Seminario Literatura de la Guerra civil española: Memoria y testimonio. (Universidad de Chile, II semestre 2013)
Dedicado a mi
Estadía en Santiago por cuarto año consecutivo, a mi familia y con quiénes he
tenido la dicha de cruzarme en su camino.
Introducción
La obra poética de Alberti, resulta
sin lugar a dudas crucial para comprender la literatura española de la guerra
civil, pues su propia biografía es un recorrido itinerante desde sus primeros
escarceos en la pintura, hasta el retome definitivo de la senda de las letras.
Marcada desde 1931 y su filiación al Partido Comunista, que devendrá en una
poesía de corte político-social. No despreciable son las influencias que
recibirá de la poesía española clásica, destacan así influjos de maestros como
Góngora, a quién rinde homenaje, pero que de manera contrastiva adquiere
matices vanguardistas con dejes surrealistas en su actualización, atravesada
por motivos de la vida moderna. En lo que respecta a sus características
formales, la poesía albertiana es más bien formalista que contenidista, por ello
sus incursiones apuntan a la renovación y experimentacin constante de figuras
literarias y juegos de palabras.
La obra a
analizar se adscribe a la corriente literaria del neopopularismo, junto a otras
dos obras, siendo la tríada poética sobresalida por: Marinero en tierra, La amante y El alba del alhelí: “Estas
tres obras -que constituyen el núcleo del quehacer poético de Alberti hasta
1926 inclusive-, están compuestas por poemas breves, rítmicos, de corte
musical, en los que se reinterpretan los motivos tradicionales con un sello personalísimo;
poemas en que se combinan la inspiración popular y la expresión culta, la
sencillez más extrema junto a la máxima condensación expresiva, y que, a nuestro
personal entender, constituyen lo mejor de su obra; poemas en los que ya se aprecia
ese virtuosismo formal que ha caracterizado siempre a Alberti”[1].
“El tema principal de la obra es la nostálgica añoranza
del mar: el vivir tierra adentro desde
los quince años ha creado en el espíritu del poeta un recuerdo imborrable de
esa bahía de Cádiz que le vio nacer -y cuyas cenizas, con el correr de los
años, albergará en su seno-, y que se difunde, con gran acierto, por la mayoría
de los poemas, especialmente de los que integran la “segunda parte”. Este tema
principal -la actitud sentimental de Alberti frente al mar, de irreprimible
añoranza- se articula en torno a una serie de “motivos marineros”, que el
propio poeta enuncia así –de nuevo, en sus memorias-: “Aquella novia apenas
entrevista desde una azotea de mi lejana infancia portuense se me fue
transformando en sirena hortelana, en labradora novia de vergeles y huertos
submarinos. Empavesé los mástiles livianos de mis canciones con gallardetes y
banderines de los colores más diversos. Mi libro comenzaba a ser una fiesta,
una regata centelleante movida por los soles del sur <...>
Me imaginé pirata, robador de auroras boreales por
mares desconocidos. Entreví un toro azul -el de los mitos clásicos- por el arco
perfecto de la bahía gaditana, a cuyas
blancas
márgenes, una noche remota de mi niñez, saliera yo a peinar la cauda luminosa
del cometa Halley. Vi, soñé o inventé muchas pequeñas cosas más, sacadas todas
de aquel pozo nostálgico, cada día más hondo, según me iba alejando de mi vida
primera, tierra adentro”.
Corpus y
desarrollo de la investigación.
La hipótesis que formulo para mi presente trabajo de investigación,
guarda relación con la obra poética: Marinero en tierra, escrita por Alberti,
es así que el análisis de algunos de sus poemas y fragmentos, se abocará a
comprobar la relación biográfica del autor y su obra, presente en éstos: “Alberti
se instala en San Rafael de Guadarrama -para recuperarse, en un sanatorio de la
sierra madrileña, de una enfermedad pulmonar- durante los veranos de 1922 a
1924; y allí escribe los poemas de un libro inicialmente titulado Mar y tierra -y que, al publicarse,
en 1925, tras obtener el Premio Nacional de Literatura, llamará Marinero en tierra-. El propio
Alberti explica, en sus memorias -La arboleda
perdida la génesis de esta obra: “Como su nombre daba a entender, Mar y tierra se dividía en dos
partes. La primera agrupaba los poemas debidos directamente a la serranía
guadarrameña, junto a otros de diversa temática, y la segunda -que titulaba Marinero en tierra-, los que iba sacándome de mis nostalgias del mar de
Cádiz, de sus esteros,sus barcos y salinas <...>”[2].
