otras perspectivas de aquellas calles, de los edificios y parques aledaños, inclusive el día me pareció distinto, ya no estaba contemplando como acostumbro, sino que más bien ahí estaba, fluyendo con la vida, siendo partícipe del movimiento y energía vital, de ese no parar para completar ciclos y seguir ad infinitum hasta renovar energías, para comenzar otro nuevo día y otra nueva vida.

 Si bien, en el último tiempo he perseguido el ideal de no vivir en el pasado y disfrutar del presente, siempre se me vaticinan los recuerdos, se me superponen las imágenes de quiénes han compartido conmigo en el pasado y de quiénes están conmigo en el presente, jamás he creído en el azar, más aun para quiénes escribimos, sabemos que las conjunciones de las letras no son azarosas, todo posee una razón de ser que siempre me deslumbra, una escritura primordial, única e irrepetible, al fin de cuentas el sello personal de quién da cuenta de su propia experiencia de vida. Así como conservo las imágenes de los días idos y de mis pasos, facetas y el ser consciente de mi existencia, escribo por una razón, quizás la que dio el fundamento desde los orígenes de los tiempos a la escrituras, trascender, dejar memoria de sí y de aquel tiempo en que nos tocó vivir.

Como anécdota de vida y que tendré en cuenta para futuras salidas, de vez en cuando es bueno dejar la cámara de lado y disfrutar del día en su esencia, tal cual se nos presenta, no a través de un prisma que tergiverse la imagen, sino que deleitarnos en su estado natural, así como el mundo ha sido creado, con la experiencia protagónica de nuestra retina.

Chillán, 1/2/2014.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ensayo, “Los chicos del coro, una película que cambiará nuestra mirada hacia la pedagogía”.

En la película, los chicos del coro, vemos una realidad de un internado ambientado en la Francia de 1949, bajo el contexto de la posguerra. Esta institución se caracteriza por recibir a estudiantes huérfanos y con mala conducta, que han vivido situaciones complejas en términos de relaciones interpersonales, pues muchos de ellos han sido abandonados o expulsados de otras instituciones. Con el fin de reformarlos el director del internado Fond de I’ Etang (Fondo del estanque), aplica sistemas conductistas de educación, sancionadores y represores como encerrarlos en el “calabozo”, una especie de celda aislada cuando se exceden en su comportamiento. Sin embargo, la historia toma un vuelco con la llegada de Clément Mathieu, músico que se desempeña como docente y quién aplicará métodos no ortodoxos en su enseñanza los que progresivamente irán dando resultados positivos en los chicos.                 Respecto a las temáticas que se abordan en la película, por un lado resaltan los a

"La Hormiga", Marco Denevi (1969).

A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia. Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido

La taza rota.

Esa noche había llegado tipo diez, hacía un clima enrarecido, hacía frío, pero sentía calor, quizás no era el tiempo, tal vez era yo, no lo sabía, pero algo pasaba y si bien hasta cierto punto todo parecía normal o aparentaba serlo, algo había cambiado. Llámese intuición, dubitación o sospecha, en aquella casa a la que llegaba a dormir sucedía algo que había desestabilizado y quebrantado la rutina, no era sólo que mi mundo cambiase, sino que la realidad hasta cierto punto superaba la ficción, el tiempo ya no parecía correr a pasos agigantados, sino que incluso se detenía en estática parsimonia, para lo que sólo me bastó observar el reloj que se encontraba en la pared, en la esquina opuesta a la puerta de entrada a la casa y, efectivamente, las horas y minutos en aquel reloj no avanzaban, sino que las manecillas se habían paralizado de por vida, lo pensé unos instantes y no había explicación para ello, salvo que se hubiese quebrado, caído o algo por el estilo, en fin, lo consideré só