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a. Reflexione en torno a los nuevos retos de la educación superior y las innovaciones que según éste deben aplicarse, fundamentalmente en torno al rol docente. Interesa un juicio crítico donde manifiesten, con argumentos lo que consideran adecuado e inadecuado conforme a lo que sostiene el autor.

 En relación con el texto “El rol del docente en la educación superior del siglo XXI”, escrito por Carlos Tünnermann Bernheim, se observa que la educación para nuestro tiempo exige nuevos retos, asociados, por ejemplo, a la globalización, acentuados por las tecnologías de la información y la comunicación que intervienen y repercuten en los más variados ámbitos del saber, entre ellos, por supuesto, la educación. No obstante, el término mismo es paradójico, puesto que ha generado cada vez brechas más ingentes en las distintas sociedades, donde no ha tenido el alcance global del cual presume, sino que más bien ha exacerbado en tanto fenómeno económico-social, las diferencias entre los distintos países y su desarrollo igualmente, sociocultural: “La Educación para el siglo XXI debe enseñarnos a vivir juntos en la “aldea planetaria” y a desear esa convivencia” (Tünnermann, 2). Ante aquella realidad se vuelve imprescindible el autoconocimiento, el asentamiento de nuestras raíces culturales, fortalecer nuestra educación y redes. En definitiva, volvernos ciudadanos del mundo.

Siguiendo con la línea argumental, diversos autores, entre ellos la Doctora Carmen García Guadilla, de la Universidad Central de Venezuela ha apuntado en lo referente al impacto de la globalización en la educación superior: “En cuanto a su organización: tendencia a conocimientos más integrados, lo que lleva a formas más inter y transdisciplinarias de concebir las disciplinas” (Tünnermann, 3). Lo anterior posibilita un sinfín de oportunidades en nuestra época, puesto que cada vez más aquel conocimiento que parecía parcelado se configura como un todo interconectado, que permite enlazar las distintas ramas del conocimiento y analizar los distintos fenómenos y objetos de estudio de manera más integrada, así como a través de inter y transdisciplinas emergentes que amplían el entendimiento de dichos fenómenos cada vez más complejos.

Otra de las consecuencias relevantes de la globalización en la educación superior, se aboca al cambio que ha generado en las profesiones y cómo muchas de ellas han tenido o tendrán que adaptarse a los nuevos tiempos, por ejemplo, en la exigencia de una mayor especialización y nuevas habilidades, así como conocimientos actualizados para el siglo XXI, sobre todo a nivel digital: “Surgimiento de nuevas profesiones y subprofesiones cada vez más especializadas (…) Cambios en los espacios del ejercicio de las profesiones (…) Nuevos perfiles profesionales, nuevas competencias, relacionadas con las nuevas tecnologías y nuevas formas de organización institucional” (Tünnermann, 3). 

Del mismo modo también las universidades deberán realizar cambios sustantivos, favoreciendo la investigación de alto nivel, generar mayor liderazgo profesional, propiciar mayor apertura hacia los campos multidisciplinares, establecer nuevos lazos y enlaces con los sectores productivos y el medio -extensión- que tiendan a la internacionalización, promover la formación institucional educativa a distancia, por ejemplo, en modalidades e-learning, entre otras: “Si quisiéramos resumir en una frase el gran reto que imponen la globalización y la sociedad del conocimiento a la educación superior, podríamos decir que es el desafío de forjar una educación superior capaz de innovar, de transformarse, de participar creativamente y competir en el conocimiento internacional” (Tünnermann, 4). 

Finalmente, respecto a las innovaciones educativas necesarias para enfrentar los nuevos retos, entre ellos, el que ocupa un lugar preponderante es la llamada calidad de la enseñanza, que las más de las veces en el contexto globalizado y capitalista, ha tendido a asociarse a los procesos de acreditación y certificación universitaria, por ejemplo:

en casi todos los países, la preocupación por la pertinencia del quehacer de las instituciones de educación superior; la urgencia de mejorar substancialmente los procesos de gestión y administración; la necesidad de aprovechar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; la conveniencia de revisar el concepto mismo de la cooperación internacional y fortalecer la dimensión internacional de enseñanza superior; el ejercicio de la autonomía universitaria con responsabilidad social y la búsqueda de nuevas formas de vinculación con todos los sectores sociales y estatales (Tünnermann, 6). 

Todo lo anterior demanda que como docentes seamos capaces de adecuar y transformar nuestras prácticas pedagógicas con miras hacia un currículum más flexible, desarrollar en nuestros estudiantes un pensamiento crítico y resolución de problemas de forma autónoma, enseñanza en nuevas tecnologías para el conocimiento y aprendizajes para la vida, vinculados a la actividad laboral de modo permanente, frente a la obsolescencia del conocimiento en el contexto de una sociedad de consumo, en otras palabras, aprender a aprender para estar siempre actualizados:

En definitiva, nos dice Miguel Angel Escotet, la gran transformación profesional que nos viene exigirá un mayor nivel interdisciplinario, una revitalización del grupo de disciplinas relacionadas con las esferas éticas, estéticas y de comunicación, y un cambio total de actividad en profesores y estudiantes, al tener que pasar de la idea de una educación terminal a una educación permanente: es decir, el profesional del futuro, estará atrapado de por vida en la educación, y educación y trabajo irán de la mano y no la una a expensas del otro (Tünnermann, 8). 

En suma, como docentes debemos estar preparados e incluso anticiparnos al cambio y uso de las nuevas tecnologías a nuestro servicio y disposición académica: “En primer lugar, es preciso evitar que una sobreestimación de las potencialidades que ofrecen dichas tecnologías, produzca un detrimento en la apreciación del papel del docente. Estas tecnologías deben siempre ser vistas como instrumentos, como medios de apoyo al profesor y nunca como sustitutos del mismo” (Tünnermann, 15).  De la misma manera no se debe soslayar que el rol del docente ha cambiado y como tal, se centrará fundamentalmente en guiar los procesos de enseñanza-aprendizaje de los educandos, pero incentivando un rol más activo de parte de estos últimos con la finalidad de que logren su más alto desarrollo y competencias para la construcción de un conocimiento significativo: “Lo que pasa es que el profesor deja de ser el centro principal del proceso, que pasa a ser el alumno, pero no desaparece de él, sino que se transforma en un guía, en un tutor, en un suscitador de aprendizajes, capaz de generar en su aula un ambiente de aprendizaje” (Tünnermann, 9). 

Para culminar, procedo a cerrar el análisis a partir de la siguiente reflexión a modo de conclusión: “El educador para el siglo XXI, escribe el profesor colombiano Alvaro Recio, será un pedagogo-investigador con una honda formación humana y social, de modo que se convierta en agente de cambio de él mismo, de sus alumnos y de la comunidad circundante.” (Tünnermann, 13).  Como se aprecia, sin duda alguna el rol docente no será postergado en la sociedad del siglo XXI, por el contrario, será absolutamente necesario para llevar  acabo los cambios venideros, siendo partícipe activo y gestor de aquellos cambios con profunda capacidad crítica y formadora, capaz de reconocer y comprender la realidad de sus estudiantes para desplegar sus alas hacia una sociedad de avanzada, vanguardista por excelencia, a la luz de un futuro esplendoroso.


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