Aprender a aprender, aprender a pensar y aprender a sentir: Claves para un aprendizaje significativo en el aula.
A
continuación, a partir de las lecturas del curso se sistematizarán algunos de
los principales factores personales, interpersonales y contextuales que a raíz
de la lectura de los textos y a modo de juicio crítico, influyen de forma más
sostenida en los aprendizajes de los estudiantes. Sin lugar a duda no podemos
olvidarnos que el aprendizaje en sí mismo es un proceso complejo en el que
intervienen diversos factores; al respecto, José Carlos Núñez de la universidad
de Oviedo en su texto “Motivación, aprendizaje y rendimiento académico”, señala
que: “Para aprender algo nuevo es preciso disponer de las capacidades,
conocimientos, estrategias y destrezas necesarias -poder- y tener la
disposición, intención y motivación suficientes -querer- para alcanzar los
fines que se pretenden conquistar” (2009, p. 41). Como se aprecia, resulta
fundamental la integración de diversos componentes que constituyen un todo en
este proceso; por un lado, nuestras capacidades personales, asociadas a las
aptitudes, habilidades que poseamos de forma particular y, por otro, nuestros
conocimientos previos, experiencias vitales, estrategias para aprender a
aprender. Dicho en otras palabras, nuestros procesos metacognitivos y, por
supuesto nuestra predisposición y actitudes frente a lo que estamos
aprendiendo, es decir, se generará un aprendizaje distinto en nuestra
experiencia, dependiendo de si la motivación es intrínseca o extrínseca,
asimismo en la forma como damos respuestas a interrogantes tales como: ¿qué
deseamos aprender y por qué?, ¿qué uso o utilidad le daremos a aquello que
estamos aprendiendo?, vale decir, el telos o fin de la naturaleza del
aprendizaje y cómo nos sentimos frente al nuevo conocimiento.
Como se ha
aludido, respecto al aprendizaje, también es clave lo que se ha denominado en
las últimas décadas desde el punto de vista de las competencias del
aprendizaje, el aprender a hacer; en otras palabras las destrezas adquiridas y
desarrolladas para resolver o ejecutar una determinada tarea de forma exitosa y
práctica, tal como refiere Núñez: “No es tan importante desvelar la capacidad
que uno posee como la forma en que utiliza esa capacidad: la destreza de
aplicar los conocimientos en la práctica” (2009, p. 41). Asimismo, es
insoslayable la importancia que han tenido variados psicólogos del aprendizaje
para la comprensión y evolución de dichos estudios como lo fue, por ejemplo,
Ausubel y su teoría del aprendizaje significativo: “El autor indicaba que una
disposición y actitud favorable del alumno para aprender significativamente, la
organización lógica y coherente del contenido, y la existencia en la mente del
alumno de conocimientos previos relevantes con los que poder relacionar el
nuevo contenido de aprendizaje, serían las tres condiciones básicas del
aprendizaje significativo” (Núñez, 2009, p. 42).
Como se
mencionó anteriormente, la motivación en tanto factor psicológico es de suma
importancia para lograr un aprendizaje que perdure en el tiempo, que va desde
el componente de valor - ¿por qué hago esta tarea? -, el componente de
expectativa - ¿soy capaz de hacer esta tarea? - y las reacciones emocionales o
componente afectivo - ¿cómo me siento con esta tarea? En la misma línea, por
ejemplo, la motivación a la consecución de metas académicas también tendrá un
valor añadido: “las personas podrían estar implicándose en una actividad debido
a su deseo de aprender, desarrollar o mejorar sus capacidades o bien con objeto
de demostrar su capacidad o de proteger su imagen personal buscando las
valoraciones positivas de los demás” (Núñez, 2009, p. 46).
El texto
también plantea la importancia del autoconcepto o self, que abarca
percepciones y creencias que los individuos tienen acerca de sí mismos en
diferentes áreas: “Desde una perspectiva funcional, el autoconcepto es el
resultado de un proceso de análisis, valoración e integración de la información
derivada de la propia experiencia y del feedback de los otros significativos. Esta
información constituye una importante base de conocimiento acerca de nuestras
capacidades, logros, preferencias, valores, metas, etc” (Núñez, 2009, p. 51).
