Señor director:
Es
una realidad que en la actualidad existe un avance en materia de acceso a la
educación superior, principalmente debido a la gratuidad y, también a causa de
una mayor preocupación por generar espacios para la inclusión, sin embargo, aún
estamos lejos de la meta de lograr realmente un sistema universitario inclusivo
tanto en lo socioeconómico como en aquellos sectores de la población con
necesidades educativas especiales. Con lo anterior, en cuanto al primer factor,
hago hincapié en la brecha aún existente entre aquellos estudiantes que
ingresan a universidades del Consejo de rectores en relación con aquellos
estudiantes que ingresan a estudiar una carrera en los Institutos profesionales
o Centros de formación técnica. Tal como señaló Patricia Noda en una carta
publicada en Vertebral Chile:
El resultado en cifras: aproximadamente el 65% de los
estudiantes hasta el quinto decil tienen gratuidad en las universidades
acreditadas versus el 37% en los institutos profesionales (IP) y centros de
formación técnica (CFT) acreditados. De los 87 IP y CFT que existen
actualmente, solo 12 califican para la gratuidad (Noda, 2017).
Lo
anterior, fundamentalmente, ya que dentro del marco de exigencias que existen
para la gratuidad es contar con, al menos una acreditación de 4 años o más, lo
que ha dejado excluido a la gran mayoría de los IP y CFT. No obstante, no es la
única problemática al respecto que presenta el sistema educativo superior, pues
si bien cada vez más nos encontramos con una preocupación en considerar igualdad
de oportunidades de acceso para personas con discapacidad o diversas
condiciones que dificulten sus aprendizajes, muchos profesores universitarios
que no cuentan con formación docente aún mantienen un modelo de clases
expositivas o que homogenizan la enseñanza, no centrando así los aprendizajes
en el marco de la diversidad de las aulas de los estudiantes del siglo XXI.
Sin
ir más lejos, urge de igual modo una actualización curricular de especialistas
en dichas materias, ya sean profesionales de Psicopedagogía, Psicología, Educación
especial o Pedagogías en general, que contribuyan a dotar de reflexión crítica
y de herramientas al sistema educativo en su transversalidad, trabajando
mancomunadamente de manera interdisciplinaria, es decir, desde la educación
prescolar, escolar y universitaria con apoyo continúo a los docentes
universitarios especialistas en su área, pero, sobre todo, en apoyo de nuestros
estudiantes que más allá de la existencia o no de dificultades del aprendizaje,
requieren metodologías de enseñanza-aprendizaje actualizadas que aboguen por la
diversidad:
Linton (1998) en su libro Afirmando la discapacidad.
Conocimiento e identidad [Claiming disability. Knowledge and identity] propone
un análisis de la discapacidad desde la docencia universitaria de la
disciplina, como psicóloga clínica de formación, y como persona con
discapacidad. Su posición es una mezcla del modelo social junto a un
planteamiento racional algo abierto a lo interdisciplinar con la pretensión de
impulsar un currículo apropiado universitario de estudios sobre discapacidad
(Verdugo, 2003, p. 6).
Finalmente,
para concluir cabe señalar la importancia de abordar estas materias de manera
transdisciplinaria, considerando su complejidad y variadas aristas. Es por ello
que se requiere ahondar en la formación de los profesionales antes descritos,
que se inserten en distintos campos de estudio y que desde el ámbito laboral
contribuyan a la comprensión, visibilización y concientización de estas
realidades, sino el futuro en la educación no será del todo auspicioso, tal
como señala Verdugo, tomando las palabras de Linton: “las universidades no
serán capaces de satisfacer esa necesidad urgente de comprender la discapacidad
en sus causas, efectos, representaciones y ramificaciones si la ‘discapacidad’
permanece confinada a los ‘campos aplicados’ tales como el trabajo social o la
rehabilitación” (Verdugo, 2003, p. 6).
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