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¿Qué es la verdad para el hombre?

 

1. ¿Qué es la verdad para el hombre?

En primer lugar, se hará referencia a la interrogante, basándose en lo formulado por Josef Pieper en su ensayo “La verdad de las cosas, un concepto olvidado”, publicado en la revista Universitas en el año 1970. A saber, al respecto menciona: “Ser verdad es algo que se puede decir de pensamiento y de ideas, de frases y de opiniones, pero no de cosas”. En relación con lo anterior se suele asociar comúnmente todo lo relativo a enunciados, estructuras del pensamiento, pero no así lo material como forma de entender la verdad, ante lo cual erige una serie de argumentos que procederé a esbozar a continuación.

Ya desde Platón se entendía la verdad como lo más noble dentro de las cosas existentes, que como se alude en el texto, posteriormente, por ejemplo, con el pensamiento tomasino se establecerá en la edad media la noción de verdad óntica, diferenciándola de la verdad lógica o cognoscitiva. De ese modo fue evolucionando dicha forma de comprender particularmente la verdad de las cosas hacia la modernidad y, específicamente en el humanismo del siglo XV - XVI, donde el ensayista menciona (Pieper): “Afirmaron simplemente que era absurdo —no propiamente “falso”, sino sen­cillamente carente de todo sentido— decir que las cosas son verdaderas, no habiendo razón alguna para dar a ello un sentido discutible”. Hasta que llegamos al pensamiento kantiano, donde es posible apreciar el destierro del concepto verdad de las cosas por resultar, en síntesis, estéril y tautológico.

Posteriormente el autor, tras una sucinta reseña acerca de la concepción histórica acerca de la verdad de las cosas, plantea que (Pieper): “En primer lugar, verdad no es algo abstracto que se pueda considerar aisladamente, sino algo que se concibe esencialmente asociado a un intelecto: dicho más exactamente, asociado a un ente capaz de conocer espiritualmente. La verdad es algo que existe mediante el acto de un intelecto, mediante el acto del conocimiento espiritual. Por otra parte, la verdad guarda una relación esencial con la realidad objetiva”. En sintonía con dichas ideas es fundamental tener presente a la figura del sujeto que conoce, ya que es a través de su naturaleza intelectual que puede percibir la verdad, que a su vez debe ser capaz de conocer aquello que es real objetivamente, es decir, que existe en el plano de los sentidos y, por tanto, objeto de conocimiento (Pieper): “Sucede que el conocedor capta la esencia de una cosa objetivamente real, la aprehende en el interior de sí mismo, para luego allí fijarla y conservarla”.

2. ¿Cuáles son a su juicio las tesis centrales de los ensayos? ¿Se relacionan entre sí?

En primer término, aludiré a la tesis del primer ensayo, escrito por el filósofo neoescolástico alemán, Josef Pieper, quien refiere respecto al pensamiento de Santo Tomás de Aquino y el concepto de medida, que provendría ya desde los tiempos de Pitágoras: “El elemento principal de este concepto es una forma panicular de causalidad: es el tipo de causalidad que reviste el modelo con relación a la copia, el original respecto a lo imitado, el boceto en relación con lo hecho según” y “de acuerdo” con el boceto”. En principio apunta a que las cosas que existen son verdaderas o son tales de acuerdo con el boceto original o idea primigenia de un ente creador y lo existente es la copia basada en dicha idea. Lo anterior sin duda alguna nos remite a los conceptos de mímesis e imitatio platónico-aristotélicos; lo que nos lleva al siguiente enunciado (Pieper): “Cuando califico una frase o un juicio como “verdadero”, quiero significar con ello que esta frase o este pensamiento —a pesar de que sólo tiene existencia en virtud de la actividad del sujeto conocedor— recibe su medida de la realidad objetiva de las cosas: de modo que siempre existe, entre la realidad objetiva y el pensamiento, exactamente el mismo tipo de identidad que la que inevitablemente se nos presenta ante los ojos en cuanto pensamos en la relación entre el modelo y la copia, o entre el boceto y lo realizado según él, o entre el original y la imitación”.

A posteriori, el autor establece una diferenciación entre las cosas o res artificiales, es decir, aquellas creadas por el hombre y las cosas o res naturales, vale decir, que son creadas ab initio o aquellas, más bien no creadas por el ser humano. A saber, en relación con las primeras se establece una relación de identidad con su ente conocedor. En palabras del escritor (Pieper): “Las cosas “artificiales” —es decir, las que han sido hechas por el hombre— son realmente lo que son en virtud de su adecuación con el boceto, previamente existente, radicado en el espíritu conocedor del artífice que las ha hecho”. Por lo tanto, lo verdadero de aquellas res artificiales, estaría dado por su correspondencia con el modelo original pensado, creado o planificado por el espíritu de su creador o inventor.