Con lo anterior se refiere fundamentalmente a cómo construimos nuestra propia
imagen en relación con todas nuestras vivencias, pero sobre todo aquellas más
significativas, junto a personas cuyo valor social sopesamos en torno a
nuestros propios objetivos personales -familia, amigos, profesores, otros
significativos-, que de uno u otro modo contribuyen o propician la
configuración de nuestra autoestima.
Dentro de los
elementos personales que contribuyen a un aprendizaje significativo, también se
han formulado conceptos tales como la autoeficacia, expectativas de resultado y
percepciones de control:
Concretamente,
la investigación desarrollada por Harter (1992) sostiene que la percepción de
competencia es un factor determinante de la disposición afectiva hacia el
aprendizaje y de la orientación motivacional que los estudiantes muestran en el
aula. Los estudiantes con altas percepciones de competencia, al contrario que
aquellos que se perciben poco eficaces, muestran curiosidad e interés por
aprender, preferencia por las tareas desafiantes, y también, una menor ansiedad
y un mayor rendimiento (Núñez, 2009, p. 54).
Con ello más
bien se apunta a señalar que entre más competentes creamos ser frente a una
determinada tarea en el ámbito académico, mayor será nuestra motivación por
desarrollarla. Del mismo modo, mantendrá, por ende, nuestras expectativas más
altas en relación con la ejecución de esta, lo que a su vez provocará
sentimientos y afectos más positivos, como, por ejemplo, mayor interés, frente
a una disminución de sentimientos negativos y resultados más acordes con sus
propias expectativas que también propenden al optimismo, cuya tendencia es a
rendir favorablemente de acuerdo con lo esperado.
Aparejado a lo
anterior, algunos estudios han demostrado que entre menos competentes nos
sintamos al realizar una actividad académica, menos esfuerzo pondremos en dicha
tarea y a su vez seremos menos persistentes en su adecuado logro, obteniendo
probablemente un menor rendimiento en comparación con aquellos estudiantes más motivados:
A
este respecto, Bandura (1982a) señala que cuando los estudiantes muestran dudas
acerca de su capacidad para desarrollar una determinada actividad, pueden
tender a evitar participar en la tarea, dedicar menos esfuerzo, persistir menos
ante las dificultades y, en último término, obtener un rendimiento más bajo que
aquellos que se sienten eficaces (Núñez, 2009, p. 54).
Como se ha
abordado hasta acá, la motivación cumple un rol crucial en la obtención de
aprendizajes, más aún si pensamos en los componentes afectivos y emocionales
que la conforman. Sin embargo, es posible diferenciar las emociones que los
estudiantes sienten hacia sí mismos con las que sienten hacia los demás que
confluyen con otros componentes igualmente relevantes: “Concretamente, en
situaciones de logro se ha encontrado que el resultado de la acción, la
atribución particular realizada y la dimensión causal implicada son los
principales determinantes de las emociones” (Núñez, 2009, p. 57).
Continuando
con la línea argumental, otro factor de relevancia a nivel contextual lo
constituyen los cambios socioculturales que han vivido nuestras sociedades en
las últimas décadas, sobre todo por la tecnología, sin embargo, gran parte de
las aulas no se han actualizado del todo o no han empleado bien estos recursos
para una mejora sistemática y progresiva de los procesos de
enseñanza-aprendizaje:
Es
más, estos métodos de enseñanza han cambiado relativamente poco a lo largo de
los años y, en el mejor de los casos, son insignificantes si los comparamos con
los profundos cambios culturales que ha experimentado nuestra sociedad en las
últimas décadas. En este contexto parecen tener sentido las palabras de Pozo y
Monereo (2001) al señalar que en la escuela se enseñan contenidos del siglo
XIX, con profesores del siglo XX, a alumnos del siglo XXI. Bajo estos
planteamientos, estamos ante un primer problema motivacional vinculado a los
contenidos y a su enseñanza (Núñez, 2009, p. 63).
