El Escritor
Cada atardecer sus
manos doloridas y sus ojos extenuados se detenían en los rayos de sol y las motas de polvo que atravesaban
su ventana. Ese día el crepúsculo se eclipsó por los recuerdos y los vagos
sueños que nublaron su razón. Fue en el instante preciso en que el mundo se detuvo.
En la lucidez de su agónico aliento
buscó, aun sin saber qué encontrar y sin saber dónde ir, se devanó los sesos,
revivió su escritura enajenada de juventud y ni aun la pobreza en el ocaso de
la vida, ni la ingratitud de su miseria lo pudieron contener. Agolpó su mente
un pensamiento y fugaz como la memoria del olvido, desvanecida en el murmullo de
su taciturna y quebradiza voz, se dejó oír pronunciada como sentencia
epifánica la palabra compasión. La muerte fue su última esperanza.
13 septiembre
2017
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