El trabajo abordará tres obras del escritor e
ilustrador británico de literatura infantil, Anthony Browne; a saber “El libro
de los cerdos”, “En el bosque” y “El túnel”; donde uno de los recursos constantes
y que marca un hilo conductor en las tres tramas es la presencia de
intertextualidades y, como tal la referencia a múltiples obras literarias,
artísticas o audiovisuales del acervo cultural o imaginario: “El término
imaginario ha sido utilizado por los estudios antropológico-literarios para
describir el inmenso repertorio de
imágenes, símbolos y mitos que los humanos utilizamos como fórmulas tipificadas
de entender el mundo y las relaciones con las demás personas” (Colomer 16).
Para comprender la trascendencia de dicho recurso
fundamental en la obra del autor, cabe señalar que las palabras de Guerrero
abrirán luces sobre cómo amplía nuestra capacidad interpretativa de una obra
como es el caso del libro-álbum, aunque como se verá a lo largo de este texto,
Anthony Browne, llevará este recurso a otros terrenos y funcionalidades que
pondrán al niño/a como foco de atención:
El lector pone en juego todo su poder
de interpretación y sus saberes no sólo literarios, sino de otros códigos
artísticos como pueden ser la pintura, la música, la escultura etc. para
comprender de la manera más amplia un texto. Esta comprensión dependerá de sus
conocimientos previos que ha de actualizar en el momento de la lectura, como
una compleja red de asociaciones paradigmáticas que se entrecruzan y confluyen
en el texto (Guerrero 130).
Sin ir más lejos, respecto a la concepción artística
de Browne, este busca despertar la curiosidad en los niños y, a su vez que
desarrollen un primer acercamiento a la lectura, a través del libro-álbum en
tanto lectura que genera placer en el lector, donde puedan ir reconociendo
referencias a otras obras, ampliando su mirada. Por ejemplo, empleando
alusiones a los cuentos de la tradición popular que como bien apunta Teresa
Colomer en sintonía con Browne es una forma de familiarizar al niño con
aquellas lecturas, para paulatinamente aguzar su interpretación: “Si los niños
conocen los cuentos populares, se familiarizan con todos estos elementos y
pueden reconocerlos a lo largo de sus lecturas de otras obras, tanto de la
tradición oral, como de las reutilizaciones incesantes de la literatura escrita
actual” (Colomer 18).
En sus términos, Anthony Browne señala que la lectura
del libro-álbum es una experiencia compartida de tres vías, ya que el niño al
leer junto a un adulto ve fomentada la relación del niño con este último. Donde
el niño suele centrarse en las imágenes, mientras el adulto lee la historia y
así ambos hacen conexión, cuyo rol de la imaginación es clave para completar el
espacio entre imágenes y palabras, dado que el proceso de construcción de
significados e interpretaciones literarias requiere una práctica y guía hacia
el niño, donde la mediación del adulto adquiere especial énfasis: “Todo este proceso
es muy exigente desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento, puesto
que atañe a aspectos de la memoria, la anticipación, la formulación de
alternativas o la concentración en la construcción de la realidad a través del
lenguaje” (Colomer 22).
Cabe señalar que una de las concepciones que busca
cambiar es que el libro-álbum sea solo para niños, por el contrario, promueve
su lectura e interpretación, así como el reconocimiento de nuevas
significaciones, también en el público adulto, pues la lectura de este tipo de
textos es diferente a la de un libro que exclusivamente emplea un registro
escrito, sin embargo, como escribe Colomer, esto ha llegado inclusive a límites
insospechados:
Justamente las últimas décadas se han
caracterizado por cambiar considerablemente las fórmulas tradicionales y es
posible que algunas de sus propuestas hayan ido demasiado lejos y hayan
producido libros realmente dirigidos a la complacencia adulta e “imposibles”
para la comprensión infantil (Colomer 22).
