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Mosaicos de la memoria.

 "Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él", Jean Paul Sartre.


Todos sin excepción alguna en la vida somos frutos de nuestras experiencias, certezas e incertidumbres. Sin embargo, son precisamente estas últimas las que nos movilizan, transforman y conducen al sustancial cambio que creíamos buscar sin encontrar, cuando la verdadera búsqueda, el camino inexplorado de la verdad, estuvo siempre en nosotros mismos, en el interior más recóndito de nuestro espíritu.


En la vida nada responde al mero azar, sino más bien siempre habrá una causa probable que enlazará los hilos del destino. El afán más valioso de tu existencia será descubrir las causalidades universales de tu propio transitar.


Aquella tarde en el "Hostalito", hostel situado en la zona céntrica de Cancún en el corazón de la Riviera Maya, se aproximó a nosotros como náufrago a la costa un joven de mirada sagaz, afable y con la radiante energía de un viajero empedernido. Davys era su nombre, de nacionalidad colombiana y radicado hace quince años en México, agradecido de la hospitalidad de su gente y la bondad de su pueblo. La conversación fluyó natural como amigos de toda una vida; las historias se sucedieron incesantemente. 


En el cénit del atardecer tropical sentados en el frontis del hostel, reclinados y arrellanados en unos improvisados sillones de entretejidos alambres, junto a mi amiga degustábamos jugos naturales del Caribe mexicano, entremezclados con un sandwich de huevo y cebolla a la chilena. Fue allí cuando Dayvis con cordialidad inusitada se nos sumó a la conversación, nos contó qué lo traía por Cancún, sus éxitos y derrotas, sus alegrías, penas y tristezas como parceros de siempre, conocidos de toda una vida. Conforme avanzaban las horas de la noche nos fuimos sumergiendo en sus intrincados laberintos de viajes, anécdotas, historias, amores y desamores; en fin, la vida misma.


Así nos contó de sus pasar de 18 meses en La isla de Holbox hacia el norte de donde nos encontrábamos aquel día. -"El viento sopla sin prisa, las  hojas de las ramas de los árboles se  mueven al vaivén de su destino..."- mientras él nos recitaba estas frases venidas a su memoria y escritas por su puño y letra, comenzó su relato de juergas, amores clandestinos al sabor tropical con pizca europea y sazón latino. Sin duda nuestro amigo se había perdido entre las fragancias de las sábanas de las mujeres europeas, altivas, entregadas, insaciables con un pragmatismo que ya desearían muchos hombres que solo buscan acción y sexo en una noche de pasión en la playa, que contrastaba con la sensualidad de las argentinas, chilenas y tantas compatriotas de Latinoamérica que para saciar su apetito requerían de que nuestro protagonista hiciera gala de su romanticismo de viejo cuño, invitándolas a cenar, a ver las estrellas reflejadas bajo la luz de la luna en el mar, un buen trago tras un recorrido por la isla, para caer rendidas en sus brazos en absoluta entrega.


"Llegar a la nada... después de vivirlo todo", así inició un postrer relato, cuya historia marcaría un hito en su vida. Fue en una de aquellas localidades ancestrales de ortodoxia tribal en las cercanías de Cusco, allá por el año 2005 a sus 19 años cuando entre olores, degustaciones, vivaces colores, Dayvis atravesaba de punta a cabo los mercaditos de esos altos terruños. Allí conoció a una joven vivaz, de piel morena y belleza arrolladora, cuya simpatía y carisma lo envolvieron, pero más fue ella quién jamás había puesto un pie fuera de sus tierras, quién embelesada, deseaba saber, conocer, qué otras posibilidades le deparaban la otredad de las fronteras. Sin ir más lejos, las horas se sucedieron en un santiamén y tras haber dialogado de viajes, experiencias y climas exóticos, aquella chica anonadada se perdió entre las callejuelas. Nuestro amigo una vez más se encontraba solo en su andar.


No obstante, inesperadamente a unos cuantos metros de distancia divisó a un grupo de hombres con cara de pocos amigos, quiénes para su sorpresa venían en su dirección. Al llegar frente a él, malhumorados, impacientes y a regañadientes lo increparon, insultaron y si no es por intervención pública, hubiesen hecho lo que ellos hubiesen considerado "hacer justicia por sus propias manos", en otras palabras, nuestro parce hubiese recibido la paliza de su vida. Así fue que sin explicación alguna a rajatabla lo apresaron un grupo de policías locales, sin dar mayor explicación de cuál era el motivo por el que lo llevaban detenido. Solo comprendió que la chica que había conocido instantes atrás y su familia estaban involucradas en el asunto, puesto que arguyeron que él se quería raptar a la joven y llevársela lejos con él. Pese a que intentó aclarar el malentendido, nada dio resultados con esos gañanes.


