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Concepto de distancia de rescate en relación con la maternidad y lo monstruoso en Distancia de rescate de Samanta Schweblin.

 

La novela Distancia de rescate de la escritora argentina Samanta Schweblin posee diversas aristas en las que como lectores cumpliremos un rol activo en el desciframiento de la trama, vínculo entre los personajes y la resolución del conflicto, cuya tensión permanente mantendrá el nudo de ésta tensionado en el ir y venir de la relación entre madres e hijos, temática central de la obra, que apreciaremos eminentemente a través del personaje de Amanda, cuya protagonista vivirá en una preocupación constante acerca del bienestar de su hija Nina; preocupación que a ratos nos podría parecer excesiva o incluso posesiva, pero que iremos dilucidando en la medida que avanza el relato hasta tal punto de empatizar con la protagonista, porque sabremos que esta preocupación no nació de ella, sino que fue traspasada de su madre a ella y la madre de esta última y así sucesivamente de generación en generación.

Sin embargo, aquella distancia de rescate se hará mucho más apremiante como un hilo tensado cuando Amanda en descuidos de segundos que pareciesen una eternidad en su modo de sentirlo pierde de su vista a su hija y sucede lo inevitable. Cabe señalar que nosotros accedemos al relato de Amanda a través del diálogo que esta tiene con David en el hospital, situación que a medida que prosigue la historia nos percataremos que cumple una circularidad, pues el relato está contado in extrema res, desde una situación final, donde conoceremos todo lo sucedido a través de diversos raccontos y flash backs de Amanda hasta que el inicio de la historia se conecte con el desenlace, planteando más interrogantes que certezas. A continuación citaré un pasaje esclarecedor de este diálogo presente en el libro, donde conoceremos en palabras de la protagonista su preocupación y temor:

 

Contame más sobre la distancia de rescate. Varía con las circunstancias. Por ejemplo, las primeras horas que pasamos en la casa quería tener a Nina siempre cerca. Necesitaba saber cuántas salidas había, detectar las zonas del piso más astilladas, confirmar si el crujido de la escalera significaba algún peligro. Le señalé estos puntos a Nina, que no es miedosa pero sí obediente, y al segundo día el hilo invisible que nos une se estiraba otra vez, presente pero permisivo, dándonos de a ratos cierta independencia. Entonces, ¿la distancia de rescate sí es importante? Muy importante. (Schweblin, 42)

 

Como mencioné anteriormente, es David (el chico monstruo) o considerado así por su propia madre Carla, después de una transmigración de alma que este vivió cuando se enfermó gravemente producto de la contaminación del campo, intoxicándose por pesticidas, ante cuya única posibilidad de vida, era accediendo a dicho acto ejecutado por una curandera, producto del cual nunca volverá a ser el mismo. Lo que sin lugar a dudas es uno de los hechos más fantásticos del relato, puesto que la fantasía desempeñará un rol clave también en la trama de la historia. Es este chico, quien guiará a Nina a través de su narración oral, repitiendo continuamente la frase “eso no es importante”. No obstante, en este pasaje esa respuesta sufre una aparente ligera variación hacia “Muy importante”, lo cual resulta clave, ya que la distancia de rescate será el hilo conductor de la historia y la relación ejercida por la madre hacia su hija, donde Amanda tendrá que reconstruir las diversas escenas que nublan y confunden su mente, dilucidando qué es lo que la llevó al estado actual en el que se encuentra y qué sucedió con su hija Nina, cuestión que solo se esclarecerá hacia el final, pero manteniendo siempre el suspenso y ambigüedad de las múltiples posibilidades de interpretación que nos abre el relato.

 De este modo se aprecia que el sentido del relato se apoya en su estructura circular y vertiginosa, pues la narración adquiere sentido en la medida que como lectores nos adentramos también en esta experiencia vaiveneante de la escritura de Schweblin. La autora nos fue dejando pistas a través de su escritura, por ello es una novela que exige de nosotros especial atención a los detalles, a la percepción sensorial visual, auditiva, táctil y olfativa de la protagonista, ya que el hilo se tensa en la medida que la protagonista agudiza su percepción y realiza un esfuerzo sobrehumano para reconfigurar en su mente cuándo inició todo, experimentando sentimientos de culpa, entretejidos por el dolor y sufrimiento ante la posibilidad de perder a su amada hija.

 ¿Se trata entonces de otra cosa? ¿Es porque hice algo mal? ¿Fui una mala madre? ¿Es algo que yo provoqué? La distancia de rescate. El dolor va y viene. (Schweblin, 148)

En conclusión, a partir del pasaje seleccionado que es un momento clave en la lucidez de Amanda frente a los acontecimientos de la historia, se nos presenta una maternidad culposa y tensionada a través de los detalles que cada vez se vuelven más apremiantes para la protagonista y David, quien continuamente le dice que no nos podemos detener en aquello que no es importante, porque les queda poco tiempo, lo que genera una atmósfera de confusión, extenuación y angustia en el sentir de Amanda, no solo físico debido a su estado de intoxicación, sino que ante todo emocional por haber cedido a la distancia de rescate.

 Esto no es normal, David. Solo hay oscuridad, y me hablás al oído. Ni siquiera sé si realmente esto está sucediendo. Está sucediendo, Amanda. Estoy arrodillado al borde de tu cama, en uno de los cuartos de la salita de emergencias. Tenemos poco tiempo, y antes de que el tiempo se acabe hay que encontrar el punto exacto. ¿Y Nina? Si todo esto realmente sucede, ¿dónde está Nina? Mi Dios, Dónde está Nina. Eso no es importante. Eso es lo único importante. No es importante. Basta David, no quiero seguir. (Schweblin, 39).

Finalmente, hacia el desenlace de la novela nos percatamos que al igual que Carla con su hijo David, quien vivió una transmigración de alma, Carla sin consultar a Amanda, dado el estado de esta y las escasas posibilidades de supervivencia de Nina si no se actuaba con celeridad, también se llevó acabo por parte de la curandera de la casa verde una transmigración del alma de Nina y ante lo inexorable, la última petición de Amanda fue que el alma de Nina quedara cerca de ella, aunque David diga que podría, pero que no servirá de nada, lo cual podemos inferir que se debe a que la protagonista ya está próxima a la muerte; donde David la guiará en este último trance, así como hizo con los patos, el perro del señor Geser y los caballos. En este punto se aprecia cómo la maternidad y lo monstruoso se presentan como dos conceptos aparentemente indisociables, permeados por el sentimiento de culpa.

 

Todo concluye cuando el hilo que unía Amanda con Nina se tensa por última vez hasta romperse y en un minuto de lucidez a modo de premonición, motivada por David; Amanda logra visualizar una escena que ocurrirá un mes después, donde su marido acude a la casa de Carla buscando respuestas acerca de lo sucedido con su hija Nina, pero solo encuentra a Omar (esposo de Carla) y a David, pero jamás obtuvo respuestas y al igual que Omar, ambos son padres dejados a la deriva de la cual quizás nunca podrán salir.

—Ahí lo tiene —dice tu padre, ceba mate otra vez, y otra vez no se lo ofrece—. Como verá, a mí también me gustaría tener a quién preguntar. (Schweblin, 156)

 Bibliografía

-Schweblin, Samanta. Distancia de rescate. Argentina: Editorial digital rayorojo, 2014.

 

 

 

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