En ese sentido y en relación a la figura del niño/a
como lector ideal de este tipo de literatura, Browne posee una mirada crítica
en torno al rol secundario al que se ha relegado el libro-álbum, por ejemplo,
en Gran Bretaña. Él señala que se suele hablar en demasía de la educación
literaria escrita, pero nos olvidamos educar a las nuevas generaciones en la
lectura de imágenes cuando la realidad demuestra que vivimos en una sociedad y
cultura, eminentemente visual, como apunta en la entrevista realizada para el
Ministerio de educación de Argentina el 13 de abril del 2010.
Un aspecto destacado en esta línea es cuando se
refiere a la escasa valoración que le otorgamos al proceso de observación, que
debemos aprender a mirar; puesto que, frente a una exposición de un museo o una
galería de arte, por ejemplo, nos detenemos más tiempo a leer la explicación
escrita que a contemplar la obra artístico-visual en sí misma. Es por ello que
su trabajo con la obra visual es clave, donde sus dibujos siempre encierran y
esconden otros elementos a lo que se debe prestar atención para poder
captarlos, donde suele ser el ojo agudo y atento del niño el que se detiene por
un tiempo más prolongado en estas imágenes que el ojo adulto. Es esa la clase de
emociones que busca despertar Anthony, ante todo en los niños, esa curiosidad
por entender y relacionar esas imágenes que los sorprenden, cuyos detalles
inspiran nuevas posibilidades de significación.
Otro punto crucial es cuando se refiere a cómo los
adultos solemos subestimar la capacidad comprensiva y creativa de los niños en
relación a ciertos temas, no obstante, él en esas imágenes y detalles ocultos
más allá de que el niño capte las referencias intertextuales de manera
inmediata, se propone que estas funcionen con autonomía dentro del contexto de
la obra y ayuden a iluminar algún pasaje o momento significativo de esta,
inclusive en las múltiples relecturas que tanto un adulto como un niño puedan
hacer de la obra: “Los libros amplían el diálogo entre los niños y la
colectividad haciéndoles saber cómo es o cómo se querría que fuera el mundo
real” (Colomer 49).
Es en esta línea nuevamente que el recurso de la
intertextualidad cobra relevancia, así lo observamos con claridad, por ejemplo,
en El libro de los cerdos, cuya temática aborda a una familia donde la
mujer-madre ha quedado supeditada a las labores domésticas, donde día a día su
vida se vuelca a una rutina que la lleva a la infelicidad, porque sus propios
hijos y esposo no valoran o aprecian sus esfuerzos. Sin embargo, la obra
mostrará puntos importantes de inflexión donde la historia dará un giro de
180°, donde la madre, empoderada en sus decisiones, decide irse y dejar a su
familia para que aprecien realmente sus labores. Momento donde ocurre una metamorfosis
a modo de fábula, donde padre e hijos se transforman en cerdos, cuya metáfora
visual no hace más que evidenciar sus comportamientos y actitudes.
Bajo la luz de esta línea argumental, en primera
instancia se pueden observar las intertextualidades del ámbito artístico como
es el caso de la página cuyo texto señala: “Apúrate con el desayuno, mamá,
gritaban Juan y Simón antes de irse a su importantísima escuela” (Browne El
libro de los Cerdos). Dicha intertextualidad guarda relación con la obra
pictórica de 1893, El grito de Munch, que como ícono del arte expresionista
representaba la angustia y desesperación existencial del hombre moderno.
Lo anterior es clave, pues en el libro álbum, se
aprecia a una familia aparentemente convencional en una rutina diaria de tomar
desayuno, donde los niños protagonistas están desesperados porque su madre no
les trae su desayuno (reproducción tradicional de los roles de género), además
nos permite observar la figura de un padre que, si bien está presente
físicamente, se encuentra leyendo un diario y absorto en su lectura, ocupando
un primer plano, desatendiendo a sus hijos. Por tal razón, se infiere que
existe una crítica e ironía a los convencionalismos sociales y la estructura
familiar en la actualidad o modernidad, inclusive donde podríamos percibir
familias disfuncionales. Además, las imágenes del diario también reproducen
esta expresión facial característica de la pintura antes mencionada; por lo
anterior podemos entrever que no es solo una realidad de la familia, sino que
es una sociedad en general presa de la desesperación y angustia existencial.
