La caja de pandora, así he decidido que tendrá por nombre aquella caja que guarda recuerdos de infancia, manuscritos del iniciático viaje de escritor en mis primeros años de infancia y que conserva algunos de los empolvoreados libros que se encontraban en las bolsas en estropicio en el exterior de mi casa.
En un afán de recuperarlos y evitar su deterioro, fueron a dar a esa caja negra, de colores vívidos en su cubicular forma, una obra de arte en sí misma, donde serán depositados secretos de escritores que inspiraron letras, párrafos, líneas y poemas, en ella, los hay de editoriales añejas, otras más actuales, pero cuyo común denominador es que quién se asome a ella, encontrará intactos los viajes que me llevaron por esos mundos pintorescos. A veces se enontrarán azarosas palabras, lecturas irrepetibles, según el día y el orden en que sean dejados y sacados los textos en ella depositados, su distribución espacial se acomodará a las circunstancias y un día, quizás el último de la humanidad redimida, será abierta para descifrar sus enigmas y quién sea portador del secreto más íntimo guardado en su interior, poseerá la llave de la esperanza, que salvaguardará los lindes de la humanidad, ese día llegará cuando el sol se haya puesto y una mano curiosa, por azar o por determinismo dará con los manuscritos olvidados de quién con puño y letra marcó cada uno de los versos y leyó entrelíneas los misterios de la humanidad.
Extracto, La caja de pandora. 5/2/2014.
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