Matices.
José Patricio Chamorro, 3 octubre 2017. Chillán.
Caminar contra reloj es siempre un ejercicio interesante para poner a prueba la capacidad para llegar a un lugar en menos tiempo del estimado. Me encontraba en aquellas andanzas y cavilaciones cuando irrumpió en mi mirada un grupo de cinco amigos que disfrutaban con fruición una canción que tarareaban. En mi mente vislumbraba lejanas tierras, donde aquellos hombres libres, gozaban de las simplezas de la vida y de la naturaleza virginal al son de ritmos afrocubanos. Sentí la imposibilidad en mis ojos de ver, mi corazón interpretaba mejor que mis sentidos aquel cuadro.
Mientras mis oídos se dejaban llevar por la cadencia sonora y rítmica entre risas que parecían de otro lugar, más allá de lo que podía escuchar, uno de ellos se aproximó y me hizo ser parte de aquella fiesta sin tiempo, ni espacio. Por primera vez comprendí que la maravilla son los instantes que nos hacen humanos y que la sonrisa es la ventana al mundo. Esa tarde como una obra de arte cubierta por una tela, mi cuerpo se transfiguró a un matiz oscuro y tornasolado bajo los rayos del sol. Al fin había encontrado mi piel.
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