La métrica será igualmente un tema no
descartable, sino que a considerar, destacando métricas elegíacas de tercetos y
cuartetas y su rima: “En
cuanto a la rima, se emplea indistintamente la asonante y la consonante, y son
muchos los poemas en los que, gracias a su adecuada distribución, se obtienen
sorprendentes efectos musicales –por ejemplo, el titulado “Dondiego sin don”-.
Y aunque el verso más usado es el octosílabo, son también frecuentes los
heptasílabos, tetrasílabos, hexasílabos y eneasílabos; y no resulta inusual la
heterometría en un mismo poema -por ejemplo, la combinación de versos de
cuatro, seis, cinco, ocho, nueve y tres sílabas en el gracioso poema “¡A
volar!”, compuesto de quince versos, agrupados en tres conjuntos estróficos de
cinco, siete y tres versos-. “[3]
Contextualización
histórica y biografía del autor.
“Rafael
Alberti nació en el puerto de Santa María, Bahía de Cádiz un 16 de diciembre
del 1902. Su vocación poética se la debe a su madre, mujer sensible y llena de
lirismo. Es el más pequeño de cinco hermanos que tuvo el matrimonio de Agustín
y María. Fue nieto de bodegueros y proveedores de vino. En 1917 se traslada con
su familia a Madrid, para dedicarse a copiar pinturas en el museo del Prado
porque la pintura era su principal y única vocación. No acabó el bachillerato
porque no le gustaba estudiar. Cuando todavía vivía en Cádiz se dedicaba a ir a
la playa a jugar con los compañeros porque las materias que se impartían en la escuela
a él no le decían nada. Los primeros años en Madrid fueron muy duros para Alberti
porque añoraba el mar de Cádiz, añoraba los azules y durante dos años se dedicó
a viajar por Madrid y representar mediante la pintura diferentes paisajes de la
sierra madrileña, Sierra de Guadarrama. Con todo ello llegó a fusionar pintura
y escritura. A Cádiz no volvería hasta 1928. En 1920 muere su padre de una
infección pulmonar. Tras su muerte Alberti empieza a tomarse más enserio su
vocación poética y en 1922 publica los doce poemas en la “Revista Oriente” (A
Coruña). En Madrid conoce a través de Gregorio Prieto el libro de poemas de
Federico García Lorca que sería su acompañante inseparable en la residencia de
estudiantes hasta su muerte en 1936. Por esos años contuvo amistad con poetas
como Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas… Alberti reunió entre 1920 y 1924 sus
primeros poemas bajo el título “Mar y tierra” que presentaría en 1925 para el
premio Nacional de Literatura, premio que ganó. El libro se titularía “Marinero
en tierra”. Con la guerra civil se exilia a la Unión Soviética, posteriormente
viviría en Argentina donde se casaría con su esposa, Mª Teresa León. No
regresaría a España hasta el 1977 y moriría en el año 1999 con 87 años de una infección
pulmonar.”[4]
n 3.Marco teórico y metodología.
La metodología que emplearé para la investigación,
será del tipo analítico-descriptiva, pues se tomarán fragmentos de poemas de la
obra poética Marinero en
tierra y a través de marcas y tópicos textuales se determinarán los temas que
atraviesan su poética, los lugares comunes y establecer la confirmación de la
hipótesis que pone en relación hechos y datos biográficos del autor con su
propia obra.
“El rey
del mar
Los
marineros lo han visto
llorar
por la borda, fiero.
¡Por las
sirenas malditas,
matádmelo,
marineros!