Por otra parte, respecto a las res naturalis, el ensayista argumenta su postura en los planteamientos acerca de las ideas, según lo referido por Platón en tanto una idea es una especie de boceto de lo existente. Bajo esta premisa el ser humano y todo lo no creado por él – salvo a excepción de lo formulado por la filosofía nihilista y existencialista – habría sido creado por un ente superior y, por tal nos constituimos en creaturas (Pieper): “Evidentemente, para este convencimiento —para creer que ante todas las cosas pre-existe un boceto- es necesario comprender el mundo, en todo momento, como creatura; lo cual no significa otra cosa sino que el mundo y todo lo que en él hay ha sido hecho de acuerdo con un modelo, que tiene su sede en el espíritu creador de Dios”. En suma, todo lo que es, es verdadero; “omne ens est verum”.

Resulta interesante también apuntar a otra cualidad de las cosas que es el ser cognoscibles, lo que en palabras de Pieper, no es más que: “Del mismo modo, la cognoscibilidad que por principio tienen todas las cosas no significa que nuestro espíritu humano pueda realmente conocerlas; lo que significa es que las cosas, todas las cosas —por ellas mismas, en cuanto a ellas respecta— están de tal forma “hechas” que pueden ser objeto de conocimiento”. Lo anterior les confiere que pueden ser objeto de conocimiento porque han sido creadas por un principio o modelo de un ente creador que las faculta a ser conocidas por el intelecto humano, pese a nuestro limitado entendimiento mortal.

A modo de síntesis, la tesis formulada por el filósofo desde un punto de vista desde la lógica del pensamiento argumental, de carácter inductivo, pues planteó una serie de argumentos para concluir y respaldar su premisa hacia el final de su ensayo; refiere que (Pieper): “La doctrina de la “verdad de las cosas” significa lo siguiente: todas las cosas son creadoramente conocidas por Dios, siendo por ello cognoscibles para el espíritu finito. Forma parte de la naturaleza de las cosas reales el ser posibles objetos del conocimiento humano, O sea, no existe en absoluto una separación total de la realidad objetiva frente al intelecto humano: antes de que le dirijamos nuestra mirada, hacia el mundo de las cosas, existe ya cierta relación (…) por su propia naturaleza, son luminosas debido a su origen a partir de la Luz arquetípica del Logos divino. Las cosas son cognoscibles porque Dios las ha pensado creadoramente. Su claridad y su lucidez intrínseca — fuerzas para mostrarse a sí mismas— dimanan del espíritu creador de Dios, al mismo tiempo que su propio ser, incluso desde su propio ser”.

A continuación, aludiré a la tesis del segundo ensayo, titulado “El encuentro con la verdad”, escrito por Ricardo Yepes Stork y publicado el 31 de enero del 2017 en Cartas a un joven estudiante. En este ensayo la verdad confluye como un encuentro inspirador innegable, que genera un cambio radical en la vida de quiénes la experimentan, sea cual sea la causa de su experimentación; un sentimiento como el amor o enamoramiento, la contemplación de una obra de arte, de la belleza, libertad o la manifestación de una idea, según se plantea (Yepes, 3): “Negar que la verdad existe es negar la mayor parte de la grandeza del hombre. Suprimirla es suprimir la inspiración, el arte, e incluso el ejercicio de la libertad. La verdad es algo demasiado grande como para verla sólo como algo puramente intelectual. No. La verdad es, por así decir, un elemento constitutivo de la vida humana. Toda vida humana tiene su verdad inspiradora”.

Cabe destacar que sí es posible conjeturar una interrelación entre ambas tesis, puesto que Yepes aborda la noción de verdad universal en tanto se basa en la concepción de la verdad ontológica o la verdad como realidad, que también en tanto premisa es abordada por Pieper. También es coincidente en sus planteamientos de la verdad como adecuación donde las cosas son posibles de ser cognoscibles por el intelecto humano (Yepes, 1): “Eso querría decir que la verdad no es una creación de mi intelecto, una suerte de evidencia con la que yo me satisfago a mí mismo en mi ansia de seguridad racional, sino más bien: el universo tiene un sentido, una lógica que puedo descubrir”. Si bien establece un recurso retórico más contemporáneo, su pensamiento se dirige a lo mismo, es decir, al intelecto como facultad humana que nos permite conocer la verdad cognoscible de las cosas que han sido creadas por un ente superior (Yepes 1): “Mi capacidad de razonar es, si me permites el símil informático, el password que me abre el fichero codificado del cosmos. Pero alguien ha puesto allí el software”. Lo anterior concuerda con la idea de creaturas formulada en el ensayo de Pieper, igualmente.

También resulta clarificadora la dimensión de libertad que Ricardo atribuye a la libertad en el encuentro con la verdad, en sus palabras, la dimensión existencial de la verdad entendida como una manifestación y no un mero asombro, así como un descubrimiento intelectual. En consonancia con lo expresado, la siguiente cita también concuerda con los planteamientos finales del ensayo de Pieper, puesto que la verdad en tanto logos divino posee un carácter lumínico, lúcido, trascendente. A saber (Yepes 2): “De repente, algo se pone a relampaguear, a irradiar, hay algo que se torna evidente: es ella”.

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