Ad portas de mis 31 años aún puedo decir que la vida siempre me sorprende y sonríe, que he decidido amarme y respetarme por sobre todas las cosas, a estar en sintonía conmigo mismo, a seguir mi ritmo, aprender a conocerme en mis errores y aciertos. Como todos, soy un ser imperfecto, pero que ha aprendido que a la vida se viene a amar y entregar lo mejor de nosotros, aprendiendo y compartiendo con quiénes nos rodean. He viajado, he conocido personas que me han cautivado por su esencia y formas de ver el mundo. Siento que no hay mejor juez que el tiempo y mayor sentencia que la que dicta nuestro corazón. En esta etapa de mi vida solo estoy dispuesto a compartir mi tiempo vital con quiénes deseen acompañar con honestidad, sinceridad y afecto su propio camino junto al mío.
Anhelo
ya no solo ser libre, porque cada día que transcurre siento que lo soy, sino
que quién desee estar a mi lado en los variados planos que nos ofrece esta
existencia, también lo sienta y solo nos acompañemos en ese transitar errante
que llamamos vida. No deseo juzgar los errores de otros, ni ser juzgado por los
míos, solo quiero amar y respetar los espacios individuales de cada ser que
acompañe mis pasos, porque la vida nos enseña a que solo la autenticidad es la
clave para la felicidad.
En
un mundo globalizado, plagado de sobreinformación y estímulos, solo nos queda
nuestra propia voz. Conectarnos con nuestra individualidad es aún más complejo
que en épocas pasadas, pero lo anterior no hace sino hacer más atractivo el
arte del vivir, porque aún cien años bastarían para desaprender el pasado y
reconstruirnos en un futuro mejor. Nada hay más bello que saber que una ilusión
se ha vuelto realidad y que fluimos en consonancia con el universo y las leyes
que lo rigen, compenetrándonos en ese caudal cósmico para descubrir que no
existirá nadie ni en mil galaxias, ni estrellas idéntico a nosotros, pues
nuestra naturaleza humana nos hace únicos y es por ello que el hecho de existir,
aun resistir será la mayor proeza en el hallazgo inusitado de haber construido
nuestro propio destino.
José
Patricio Chamorro Jara. Reflexiones existenciales de julio.
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