Cabe referir
trascendentales cambios paradigmáticos que se han vivido en el sistema
educativo, los que han repercutido de múltiples maneras; entre ellas el rol del
docente y del estudiante, donde el primero se ha convertido más bien en un guía
ante el universo de posibilidades de la que disponen las nuevas generaciones en
cuanto a acceso al conocimiento, puesto que si bien hay un abundante caudal de
información e incluso, infoxicación, es más fácil aún caer en la desinformación
o en las tal llamadas fakenews o conocimiento no comprobado. Por tal motivo se
vuelve imprescindible cada vez más formar estudiantes más activos, participativos
y críticos. Esto último refleja la nueva realidad a la cual nos vemos
enfrentados como docentes, ya que nuestros estudiantes aprenden para la vida
más allá de las aulas en la sociedad del conocimiento: “El centro de atención
ya no es el profesor y la enseñanza, sino que el principal papel protagonista
lo pasa a desempeñar el alumno y el aprendizaje, concebido este último no como
un proceso de reproducción mecánica de lo que se enseña, sino como un proceso
de construcción de conocimientos” (Núñez, 2009, p. 64). Lo anterior hace
referencia igualmente al constructivismo en educación, donde el conocimiento no
viene dado desde una verdad absoluta, sino que se construye y deconstruye
constantemente en las interacciones diarias con el aprendizaje.
Continuando
con lo planteado, a nivel contextual han emergido múltiples problemáticas que
han generado un antes y un después en el sistema educativo, cambios ante todo
contextuales dados por el vertiginoso ritmo y estilos de vida, familias
monoparentales, disfuncionales, la cada vez más promisoria y vanguardista
tecnología, nuevas ideologías y formas de convivir en una sociedad
multicultural, plural y diversa:
Nos
referimos a determinantes de tipo cultural, relacionados con cambios profundos
que se han producido en nuestra sociedad en los últimos años y que tienen que
ver con la forma de vida, las relaciones familiares, las nuevas tecnologías,
los valores predominantes, las relaciones interpersonales, etc. Estos factores
de naturaleza sociocultural añaden una nueva dimensión a la forma de abordar la
falta de motivación de los estudiantes, lo cual nos introduce ante un nuevo
problema motivacional distinto a los anteriores (Núñez, 2009, p. 64).
Desde otro
punto de vista resulta crucial que como docentes sepamos enfrentar la
diversidad del aula y ser capaces de enseñar de acuerdo con los requerimientos
y potenciales de nuestros estudiantes, acorde al desarrollo de sus habilidades,
destrezas y aptitudes. Es por ello por lo que enseñarles a aprender y
enseñarles a pensar será realmente significativo no solo para el período
académico, sino que más bien, para la vida misma:
No
es tan importante la cantidad de información que es capaz de recordar una
persona como la habilidad de saber qué información le falta, cómo adquirirla y
qué estrategias utilizar en el tratamiento de dicha información. Asimismo,
conocer qué habilidades del pensamiento posee, cómo desarrollarlas y cómo
utilizarlas en los distintos momentos y situaciones-problema de la vida es más
importante que sobresalir en alguna de las aptitudes del pensamiento. (Allueva
& Bueno, 2011, p. 261).
Con lo
expuesto, nos aproximamos a un concepto mencionado con antelación, a saber, el
conocimiento metacognitivo, es decir, nuestra capacidad o habilidad para pensar
o reflexionar en torno a nuestra propia gestión de aprendizajes de acuerdo con
criterios que nos permitan evaluar la calidad y pertinencia de nuestras
estrategias, así como recursos de aprendizaje: “El conocimiento de su Perfil de
Estilos de Aprendizaje y de Estilos de Pensamiento aumentará dicho conocimiento
metacognitivo ” (Allueva & Bueno, 2011, p. 262). Como se ha observado,
conocer, por ejemplo, nuestros Estilos de aprendizajes o los de nuestros
estudiantes nos abrirá numerosas puertas de entrada, pisando terreno seguro en
torno a qué metodologías y estrategias utilizar para potenciar dichos estilos o
para complementarlos con otros, basándonos en las realidades y herramientas
concretas de nuestros alumnos: “Los estilos de aprendizaje son los rasgos
cognitivos, afectivos y fisiológicos que sirven como indicadores relativamente
estables, de cómo los alumnos perciben interacciones y responden a sus
ambientes de aprendizaje” (Allueva & Bueno, 2011, p. 262).