Que él
quiere ser el rey del mar
y yo
también quiero serlo.
*****
¡Mis
hombros de hombre de mar!
(Un
manto de agua salada,
para
vosotros, mis hombros).
¡Mi
frente de rey del mar!
(Una
corona de algas,
para ti, mi sola frente).”[5]
Sin duda alguna en este poema se ve el
reflejo y la recreación de una imagen
marítima, que da cuenta de cuán palpable era para Alberti aquél modus vivendi,
su propia visión de mundo, enriquecida por estas experiencias vitales. A su
vez, el campo semántico de lo marítimo se ensancha y se vincula con la tradición, la presencia
de las sirenas, aluden desde luego al misticismo tradicional y que, ya, por
ejemplo, si pensamos en la literatura de vertiente más clásica, como era el
caso de la griega antigua, que posteriormente apreciaríamos con resabios
medievales, la figura de las sirenas, son una constante en los viajes
marítimos, son la perdición y maldición de los hombres de mar, cayendo éstos
rendidos ante sus cantos, anunciando innumeras veces, el declive y encayamiento
de las embarcaciones, que terminan naufragando. Aquella disputa entre dos
hombres de mar, ambos anhelando convertirse en los reyes de éste, resultan sin
lugar a dudas una imagen tópica y visual, donde aquél que merece la corona,
destaca ante todo por sus cualidades que lo hacen apto para merecerla, desde
sus atributos físicos, como los hombros y frente de rey de mar, es decir, la
corpulencia y la curtimbre propia de estas faenas, con la prestancia de aquél
que se sabe dueño de sus dominios.
“Sueño del marinero
Yo,
marinero, en la ribera mía,
posada
sobre un cano y dulce río
que da
su brazo a un mar de Andalucía,
sueño
ser almirante de navío,
para
partir el lomo de los mares
al sol
ardiente y a la luna fría.
¡Oh los
yelos del sur! ¡Oh las polares
islas
del norte! ¡Blanca primavera,
desnuda
y yerta sobre los glaciares,
cuerpo
de roca y alma de vidriera!
¡Oh
estío tropical, rojo, abrasado,
bajo el
plumero azul de la palmera!
Mi
sueño, por el mar condecorado,
va sobre
su bajel, firme, seguro,
de una
verde sirena enamorado,
concha
del agua allá en su seno oscuro.
¡Arrójame
a las ondas, marinero:
-Sirenita
del mar, yo te conjuro!
Sal de
tu gruta, que adorarte quiero,
sal de
tu gruta, virgen sembradora,
a
sembrarme en el pecho tu lucero.
Ya está flotando
el cuerpo de la aurora
en la
bandeja azul del océano
y la
cara del cielo se colora
de
carmín. deja el vidrio de tu mano
disuelto
en la alba urna de mi frente,
alga de
nácar, cantadora en vano
bajo el
vergel azul de la corriente.
¡Gélidos
desposorios submarinos,
3
con el
ángel barquero del relente
y la
luna del agua por padrinos!
El mar,
la tierra, el aire, mi sirena,
surcaré
atado a las cabellos finos
y verdes
de tu álgida melena.
Mis
gallardetes blancos enarbola,
¡Oh
marinero!, ante la aurora llena
¡y ruede por el mar tu caracola!”[6].
“El poema sueño de marinero correspondería a una
parte de la obra dedicada al mar de Cádiz, es el poema más extenso que sirve de
prólogo a la obra. El tema de este poema es la nostalgia al mar gaditano y lo
muestra a partir de una serie de motivos marineros: Mar de Andalucía, yelos del
sur, almirante de navío, dulce río, ribera mía, sirenita del mar, gruta, concha
del agua, marinero, azul, caracola, barquero, submarino, bandeja azul
(metáfora)…”[7]
Si bien se esbozan como motivos literarios y
tópicos dentro del mismo poema, en conjunto constituyen la descripción y sentir
personal del hablante lírico, pues matiza a través de adjetivaciones su propia
interiroidad en relación a la experiencia vital que le produce la experiencia
de encontrarse de aquel mar tan añorado, es así que el dulce río, le da un tono
meloso al poema y que el poeta se siente a sí mismo dueño de aquél, pues es su
ribera y, de igual modo la sirenita de mar y el color azul son representativos
de cómo capta a través de sus sentidos la inmensidad de aquel paraje. Los
colores en la descripción de éste no pueden ser pasados por alto, ya que el
blanco, símbolo de pureza y castidad es personificada en la primavera, figura
femenina, que se tiende sobre los glaciares, que en contraste con el rojo,
simbolizando las brasas, el calor y estío con el azul, que rodea al vergel y el
subrmarino, mientras que el color verde se matiza sobre la sirena y sus melenas.