Sin ir más lejos, podemos tomar la referencia intertextual de Edvard Munch,
educado por un padre severo y rígido, posiblemente similar a la figura del
padre de este libro-álbum.
Una segunda intertextualidad la podemos encontrar en
la misma página, escondida en el diario o periódico que lee el padre como guiño
a otras obras de Anthony Browne, donde es recurrente la imagen de un gorila,
que a veces puede no guardar relación con la trama en sí del libro álbum en
cuestión, pero que ayuda o contribuye a contar partes de la historia que las
palabras no pueden contar; cito una de sus entrevistas:
Hay bastantes casos, y debo admitir que no me gustaría dejar
de hacerlo, pero hay un gorila que aparece como metiéndose dentro de una doble
página en El Túnel que no tiene absolutamente nada que ver
con la historia. Suelo incluir estas imágenes para ayudar a contar partes de la
historia que las palabras no cuentan. Es la parte de mi trabajo que me parece
más fascinante (Entrevista
a Anthony Browne (revistababar.com)
Por otra parte, una tercera intertextualidad que se
puede apreciar es con la canción “I want to break free”, que traducido al
español significa “Quiero ser libre”, lo que, dentro del contexto del libro,
donde se representa a la figura de la madre, podría dar cuenta nuevamente de
una visión machista y tradicional de los roles de género, donde la mujer y,
particularmente la madre, debe hacerse cargo de las labores del hogar, adicional
a su trabajo remunerado. Por tal razón, muchísimas veces impuesta socialmente,
la madre debe sentirse aprisionada de esta rutina esclavizante y desear ser
libre de una rutina aparentemente tan trivial como cuando señala “pasaba la
aspiradora por las alfombras” (Browne El libro de los Cerdos). Lo que se
confirmará a lo largo de la lectura, dado que la madre finalmente abandona su
familia, dejando una nota que señala “Son unos cerdos” (Browne El libro de
los Cerdos).
Una cuarta intertextualidad se aprecia cuando la madre
ha tomado la decisión de dejar el hogar, al menos temporalmente, para que su
familia se responsabilice y así, tanto el padre como los niños (convertidos y
metamorfoseados en cerdos), realicen igualmente los quehaceres del hogar. De este
modo en la medida en que pasa el tiempo y se comienzan a desesperar, los tres
integrantes de la familia, ahora convertidos en “Tres cerditos” (referente
intertextual literario), acechados por el lobo (figura que se aprecia en la
ventana en el exterior de la casa), deberán asumir las consecuencias de sus
comportamientos: “Los tres se fueron haciendo más y más gruñones. Una noche no
hubo ya nada para cocinar. No nos queda más remedio que buscar por todas partes
algunas sobras, gruñó el señor de La Cerda” (Browne El libro de los Cerdos).
Una quinta intertextualidad se aprecia en un detalle
de un cuadro que aparece sobre la chimenea, en él se observa un cuadro de
juventud donde podemos suponer que se encontrarían el padre y la madre en
aquellos años, donde la madre poseería una postura más bien rebelde, lo que ya
nos daba cuenta de su carácter y su forma de pensar que se relaciona con las
decisiones que irá tomando a lo largo de la trama y cómo desde siempre mantuvo
ese espíritu de búsqueda de libertad. No obstante, aparece la imagen de la
mujer escindida, recortada del cuadro original, lo que se ancla en la intención
del menosprecio o invisibilización de la figura de la mujer-madre. Cabe
mencionar que esta referencia intertextual es con la pintura al óleo sobre
lienzo de 1749 del pintor británico Thomas Gainsborough, El Sr. y la Sra.
Andrews de estilo Rococó.
