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¿Cuál es la relación existente entre la libertad y la educación según el autor? Fundamente.

 

A partir de la lectura y análisis del texto La libertad y su incidencia en la educación, escrito por el académico de la universidad Complutense de Madrid, David Reyero, se señala en un primer momento el carácter proyectivo de la educación, a saber (p. 461 - 462): “La educación nos permitirá ser lo que no somos todavía y, en este sentido, sus finalidades suponen la expresión de unos deseos todavía no realizados”. En razón a lo expuesto anteriormente, nos lleva a lo propio de la naturaleza humana, es decir, el carácter humanizador de la educación que a diferencia de otros seres vivos como los animales en general, el ser humano sí necesita un proceso de aprendizaje para aprender acerca de ser conforme a su propia naturaleza.

A continuación, prosigue el autor refiriéndose a la libertad y a las influencias de la corriente psicológica conductista en educación, al respecto en relación con los planteamientos de Skinner, señala (Reyero, p. 463): “En el fondo Skinner entiende la libertad como liberación de estímulos aversivos externos, pero no como libertad interior que nos permita decidir acertadamente el objeto del querer que más nos conviene”. Dicho sea de paso, lo anterior conlleva a la importancia de controlar el ambiente social en educación, que sea sano y rico en estímulos según este paradigma.

Otra de las visiones que plantea el autor desde una perspectiva posmodernista es (Reyero, p. 465): “La única condición que estos autores parecen exigir para educar en libertad es la existencia de distintas posibilidades de ser y la no hegemonía de ninguna de ellas sobre las demás. La libertad individual no es educable desde otro punto de vista que no sea ofertar posibilidades”. Dicha formulación está más bien vinculada como se apunta de forma explícita, a la noción de libertad individual en cuanto a la posibilidad de elegir entre diversas opciones. También se basa en planteamientos de la filósofa Hannah Arendt para concluir que (Reyero, p. 466): “una educación liberadora es una educación para el desarrollo público”; dado que busca propiciar el desarrollo de un pensamiento crítico en contra de toda opresión social.

 

Sin lugar a dudas bajo el modelo imperante de la sociedad actual, hoy más que nunca es imprescindible retomar los fundamentos de la educación para lograr un desarrollo vital pleno, donde la libertad se sobreponga frente a todo aquello que nos aleje de la verdad (Reyero, p. 468): “Es cierto que la presión hacia el individualismo, la tendencia al aburguesamiento, la pereza, determinadas modas e ideologías, etc., pueden, y de hecho lo hacen, oscurecer esa verdad práctica y experimentable, pero eso sólo refuerza la necesidad de la educación para vencer esas dificultades y ser verdaderamente libre”.

Cabe señalar que la libertad es una posibilidad en el ser humano, pero que debe llevarse a cabo, puesto que no surge espontáneamente (Reyero, p. 468-469): “Ciertamente la libertad no es una dimensión que nace hecha. El hombre al nacer tiene la posibilidad de la libertad, pero no nace con ella actuante”. Es aquí donde entra el rol de la educación para la libertad (Reyero, p. 469): “Primero, la libertad humana no es sólo condición de posibilidad de la educación sino también objetivo de la misma. Sucede que necesitamos educarnos para llegar a ser libres y necesitamos ser libres para poder educarnos y no adiestrarnos”.

Por otro lado, el rol de la educación adquiere un importante cariz en relación con el fin o propósito de un proyecto social común hacia dónde deseamos ir como sociedad en una construcción compartida, no exenta de diferencias, pero cuyo principal objetivo debe ser la vida buena, a través del pleno ejercicio de la libertad con sentido de comunidad (Reyero, p. 471): “Es cierto que en sociedades pluralistas como la nuestra ese telos común resulta sólo posible en unos mínimos, pero estos resultan claramente insuficientes ya que necesitamos trasmitir, junto con un catálogo de virtudes, nociones sobre el sentido de la vida y la relación entre las virtudes que requieren explicaciones que van más allá de los mínimos en los que todos pudiéramos estar de acuerdo”.

A modo de síntesis, para educar en libertad, el guía, docente o tutor del educando debe ser capaz de guiar el proceso de elecciones del sujeto que aprende con la finalidad de humanizarlo y liberarlo, privando dicha elección de la subjetividad del sentimiento, confrontándola con normas lógicas y universales (Reyero, p. 473): “Para educar en la libertad debemos conocer cómo se realiza esa elección, cómo se relaciona esa elección con la ejecución, y cómo se puede catalogar de correcta, liberadora y humanizadora, una elección”. No obstante, lo anterior, se genera la disyuntiva basada en Aristóteles y el pensamiento tomasino (Reyero, p. 473): “la acción humana completamente libre es aquella en la que los sentimientos, educados por las virtudes, y la razón coinciden en la elección correcta y la quieren”. En ese sentido los sentimientos no quedan excluidos, sino que más bien deben proyectarse de acuerdo al desarrollo de las virtudes y no ser meras pasiones; lo que solo se consigue a través de una disciplinada educación en libertad que se sustenta en la consumación de actos libres que lo responsabilice de sus propias acciones y se exprese en correcta concordancia racionalizada y consciente de sus sentimientos.

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