Caminos sin rumbo.
Me embarqué con un rumbo fijo, para llegar a mi destino atravesé calles eternas de Santiago, contra el convulso incesar, en este camino se apareció ante mí un arekrishna y nos fuimos conversando todo el trayecto hasta San Diego sobre su religión, fue una verdadera meditación en el transantiago y me deseó parabienes en sánscrito, luego caminé por las calles de ese Santiago céntrico lleno de alamedas, estuve en el romántico lugar y poético donde los enamorados se encuentran y se dan el beso prohibido, frente a las luces del palacio de la moneda.
Creo que me estoy volviendo a enamorar, es un sentimiento extraño; espero no hacerme daño en el camino. Nos despedimos con un te quiero, un beso y un adiós. No sé qué busco, pero sí sé que quiero ser feliz y que quién esté a mi lado, me haga ver la vida de otra manera, que recorramos los paisajes y teatros, que guardemos en nuestra memoria y en la retina fotográfica los momentos. Quién te aconseja y te desea amor, es sin duda la persona indicada. Espero no arrepentirme, sólo espero decir te amo.
Una vida sin altos ni bajos, no sería vida. En el edificio me recorrí unos cuantos museos, anduve en esas calles nocturnas atestadas de desdichas, pero iluminadas por la voz del ser que motivó mi ida, reí a carcajadas como nunca. Me sentí feliz, porque eso busco, vivir mi vida en plenitud. Luego, llegué a la iglesia San Francisco, recorrí cada uno de sus recovecos, fotografiando cada detalle, mientras otras personas rezaban para sus adentros, las observaba, ya que mi abuela suele hacer lo mismo. Ponerse frente a una imagen simbólica de un santo o de cristo y contemplarla, cuyo fin es que guíe su camino, tal vez eso me hace falta, una guía espiritual, pero sé que no la necesito para sentirme bien, sólo ver hacia dónde me lleva el destino, sin embargo, sentí que una atmósfera rodeaba esa iglesia, con un estilo barroco, mis pasos me guiaban lentamente, por esos recovecos inusitados. Cuánto se anda y desanda en la vida, sólo el destino lo sabe.
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