En una sexta instancia, otra de las intertextualidades
artísticas presentes es con la pintura El caballero sonriente del pintor
neerlandés Frans Halls, perteneciente al período Barroco y reconocido por el
arte del retrato, cuyo cuadro aparece en una escena en que se aprecia al padre
arrellanado cómodamente a desparpajo sobre su sillón, mientras la madre debe no
solo trabajar, sino que hacerse cargo de todos los menesteres del hogar,
estableciendo una clara crítica a la ausencia de responsabilidades compartidas
en el hogar y los roles de género nuevamente.
En la misma línea en una séptima intertextualidad se
puede apreciar un retrato de un cerdo que refleja ya el deterioro y horrible
comportamiento en que el hogar, así como la figura del padre habían quedado
tras la ausencia de la madre, donde las paredes y muros también se encuentran
sucias. Es aquí donde el cuadro en cuestión es similar a los retratos y
aposturas de Napoleón Bonaparte, específicamente en Napoleón Bonaparte in the
office of the Tuileries.
Como se aludió al principio del trabajo, el lector
ideal de Browne no son solo los niños, sino que también habrán múltiples guiños
a un público adulto. Encontramos variados pasajes del libro desde el principio
donde la madre es quien carga a su familia, que nos permiten reflexionar de
entrada sobre la problemática a tratar; una familia de roles tradicionales de
género, donde la mujer-madre es el soporte de las labores del hogar, cuyo “trabajo”
no remunerado, inclusive no es valorado por la propia familia. Lo cual se
complementa con la narración al ser nombrada en último lugar en aparente grado
de importancia y casi como un adorno o un objeto más del hogar como si fuese un
objeto de pertenencia: “El señor de la Cerda vivía con sus dos hijos, Juan y
Simón, en una casa bonita, con un bonito jardín y un bonito coche en una bonita
cochera. En la casa estaba su esposa” (Browne El libro de los Cerdos).
Posteriormente, se aprecia igualmente una crítica al
“importante” trabajo del padre y a la “importantísima” escuela de los niños,
como si las labores y trabajos de la madre, no fuesen importantes. Lo anterior
en cuanto problemática social de los roles de género que cuestiona los roles
tradicionales de la familia, no solo viene a plantear una reflexión a las
nuevas generaciones de niños y niñas para que crezcan con una idea ya no tan
prefijada de que solo la mujer debe desempeñar dichas labores, sino que puede
existir una mayor paridad o igualdad de género, al menos desde el hogar o lo
que la ideología feminista ha denominado “micromachismos”, sino que también los
adultos puedan replantearse sus modos de actuar y comportarse, generando un
cambio frente a sus referentes tradicionales y no seguir reproduciendo aquellos
modelos machistas y ortodoxos que predominaron por siglos.
La segunda obra que se procederá a analizar en
relación a las temáticas propuestas y recursos estilísticos que emplea Browne,
es En el bosque, cuya obra, al igual que la anterior, buscará promover
un final feliz, sin antes pasar por un proceso transformador a modo de viaje
físico-interior del niño. Desde el primer momento se aprecia a un chico con la
mirada perdida, caminando a la deriva, como si necesitase de una guía ausente –
al igual que el libro anterior, la ausencia se torna temática recurrente-.
Así como en El libro de los Cerdos, donde es el
ansiado retorno de la madre lo que la familia desea expectante, acá será el
regreso del padre lo que establecerá la problemática central. La ausencia del
padre sensibiliza aún más al niño-protagonista, simbolizado a través del ruido
e imagen de un rayo ensordecedor “Una noche, me despertó un ruido espantoso”
(Browne En el bosque). Resulta interesante analizar la imagen del rostro
de la madre, la congoja y pesadumbre en la que se ve sumida tras la
desaparición del padre, donde ella como figura adulta, se vuelve frágil y
vulnerable al no tener una respuesta para el niño -la imagen resulta significativamente
ilustradora, al respecto-.