En
concordancia con lo revisado, a partir de los Estilos de aprendizaje comunes
empleados en el cuestionario CHEA: Cuestionario Honey-Alonso de Estilos de
Aprendizaje, son cuatro perfiles los que se suelen obtener, que nos permitirán
orientar las tendencias y estrategias a utilizar de forma más apropiada con nuestros
educandos:
A)
Las personas que obtengan un predominio claro del Estilo Activo poseerán
algunas de estas características o manifestaciones: Animador, improvisador,
descubridor, arriesgado, espontáneo. B) Las personas que obtengan un predominio
claro del Estilo Reflexivo poseerán muchas de estas características o
manifestaciones: Ponderado, concienzudo, receptivo, analítico, exhaustivo. C)
Las personas que obtengan una mayor puntuación en el Estilo Teórico tendrán
características o manifestaciones como éstas: Metódico, lógico, objetivo,
crítico, estructurado. D) Las personas que obtengan una mayor puntuación en el
Estilo Pragmático tendrán características o manifestaciones como éstas:
Experimentador, práctico, directo, eficaz, realista (Allueva & Bueno, 2011,
p. 262).
Desde otra
perspectiva, es fundamental igualmente y oportuno conocer los estilos de
pensamiento de nuestros estudiantes, donde Sternberg ha realizado importantes
aportes: “Un estilo es una manera característica de pensar. No se refiere a una
aptitud, sino a cómo utilizamos las aptitudes que tenemos. No tenemos un
estilo, sino un perfil de estilos. Las personas pueden ser prácticamente
idénticas en cuanto a sus aptitudes y aun así tener estilos muy distintos”
(1999, p. 38). De lo esbozado se desprenden tres estilos de pensamiento:
legislativo, que tiende a la independencia y autonomía, pensamiento ejecutivo,
donde prefiere de forma contraria, seguir las reglas y resolver problemáticas
formuladas de antemano y, por último, el pensamiento judicial, donde hallamos
personas que les gustas evaluar reglas y procedimientos.
En suma, la
invitación es a que como docentes seamos cada vez más conscientes de la forma
en que aprenden nuestros estudiantes y preparar nuestras planificaciones
metodológicas, siendo conscientes de sus estilos de aprendizaje y pensamiento,
para generar en ellos una experiencia más significativa en su propio
aprendizaje: “Debe conseguirse que, en definitiva, la prioridad la tenga el
aprendizaje, más allá de la enseñanza. Hay que interesarse más por aquello que
aprende el estudiante que por aquello que enseña el profesor” (Michavila, 2009,
p. 5).
Como se ha
tratado a lo largo de este trabajo, el rol de la familia y sus dinámicas
internas son fundamentales para propiciar un buen ambiente de aprendizaje. De
igual modo las instancias sociales de aprendizajes requieren de un idóneo
ambiente de aula e inclusive de políticas educacionales del Estado acorde a los
diversos contextos educativos de cada país:
la
herencia genética, la cantidad/calidad de tiempo y bienes destinados a la
educación de sus hijos y; por último, el ingreso familiar, que afectaría
también indirectamente a las posibilidades de adquisición de bienes educativos.
Otros elementos importantes, incorporados por subsiguientes modelos al análisis
inicial, son la influencia de la persistencia de circunstancias adversas en la
familia relacionadas a la estructura familiar o al mercado de trabajo, el tipo
de compañeros de clase que tenga el individuo y el papel potencial del Estado
como elemento esencial para la equiparación de las posibilidades educativas de
las familias a partir de la consecución de determinadas políticas sociales (Calero
& Mediavilla, 2009, p. 2).
