La paranoia y el caos de lo imprevisible, aquello que escapa a tus manos, a veces me he levantado en la mañana con un pensamiento que me sobresalta, de cómo seguirá el curso del mundo cuando ya no esté y, sin embargo, sigo ahí, viviendo en un mundo tendiente al desorden entrópico, donde como individualidad no me queda más que aceptar con resignación lo que éste me entrega. A .veces exijo mucho del mundo, desde mucho antes que naciera éste ya estaba constituido de una manera y no puedo hacer nada para remediarlo, sólo vivir y, al menos, dentro de lo posible, cumplir mis propias expectativas, atreverme a hacer lo que mi voluntad me dicte, reencontrarme, pero ese sentimiento de no llevar a cabo la empresa propuesta, de caminar a la deriva, deseando algo que la materialidad y nadie más que tú sabes, que no pueden llenar ese vacío existencial, ese desear experiencias límites, vivir otras vidas o aun la tuya propia llevada a exigencias inusitadas.
Hoy me quedé contemplando a concertistas de piano, jóvenes que con sus manos vibraban en una frecuencia latente, estaban absortos en algo intangible, inmaterial y etéreo que sólo apercibía con mi mirada puesta en sus ojos, en la sincronía de cada parte de su cuerpo, que vibraban en resonancia con la música que creaban, estaban fluyendo con la vida, con un don propio, eferveciendo como gotas de agua en el mar, así es cómo al ser capaces de controlar su propio arte, es cómo se adentran en la naturaleza misteriosa del acto creativo, crear es estar al borde de la paranoia y el caos, entre aquello que nos parece un estado ideal, con aquello que es la realidad de lo concreto, de lo inmaterial a la materia en su estado más puro, a veces una pieza musical, otras una obra de arte y a veces, sólo a veces una oba literaria surgida de un big bang de emociones y experiencas vitales.
Noche del 7/2/2014, en mi terruño.
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