El acto de hacer una actividad en conjunto o individualmente, cuando nos proponemos hacer algo junto a otro, es poner nuestras energías en esa acción, aprender de lo que el otro nos puede enseñar, en un proceso no asimétrico, sino que simbiótico, pues aprendo de otro y el otro aprende de mí, en un aprender haciendo e interactuando, como un acto de canalización de ideas y acciones, de órdenes y funcionalidades, de los tecnicismos que se incorporan en la faena a realizar y cómo éstos se adquieren una vez realizada. El acto mismo es meta-actuación, pues ejecuto una acción que de manera escalonada, conlleva en sí una serie de acciones superpuestas que en su totalidad constituyen el macroacto de aquello que se ha hecho, es un focalizar psinérgico de acciones donde los sentidos se ponen en marcha, para equiparar nuestra concentración y entendimiento en el procedimiento a realizar, de aquello en lo que se centra cada accionar.
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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