Finalmente,
cabe agregar tal como se apuntó desde un principio, existen múltiples factores
individuales que pueden incidir en el aprendizaje de los estudiantes; algunos
autores los han ampliado más aún, que se interrelacionan igualmente con
factores socioculturales: “En el caso del individuo se plantean diferentes
elementos que influirían en los resultados educativos; como sus propias
motivaciones, la calidad y el tiempo dedicado al estudio, su estado de salud,
si es hijo biológico o adoptado, su condición de inmigrante, el denominado
“efecto calendario” (diferencia de aprendizaje en los individuos con menor edad
derivada de una falta de madurez), el género y; por último, la escolaridad
anterior” (Calero & Mediavilla, 2009, p. 2).
Para concluir,
se presentará un análisis e interpretación de resultados cuantitativos, a
partir de la información obtenida del cuestionario titulado “Cuestionario de
estilos de pensamiento, aprendizaje y emociones”, que fue elaborado con el fin
de proporcionar información fidedigna que permitan contrastar algunos de los
puntos mencionados en este informe de manera teórica con datos empíricos,
aplicados a un grupo de 12 estudiantes de segundo año de Psicopedagogía de la
Universidad Santo Tomás de Copiapó. Se analizarán 3 preguntas cerradas de
selección múltiple, cuyos resultados se observarán en sus respectivos gráficos
– ver anexos-.
En relación
con la primera interrogante: “¿Qué adjetivo o frase consideras más apropiado
para evaluar el rol de las emociones en la disposición al aprendizaje por parte
de los estudiantes?”, la totalidad de los/as estudiantes respondieron
favorablemente, considerándolas muy importantes. Lo anterior puede deberse a
variados factores como, por ejemplo, a que fue un tema tratado de modo recurrente
en clases, donde se hizo hincapié en que un aprendizaje significativo implica
necesariamente un involucramiento emocional mayor, puesto que genera una
respuesta más receptiva hacia el aprendizaje.
Respecto a la
segunda interrogante “¿Qué estrategias de aprendizaje conoces? Selecciona las
que ocupas con mayor frecuencia”, se presentaron cuatro opciones, que suelen
ser las más empleadas por los estudiantes en los primeros años de universidad
en pregrado, a saber: Destacar o subrayar, leer detenidamente el texto más de
una vez, tomar apuntes de las ideas más relevantes de un texto y realizar
esquemas, mapas conceptuales o gráficos.
Según lo que
se puede apreciar en los resultados arrojados por el gráfico de barras, la
estrategia más utilizada por los estudiantes fue con un porcentaje de 41,7%
destacar y subrayar. Cabe mencionar que dentro de los recursos de los que
disponen los estudiantes para su propio aprendizaje, sin duda alguna este es
uno de los que más suelen enseñar y recomendar los profesores desde la
educación primaria y con mayor énfasis en secundaria, sobre todo en lo que
respecta al análisis textual e identificación de ideas principales, así como la
diferenciación con ideas secundarias en un texto. En un segundo término con un
33,3% la sigue el tomar apuntes de ideas más relevantes de un texto. Como se
mencionó, quiénes participaron de este cuestionario son estudiantes, que, al
menos han cursado un año de educación universitaria, por lo tanto, han pulido y
adquirido nuevas destrezas en comparación a la educación secundaria, donde la
toma de apuntes es una actividad frecuente en las cátedras universitarias.
Asimismo, en tercer término, con un 16,7% y en menor medida hay estudiantes que
probablemente tienden a ser más visuales y propenden a un aprendizaje y estudio
más sistemático, que suelen privilegiar los esquemas, mapas conceptuales o
gráficos para ordenar las ideas de un texto. Para finalizar, el cuarto
resultado con un 8,3% lo constituye leer detenidamente el texto más de una vez.
Esta estrategia también se abordó en clases de Desarrollo de habilidades
comunicativas y se recomendaba solo en casos de los cuales se dispusiera de
mayor tiempo y para comprobar hipótesis de lectura, por ello era predecible que
quedara en último lugar.