El protagonista desde su mirada de niño buscará
expresar y canalizar sus esfuerzos para que su padre regrese, dejando una serie
de mensajes en su entorno con una única y clara señal: “Papá, regresa!” (Browne
En el bosque). Es desde este momento climático que emergerán variadas
intertextualidades, ante todo de índole literaria, resultando la más evidente
la alusión al cuento La caperucita roja de Charles Perrault, debido a
que la madre, al igual que a caperucita, le entrega un canasto con comida
(pastel), para que el niño vaya a dejar a casa de su abuela – la referencia al
bosque, título del libro álbum, también resulta clarificadora. – Aunque, la
frase más representativa de la mentada intertextualidad es “-No vayas por el bosque
– dijo mamá-. Vete por el camino largo” (Browne En el bosque).
Pero como era de esperar, la trama debía seguir su
curso y producirse un quiebre a modo de conflicto, donde el niño no seguirá el
consejo de la madre, aunque esta vez no por desobediente, sino que porque
anhelaba ver a su padre: “Pero ese día, por primera vez, escogí el atajo.
Quería estar en casa por si papá regresaba” (Browne En el bosque).
Mientras el niño avanza en su travesía, se encuentra con un chico con su vaca,
quién a cambio del pastel que este llevaba, se la ofrece a modo de intercambio
– se podría pensar en tanto intertextualidad en la fábula de Félix María
Samaniego, La lechera-, solo que, a diferencia del original, es
protagonizada por un niño y no, una niña. Sin embargo, el joven extraviado por
el bosque continúa firme con su convicción de llevar lo prometido a casa de su
abuela.
Resulta particularmente interesante que el relato En
el bosque, a diferencia del anterior El libro de los Cerdos, que
estaba narrado en tercera persona; esta vez el discurso esté narrado en primera
persona: “El discurso: se define como la manera en la que el lector se entera
de la historia gracias al narrador” (Colomer 192); lo que, con este cambio de
perspectiva, nos presenta una visión directa de los pensamientos, sentimientos
y acciones del niño – todo contado desde su propia voz-. Es así como el
protagonista, internándose aún más en el bosque da con una chica de cabello
rizado -intertextualidad con ricitos de oro-, tal como se aprecia en el
siguiente diálogo: “Al internarme más en el bosque me encontré a una niña de trenzas
rosadas” (Browne En el bosque); no obstante, el niño tampoco dio su
brazo a torcer.
Un tercer encuentro lo tiene con una pareja de niños,
que, a modo de intertextualidad literaria, podríamos pensar en Hansel y Gretel:
“El bosque se volvía cada vez más oscuro y frío, y vi a otros dos niños
acurrucados junto a una fogata. - ¿Has visto a papá y a mamá? – preguntó el
niño. – No, ¿los perdieron?” (Browne En el bosque); acá nuevamente se
logra apreciar a niños abandonados, donde la soledad y la ausencia de los
padres se vuelve recurrente, pero el joven protagonista tampoco sabe cómo
reaccionar o solucionar dicho problema, porque aún está afrontando su propia
soledad “Mientras seguía caminando, escuché el triste llanto de la niña, pero
¿qué podía hacer yo? (Browne En el bosque).
Cabe apuntar, que todas las intertextualidades
presentes en este libro-álbum en particular, hallan como punto en común a
personajes protagónicos que se internan, extravían o pierden en el bosque. En
este mismo sentido y a modo de circularidad del relato, nuevamente se nos
presenta una intertextualidad literaria, pero esta vez con bastante más
evidencia en relación con la Caperucita roja, debido a que literalmente,
aparece de pronto, iluminada y destacada frente en el paisaje, frente a los
ojos del niño, una caperuza roja: “Me estaba dando mucho frío y deseé haber
traído un abrigo. De pronto, vi uno. Era muy bonito y caliente, pero en cuanto
me lo puse me dio miedo. Sentí que algo me seguía. Recordé una historia que me
contaba la abuela sobre un lobo feroz” (Browne En el bosque).
