Escribir poesía en estos tiempos es desafiar el pudor, la elocuencia y a la vida por unos mendrugos de misericordia que carecen de vida, es blasfemar al olvido. Es un duelo consagrado de mentiras, es buscar la palabra imprecisa que me sabe a verdad, es la rapidez de los dedos que escriben con torpeza lo que la ligereza del pensamiento dicta. Es anclar la prosa al verso, es destruir la fantasía por una sílaba impronunciable, por la palabra destrozada, por los abismos de la memoria, por el tránsito del temperamento que se agita y que clama cambiar de dueño a un viandante que se enamore de sus suspiros, de su locura y lacerante burla de los amigos conocidos, que con una hojarasca se esfumaron de un chasquido, lo que un tiempo fue, hoy es solo tiempo perdido, el cambio de aires y el viento que sopla en contradictorias decisiones para quien busca escaparse de lo cotidiano y refugiarse en la vida que se le escapa a pedazos. Me relaja mirar el reflejo de la noche por la ventana, mientras e
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.