La tercera pregunta
y a modo de contraste teórico-práctico, así como de síntesis, puso en la
palestra la propuesta de perfiles de aprendizaje definidos por Honey-Alonso,
donde se aprecian cuatro perfiles. El que más predominó en este grupo de
estudiantes con un 50% fue el estilo pragmático, caracterizado por ser
experimentador, práctico, directo, eficaz y realista, cuyas estrategias de
aprendizaje buscan un fin práctico. En segundo lugar, con un 25% se situó el
estilo teórico, caracterizado por ser más bien metódico, lógico, objetivo,
crítico y estructurado; lo que suele implicar un mayor análisis de las
actividades a realizar. Por último, en menor término con un 16,7% se observó un
estilo activo, que incluye el ser animador, improvisador, descubridor,
arriesgado y espontáneo con el aprendizaje, más en sintonía con estudiantes de
los primeros años de educación universitaria. En último término con un 8,3% se
posicionó el estilo reflexivo, que suele ser más ponderado, concienzudo,
receptivo, analítico y exhaustivo, más propio de los últimos año de educación
universitaria, después de varios procesos de enseñanza-aprendizaje.
Bibliografía.
Allueva, P;
& Bueno, C. (2011). Estilos de aprendizaje y estilos de pensamiento en
estudiantes universitarios. Aprender a aprender y aprender a pensar. ARBOR
Ciencia, Pensamiento y Cultura, vol.187, n° Extra-3, 261-266.
Calero, J.
& Mediavilla, M. (2009). Determinantes internos y externos en el proceso de
aprendizaje. Una aproximación al caso español a partir de la ECV-05. Revista
Iberoamericana de Educación, n.° 50/6, 1–11.
Michavila, F.
(2009): “La Innovación Educativa. Oportunidades y Barreras”, ARBOR Ciencia,
Pensamiento y Cultura. Consejo Superior de Investigaciones Científica, vol.
185, n.º Extra, 3-8.
Núñez, J.
(2009). Motivación, aprendizaje y rendimiento académico. Actas do X Congresso
Internacional Galego-Portugués de Psicopedagogía, 41-67.
Sternberg, R.
J. (1999): Estilos de pensamiento. Claves para identificar nuestro modo de
pensar y enriquecer nuestra capacidad de reflexión, Paidós, Barcelona.
Anexos
Cuestionario de estilos de pensamiento, aprendizaje
y emociones:
El presente cuestionario es de carácter confidencial y será
empleado con fines académicos en el marco del Magister en Docencia para la
Educación Superior de la Universidad Gabriela Mistral.
Instrucciones: A continuación, encontrarás 3 preguntas
cerradas en relación con las cuales debes responder según tu criterio la
respuesta que más se ajuste a tu apreciación personal en relación con estilos
de pensamiento, aprendizaje y rol de las emociones en los procesos de
enseñanza-aprendizaje. No existen respuestas erróneas.
1.- ¿Qué
adjetivo o frase consideras más apropiado para evaluar el rol de las emociones
en la disposición al aprendizaje por parte de los estudiantes?
A)
Muy
importante. B) Influye
solo un poco. C) No es relevante.
2.- ¿Qué
estrategias de aprendizaje conoces? Selecciona las que ocupas con mayor
frecuencia.
A) Destacar o
subrayar. B) Leer detenidamente el
texto más de una vez.
c) Tomar
apuntes de las ideas más relevantes de un texto.
d) Realizar
esquemas, mapas conceptuales o gráficos.
3.-
Encontrarás 4 perfiles de aprendizaje definidos por Honey-Alonso. Debes indicar
con qué estilo de aprendizaje te identificas, eligiendo la opción más próxima a
tu estilo personal de aprendizaje.
A) Estilo
Activo: Animador, improvisador, descubridor, arriesgado, espontáneo.
B) Estilo
Reflexivo: Ponderado, concienzudo, receptivo, analítico, exhaustivo.
C) Estilo
Teórico: Metódico, lógico, objetivo, crítico, estructurado.
D) Estilo
Pragmático: Experimentador, práctico, directo, eficaz, realista.
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