“El mar.
La mar.
El mar.
!Solo la mar!
¿Por qué
me trajiste, padre,
a la
ciudad?
¿Por qué
me desenterraste
del mar?
En
sueños, la marejada
me tira
del corazón.
Se lo
quisiera llevar.
Padre,
¿por qué me trajiste
acá?”[8]
Ante
todo, lo que más sobresale en el poema anterior, es sin lugar a dudas, el
contraste entre la voz el mar, como sustantivo masculino, que representa al
pueblo, la tierra, del cual fue desenterrado, es decir, ajeno a su voluntad,
fue despojado de su añorante y preciado mar, por su padre, quién como lo avalan
los datos biográficos, a los 15 años se lo llevó lejos del mar de Cádiz, motivo
que como veremos será central e in extenso en la poética albertiana de marinero
en tierra. La mar, por otro lado, como femenino, que es más bien un motivo
tradicional, que ve a aquella como la prodigadora de vida, como la madre que le
da sustento a sus hijos, a los marineros, que incursionan en sus aguas para
subsistir.
“Salineros
...Y ya
estarán los esteros
rezumando
azul de mar.
!Dejadme
ser, salineros,
granito
del salinar!
!Qué
bien, a la madrugada,
correr
en las vagonetas,
llenas
de nieve salada,
hacia
las blancas casetas!
Dejo de
ser marinero,
madre, por ser salinero.”[9]
“Los últimos dos
versos forman una aleluya porque es de arte menor. En la aleluya se dirige a su
madre para decirle que ahora prefiere ser salinero, en vez de marinero. Es un
recuerdo de cuando era niño y jugaba en el mar de Cádiz. Las exclamaciones se
refieren a la nostalgia, el recuerdo y el deseo de querer ser salinero
experimentar y recordar como cuando era un niño.”
10
“¡Qué altos!
!Qué
altos
los
balcones de mi casa!
Pero no
se ve la mar.
!Qué
bajos!
Sube,
sube, balcón mío,
trepa el
aire, sin parar:
sé
terraza de la mar,
sé
torreón de navío.
--?De
quién será la bandera
de esa
torre de vigía?
--!Marineros, es la mía!
En este poema lo que Alberti desea es
ver el mar, utiliza el balcón como símbolo de
lejanía y cercanía, y para ello utiliza
la personificación; 'sube, sube, sube, balcón mío.
”[10]
Cabe añadir, que alude sobretodo a la inmensidad de la mar, pues pese a que los
balcones, son en sí mismos altísimos, éstos son minúsculos en relación a los
vaivenes que va adquiriendo la marejada, esto es ante todo un juego de
visualización, ya que se vuelve necesario que entre ambos, él desde su torre y
la mar, se encuentren a una distancia visual que le permita absorberla en su
plenitud.
4
De los demás textos que encontramos en
el poemario de Alberti, éstos se suelen caracterizar por la simbología del mar,
atribuyéndosele a éste: “En esta
obra Alberti presenta el mar como símbolo de pureza y libertad, lugar deseado y
añorado al que quisiera regresar. Se trata de una oposición entre su infancia
marinera y su juventud urbana, entre el mar y la ciudad”. A continuación, por
otro lado, haré referencia a la continuidad de su poesía, en los distintos
poemarios, que vienen a Esta resurrección de las formas
tradicionales iniciada en Marinero en tierra la continúa Alberti en La
amante y El alba del alhelí. (Su estética cambia en Cal y
canto, obra de influencia gongorina, y en Sobre los ángeles, 1929,
uno de sus mejores libros, lleno de imágenes oníricas. A partir de los años 30
su poesía se hace más combativa, con una actitud de protesta y denuncia: El
poeta en la calle. De la poesía del destierro destacan Entre el
clavel y la espada y Roma, peligro para caminantes.)
