sábado, 31 de diciembre de 2022

a. ¿Cuál es el lugar que ocupan las virtudes en el proceso educativo de una persona según Isaacs? Fundamente.

 

A partir de la lectura y análisis del texto “Las virtudes en la educación”, escrito por el Doctor David Isaacs Jones de la Universidad de Navarra en el marco del VI Congreso Internacional Educación Católica para el Siglo XXI: “Fe y educación”, llevado a cabo el año 2013. En él se puede desprender que es fundamental reconocerlas dentro del contexto de la búsqueda del bien común, ya sea que se exprese a nivel del núcleo familiar, por organizaciones, tales como centros educativos, ciudades, naciones u otras. Dado lo anterior considera relevante que para apuntar a la formación de buenos ciudadanos se requiere de valores morales; dado que es allí donde se propende a la dignidad humana y, por ello a la felicidad. Si bien el texto apunta eminentemente a la educación universitaria como lugar privilegiado para el desarrollo de los valores humanos; cualquier centro educativo, independiente del grado de escolaridad, se encuentra llamado a generar el propósito de alcanzar el crecimiento personal en los educandos, contribuyendo y recibiendo al bien común para dicho fin.

Al respecto, el autor menciona (Isaacs, 24): “Al referirme a los valores morales, estoy hablando de la solidaridad, la laboriosidad, la responsabilidad, la justicia, la generosidad, la amistad etc. Bien extraño sería poder hablar de un ciudadano responsable que no fuera solidario, justo, laborioso, leal y honrado por ejemplo”. Como se observa son los mentados valores morales los que darán la referencia a las expectativas de los futuros ciudadanos en proceso de formación educativa, en tanto pie de entrada para convertirse en los profesionales o trabajadores del mañana. A saber, Isaacs, entenderá dichos valores morales en concordancia con la noción de virtud, entendida esta última como hábito operativo bueno. En línea con lo anterior, refiere (Isaacs, 24): “El desarrollo de las virtudes realimenta el entendimiento y la voluntad de tres modos principales. Se trata de la firmeza, la prontitud y un cierto agrado”.

Continuando con la línea argumental, la firmeza en la virtud propicia que la persona reafirme sus hábitos o conductas a partir de lo que está haciendo, ya que su vida y de quienes lo rodean tiende a una mejora sistemática. Por otro lado, en relación con la prontitud, alude más bien a la capacidad de obrar bien con mayor rapidez y, asimismo el agrado se condice con actuar a gusto o con satisfacción, pues lo conduce a la felicidad.

Finalmente, cabe señalar que para responder la pregunta inicial sobre el lugar de las virtudes en la educación es de suma trascendencia, plantearse cuál es el fin de la educación (Isaacs, 25): “Lograr que los alumnos aprendan a ser profesionales competentes, ciudadanos responsables, amigos leales, miembros responsables de una familia y, para los creyentes, hijos responsables de Dios es una manera de plantear los fines de la educación”. No obstante, David señala que no es solo el rol de las instituciones educativas el formar en valores morales o virtudes; sino también un rol fundamental como actor en este proceso lo constituye la familia en tanto organización natural. También justifica la importancia de formar en virtudes, al apuntar a cómo permite una mayor y efectiva maduración personal en los estudiantes (Isaacs, 26): “Una manera operativa de concebirla es precisamente como consecuencia del desarrollo armónico de las virtudes humanas. Es decir, en cuanto una persona llegue a ser más honrada, más prudente, más generosa, más sincera, más flexible etc. de hecho está alcanzando una mayor madurez personal”. Para finalmente formular que es ineludible que la educación debe alentar a la búsqueda de la felicidad, armonía y plenitud de la naturaleza humana de cada individuo en proceso de formación.

Una última reflexión que resulta crucial es que la virtud debe desarrollarse en el justo medio, pues sino podría derivar inclusive en un vicio, por ello sugiere que no es necesario institucionalizar con actividades curriculares diferentes a las habituales en los centros educativos, por el contrario, se pueden potenciar estas con mayor efectividad y consciencia de parte de los docentes, así como de las comunidades educativas con el propósito de generar centros educativos en valores y virtudes por antonomasia, a través de las actividades dispuestas en las planificaciones, además ello permite que todos en su justa medida desarrollen las virtudes de acuerdo a sus propios requerimientos y naturaleza, sin forzar, ni llevar al extremo el desarrollo de una virtud, sobre todo pensando en aquellos educandos que ya la han incorporado a sus hábitos (Isaacs, 27): “A algunas personas les es fácil ser ordenadas o responsables. En cambio, tienen dificultades para ser sinceras o para ser flexibles. Otras son al revés. Esto significa que, si se plantea un plan generalizado para todos los alumnos respecto al desarrollo de alguna virtud concreta, o a algún aspecto concreto de alguna virtud, el educador puede estar animando a algún alumno, inconscientemente, a caer en un vicio que es consecuencia de un exceso de atención a la misma”.

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