Es en este punto de la historia, donde Browne nos
mantiene expectantes como lectores, ya que el protagonista con la caperuza roja
puesta se aproxima a la casa de la abuela, haciendo de esta manera un guiño con
la historia homónima, sin embargo, astutamente subvierte los elementos del
final, desencadenando una trama que culmina con el niño llegando sano y salvo a
casa de la abuela con su canasta y, sorpresivamente hace presencia también la
figura del padre; reencuentro que traerá paz, alegría y felicidad al niño,
luego de su odisea en el bosque. Aquel desenlace feliz, se nos muestra también
en la rearticulación de esta familia, donde la madre también sentirá lo mismo,
extendiendo sus brazos: “Y apareció mamá, sonriendo” (Browne En el bosque).
El tercer libro-álbum que se analizará del autor es El
túnel, que nos relata la historia de dos hermanos que no se llevaban del
todo bien, donde generalmente tenían más diferencias y discrepancias que puntos
en común, eran distintos en gustos, preferencias y actitudes -ella era más
tranquila, hogareña y ávida lectora, mientras que él era más inquieto y gustaba
del fútbol-, pero todo cambiará cuando su madre, cansada de su mal
comportamiento y discusiones a gritos, los regaña y les pide que se vayan
juntos y traten de ser amables el uno con el otro, regresando antes de la cena.
Al igual que en los libro-álbum anteriores, habrá principalmente,
presencia de marcadas intertextualidades literarias, donde nuevamente la Caperucita
roja tomará un rol central, pues en una de las imágenes cuando el niño
visita a la hermana en la noche para asustarla, se atisba sobre la percha del
armario, una caperuza roja que esta usaba. Mientras tanto, el hermano gatea
hacia la habitación de la niña, disfrazado con máscara de lobo, pues sabía que
a su hermana le asustaba la oscuridad y los seres fantásticos, así como una
pintura en la muralla donde se aprecia claramente la escena del encuentro entre
Caperucita roja y el lobo. Asimismo, se observa un libro ilustrado abierto, que
da cuenta que la niña lo estaba leyendo, que probablemente es sobre la misma
temática: “A veces él entraba a gatas al cuarto de ella para asustarla, pues
sabía que a su hermana le daba miedo la oscuridad” (Browne El túnel).
Ante la petición de la madre, los niños la tuvieron
que acatar a regañadientes, hasta que llegaron a un terreno baldío donde
encontrarán un túnel y, el niño en su curiosidad innata, se decidió a
explorarlo, mientras su hermana lo aguardaba “-Mira -dijo él-, un túnel. Ven,
vamos, vamos a ver qué hay del otro lado. N-n-no, no debes hacerlo -dijo ella-
ahí puede haber brujas o duendes o cualquier otra cosa” (Browne El túnel).
Si bien de manera más implícita, hay una clara alusión, por ejemplo, al cruzar
este umbral que constituye el túnel, la referencia a la madriguera del conejo
en Alicia en el país de las Maravillas.
Lo que sucede a continuación constituye una crítica a
los roles tradiciones de género, ya que será esta vez la niña, quién tomará las
riendas de la historia, gallardamente e irá en busca del niño para salvarlo:
“Esperó y esperó, pero él no salía y ella sentía ganas de llorar; casi se le
salían las lágrimas. ¿Qué podía hacer? Tuvo que seguirlo por el túnel” (Browne El
túnel). Cabe destacar, que cuando la niña ingresa al túnel, queda al
descubierto una de las páginas del libro que se encontraba leyendo, donde se
observa con claridad una bruja, que también es referencia a múltiples cuentos
infantiles (piénsese en Blanca nieves o, también La bella durmiente).
Otro rasgo clave, que ya se ha mencionado con
anterioridad son los guiños que Anthony Browne hace a través de las
ilustraciones, sobre todo con imágenes inesperadas, detalles ocultos o
simbólicos. Por ejemplo, cuando la niña tras haber atravesado el túnel se ve
sola en el bosque en búsqueda de su hermano. Es en ese momento cuando se dejan
entrever árboles, cuyas siluetas metamorfoseadas, adquieren la forma de lobos,
jabalíes, manos o seres extraños y sobrenaturales que acechan a la niña. Pero
todo se difuminó al llegar a un claro en el bosque, donde encuentra a una
figura humana petrificada (su hermano): “Había una figura, inmóvil, como de
piedra” (Browne El túnel). Lo que
puede aludir intertextualmente al mito griego de la gorgona, cuyos ojos
convertían en piedra a quién osase mirarla directamente a los ojos o también al
libro infantil del escritor británico C.S Lewis, Las crónicas de Narnia: El
león, la bruja y el ropero.