Así, cansado, confundido, ofuscado y sin entender ni madre de lo que estaba ocurriendo, se vio enfrascado en una celda oscura, tétrica y maloliente custodiada por esos haraganes que ostentaban el flamante título de policías. Quizás fue su simpatía, tal vez su argucia o los milagros cusqueños, pero obligado a pasar la noche enclaustrado con aquella ingrata compañía aguardientosa, destilante de tragos y licores, terminó sin saber cómo jugando dominó y cartas fuera de su celda junto a estos paisas. Hasta tal punto que les ofreció comprar y pagar pisco o el destilado que ellos prefirieran. La madrugada entre nebulosas resacas y nauseabundos vómitos, flatulencias y escupitajos terminó con Dayvis liberado, policías embriagados y un "Ya, vete. Ya amaneció".


Luego de escuchar las peripecias de nuestro amigo, las horas restantes de la madrugada discurrieron entre frases célebres de filósofos, la realidad latinoamericana y mexicana, así como nuestra visión sobre la educación en tanto pilar fundamental para generar pensamiento crítico y cambio social. No exenta de picardía también nuestras divagaciones se solaparon en la idiosincracia latina, sus dichos, dimes y diretes también del habla popular. Sin percatarnos la garuga ya anunciaba las tres de la madrugada del invierno del paraíso mexicano. El día siguiente sería otra historia.


Al amanecer del día entrante nos dispusimos a un desayuno abundante y variado al ritmo del jazz de los mejores temas de Chet Baker -I get along without you very well- y la filosofía heideggeriana, así su alma se conmovió a compartirnos sus añoranzas y sinsabores de juventud... -"El olvido es mi pasado, el presente es mi recuerdo, el futuro ya no existe, ¿Qué soy?,  ¿un susurro?, ¿un latido, un suspiro indefinido que reclama sin cesar los paisajes de vida que han vencido a mi tristeza?- con la declamación de estos versos que emergían de su alma, nos contó de la espléndida, Adriana, su maestra de vida.


Todo comenzó como a la vieja usanza de misivas y cartas, solo que a través de la mensajería vía correo electrónico que proveían en aquel entonces los adelantos del internet. Ella con una seguridad despampanante y una elocuencia descabellada a su tierna edad, lo indujo en la maestría de la educación literaria y filosófica donde conoció, por ejemplo, la escritura de Andrés Caicedo, autor caleño, cuyos relatos como Infección trastocaron a un sentir absurdo su mirada hacia la vida, así como la sed por el saber. Fue así como esa chica caleña, cuya correspondencia digital se mantuvo por años, sin que ella por pudor, lección de vida o consigna personal revelara jamás alguna imagen o semblanza suya de su rostro; "Un libro no solo se juzga por su forma, sino que sobretodo por su contenido".


Frisaba la década del 2000, entre tipeos, mensajes de prisa, pensamientos pausados, crisis de adolescencia, amores frustrados, fiestas y escarceos sentimentales cuando Dayvis a sus dieciséis tuvo la fortuna de conocer a quién sería uno de sus más admirables camaradas de letras y floreciente crecimiento intelectual, Camilo; amigo maestro, que compartió con él no solo la fruición por la  literatura y profundidad filosófica de Nietzsche, Schopenhauer, Camus y tantos otros, sino que también el idilio amoroso de Adriana. Un perfecto As de copas. -"El cantar del susurro de los pájaros retumba en ecos en el fondo de mi alma"-.


Años después, cuando nuestro joven aventurero en la nostalgia de los platónicos amores de juventud recordara su nombre y sus cartas digitales con un matrimonio e hija a cuestas en la flor de su vida y con una economía que le permitió darse un gusto, buscó entre los correos la dirección de aquella enigmática y brillante jovencita, que se había convertido en toda una mujer y brillante doctora, hasta que decidido viajó a Cali con un ramo de flores a su casa y un libro bajo el brazo. Allí se encontró con quién supuso era su padre, pero absorto y sin palabras, al ver que era de raza negra dio un paso en falso, más aún cuando tras él observó con detención la grácil silueta de la que sin duda sería Adriana. Trastabillando y mascullando rápidamente algunas palabras de cortesía se desprendió de los regalos, cuya premura deshojó algunos pétalos de rosas; "El anhelo se esfumó, la verdad solo es mentira.El verdugo se pronuncia, sofocando tus sentidos, es el fin de tu camino, ya no quedan esperanzas, es el fin de tu camino".

PD: Con cariño y estima para el parce, viajero de la vida, Dayvis. México, Cancún, 26 de enero 2023.

José Patricio Chamorro Jara.

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