«Cuando apenas tenía quince años -ha escrito
Alberti-, me arrancaron del mar, convirtiéndome para siempre, desde entonces,
en un marinero de tierra [...] La nostalgia hecha espuma de aquel mar de mi
infancia y años adolescentes se me va a ir convirtiendo poco a poco en
canción.» El presente poema es uno de los más representativos de este
sentimiento. En el Diario de un poeta recién casado (1916), de Juan
Ramón Jiménez, este había escrito: «Tus olas van, como mis pensamientos, / y vienen,
van y vienen, / besándose, apartándose, / en un eterno conocerse, / mar, y
desconocerse». Los encabalgamientos, la organización sintáctica y los tiempos
verbales traducían allí no sólo el vaivén de las olas, su continuo movimiento
de avance y retroceso, sino también el vaivén sentimental del poeta en una
concreta circunstancia. En el poema de Alberti, las repeticiones alternantes de
los dos primeros versos simbolizan el mismo movimiento físico y, a la vez,
mediante un sutilísimo artificio, expresan también algo más: el estado de
incertidumbre y desasosiego del sujeto lírico. Como es sabido, el sustantivo mar
tiene concordancia masculina en la lengua culta moderna, pero, como
resultado de la vacilación de otros tiempos, pervive la concordancia femenina
en el habla de los marineros y JMIM de las gentes del litoral. Alberti
aprovecha, pues, la diferencia morfológica para expresar su estado de ánimo. Se
trata de un dilema y de una elección. El sujeto lírico –aquí identificable con
el poeta- duda: ¿es ya, después de todo, un hombre del interior que ha
renunciado a sus raíces originarias? ¿Pertenece al mar -expresión de
tierra adentro- o todavía debe sentirse vinculado a la mar, femenino
cuya función es la de evocar las raíces gaditanas y, por tanto, la niñez
perdida y las ilusiones truncadas? Este balanceo anímico se expresa mediante la
alternancia morfológica del masculino y el femenino. El sujeto medita,
contrasta, sopesa: «El mar. La mar. / El mar». No hay predominio de una forma
sobre otra, ni interrogación; simplemente el vaivén de la duda, que acaba
resolviéndose cuando, en el extremo del segundo verso, irrumpe con fuerza la
decisión final, excluyente y recalcada por el tono exclamativo del enunciado:
«¡Sólo la mar!» Definitivamente, el poeta es, como ya indica el título del
libro, un «marinero en tierra», y su primera obra se nutrirá de la nostalgia de
lo que fue y de lo que pudo haber sido.
Conclusión
Los poemas extraídos del
poemario, usan un
vocabulario sencillo, de exclamaciones, de repeticiones y caracterizados por
abordar semánticamente a aquello que circunda el universo marítico y náutico,
sitúando estos hermosos poemas en la línea de la poesía cancioneril de la lírica
española de los siglos XV y XVI. Alberti acierta con la forma idónea para
expresar la nostalgia del mar, de ese mar conocido y vivido -el de su ciudad
natal-, y que se convierte desde su obligado traslado a Madrid en un “paraíso
perdido” que sueña recuperar. Los que están repletos de alusiones,
descripciones y adjetivaciones que aluden a la estrecha relación de Alberti con
el mar gaditano, que en el fondo marcó cada etapa de su vida, que de principio
a fin, estará enmarcado por la relación con su padre, con su distanciamiento,
provocado por éste y finalmente con la muerte de su padre, que dará a origen a
un centenar de poemas, que bajo la pluma tutelar de Alberti, inundan de belleza
y honda nostalgia su propia vida, reflejada en su poética.
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