La historia en este punto resalta en simbolismos,
puesto que la metamorfosis o despetrificación del hermano tras el abrazo de la
niña, podría representar ya no tan solo una transformación física, sino que
marcará un cambio radical en la relación entre ambos, a nivel actitudinal y
psicológico, ante todo: “Abrazó la figura dura y fría y lloró. Poco a poco, la
figura empezó a cambiar de color y se hizo más suave y más tibia” (Browne El
túnel).
Finalmente, tras aquel episodio en el bosque, Rosa y
Juan saldrán diametralmente cambiados del túnel como un secreto compartido
entre ellos, donde desde ahora en adelante se volverán a mirar de frente desde
la mirada de amor y comprensión de los hermanos. Resulta también simbólico
hacia el final que los dos objetos más preciados para ambos, es decir, el libro
de la niña y la pelota de fútbol del niño estén juntos como una forma de
representar los lazos fraternos que resurgieron.
A modo de síntesis y conclusión, el trabajo buscó
sostener la importancia tanto a nivel simbólico, así como en el hilo conductor
y temático de la trama, mostrando las sugerentes significaciones que despiertan
las intertextualidades manifiestas en las obras de Anthony Browne, ejemplificadas
a través de tres libros álbum, El libro de los Cerdos, En el bosque
y El túnel, que como se pudo apreciar no solo despiertan el interés del
público infantil, sino que también promueve un diálogo fructífero con el lector
adulto, estableciendo así un intercambio generacional, mediado por el adulto,
pero donde la lectura del texto escrito y visual se complementa y enriquece con
el intercambio interpretativo de ambos tipos de lectores.
No olvidar que el libro-álbum nos desafía a leer de un
modo diferente tanto códigos visuales como escritos, que se complementan,
dialogan y cuestionan entre sí. En un mundo mediatizado por la cultura
audiovisual, se torna imprescindible educar desde estos saberes, donde el rol
de este tipo de literatura jugará un papel clave en los nuevos modos de lectura
de nuestra sociedad, por ello debemos ser conscientes de la necesaria
alfabetización literaria en dichos códigos.
Sin ir más lejos, Browne con su agudeza nos revela un
panorama crítico de nuestras relaciones humanas y familiares, donde los niños
también pueden aproximarse al mundo adulto, comprendiendo que no todo siempre
posee un final feliz, pero que es allí donde radica la acción y voluntad para
el cambio, donde cuyos personajes se ven movilizados a la acción para configurar
nuevas formas de relaciones interpersonales y humanas con su entorno.
Lista
de trabajos citados.
Browne,
Anthony. En el bosque. Fondo de Cultura Económica, 2004.
Browne, Anthony.
El libro de los Cerdos. Fondo de Cultura Económica, 2016.
Browne,
Anthony. El túnel. Fondo de Cultura Económica, 2004.
Browne,
Anthony. Entrevista, 1 mayo 2005. Recuperado de: Entrevista a Anthony Browne
(revistababar.com)
Browne,
Anthony. Entrevista, 13 abril 2010. Recuperado de: Entrevista Anthony Browne (parte I) - YouTube
Colomer,
Teresa. Introducción a la literatura infantil y juvenil actual. Madrid:
Síntesis, 2010.
Guerrero
Ruiz, P. Literatura y artes plásticas. En García Gutiérrez, María
Estrella (coord.), La educación lingüística y literaria en secundaria:
materiales para la formación del profesorado. Vol. II. La educación literaria.
Consejería de Educación y Cultura de la Región de Murcia. Recuperado el
15/09/2011 de http://www.educarm.es/templates/portal/
ficheros/websDinamicas/154/VI.2.guerreroart.pdf
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