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Ensayo crítico sobre dilemas existenciales. I parte: De rerum natura (Tito Lucrecio Caro.)


Primero que todo, el presente documento pretende sólo ser un esbozo con dejes de ensayo sobre diversos temas que se encuentran imbricados, los que siguiendo un planteamiento lógico y coherente procuran dar una visión personal y lo más objetiva posible en base a formulaciones sobre el alma, la vida, la existencia u, opuestamente, la no existencia de Dios, cuyos planteamientos son recurrentes y en más de una ocasión seguramente en sus vidas los han tenido. Pues bien, la idea central es poseer una aproximación bibliográfica sobre ciertos autores y a partir de ello, ir cuestionando los argumentos o confirmándolos, según sea el caso.

El primer autor a considerar es Lucrecio, cuya obra lleva por denominación De rerum natura, es decir, en tanto frase preposicional latina, significa; “sobre la naturaleza de las cosas”, lo que nos lleva consiguientemente a pensar debido al término “natural”, si se quiere, en un carácter biológico-evolutivo en torno a los seres que habitan y pueblan la tierra, donde indistintamente encontramos microorganismos, flora, fauna y si atendemos a los discursos que se han establecido respecto a la superioridad humana, la que dista en demasía de no ser debatible, pues éste cada vez comete más atrocidades y se ha posicionado en este mundo a costa de la destrucción masiva de todo cuanto encuentra a su paso, es así que su existencia radica al coexistir con otros seres y/o organismos, en una aniquilación depredadora, que como venía mencionando se transmuta en una involución, cuyos ejemplos a lo largo de la historia de la humanidad son incuantificables, basta recordar el período inquisitorial, innumeras guerras, no sólo de religión, sino que se han gestado por diversas causas, las que han devenido, por ejemplo, en las guerras mundiales, guerra fría e incluso otras que se mantienen hasta nuestros días. Por otra parte, aún nos vemos enfrentados a la deforestación, contaminación en su más amplio sentido (acústica, ambiental, acuosa, etc.) y así sucesivamente hemos culminado con la vida de muchos seres humanos y a su vez con otras especies, los que a ciencia cierta, son lamentables. En definitiva, aquéllos que aún siguen pensando que el ser humano es superior a los animales, creo que desconocen el mundo en el cual viven, pues quizás hemos superado la fase instintiva, para aproximarnos a otra “más elevada”, vinculada al raciocinio, sin embargo, a veces el discernimiento queda rezagado por nuestra naturaleza lisa y llanamente, animal.

Retornando, después de aquella digresión, al texto De rerum natura de Lucrecio, iré paso a paso, para que se logre comprender de mejor modo la dialéctica que pretendo emplear y cómo en oposición argumental, se pueden desentrañar posibles conclusiones con tendencia a la objetividad; pues comencemos. En primera instancia Lucrecio cataloga de dos formas a aquellas causas o entes que posteriormente motivarán la creación de los seres que habitan en el mundo natural -recuérdense los postulados platónico/aristotélicos, en relación al mundo ideal y elemental- y aquella terminología es la siguiente: “simientes de seres” y “cuerpos primarios”, ya que a partir de ellos derivan todos los demás. A su vez versa sobre cuestionamientos críticos hacia la religión de su tiempo, la que en Grecia antigua como sabemos, era de índole politeísta y antropomórfica, poseyendo un extenso panteón de dioses –piénsese en Afrodita, Zeus, Atenea, Hades, Poseidón, Hera, Hermes; cuya denominación terminológica se corresponde con los caracteres griegos, pues los romanos tomarán los mismos dioses, aunque adaptándolos a su propio alfabeto- a quienes se les atribuían las más variables capacidades sobrenaturales, que tenían una relación directa con el mundo natural donde habitaban los humanos y los demás seres.

Dentro de los argumentos con los cuales arenga a su hijo a dudar de los preceptos de la religión, se encuentran casos legendarios, que postreramente procederé a comentar, pues entre ellos menciona el de Ifianasa, ante lo que extraeré la siguiente cita: “Fue así como en Áulide mancillaron torpemente con la sangre de Ifianasa al altar de la Virgen de las Encrucijadas los caudillos escogidos de los dánaos, la flor de los héroes […] arrastrada por manos de héroes y temblorosa la llevaron hasta los altares, no para que, tras acabar las consabidas solemnidades de la ceremonia, saliera acompañada por el sonoro ¡himeneo!, sino para que, en edad de bodas justamente, como víctima pura sin pureza cayera, entristecida porque su progenitor la sacrificaba para que a la flota se le concediera una salida próspera y venturosa. ¡Maldades tan grandes fue capaz de promover la religión!”.[1]

Como bien señalaba Lucrecio, el caso de Ifianasa en su acepción latina o Ifigenia en la traducción griega, es clarificador para comprender las aberraciones que se cometen en aras de estos credos, ya que efectivamente debido a que al caudillo y rey Agamenón le auguraron un mal porvenir si es que no navegaba con su flota rumbo a Troya, para la batalla épica que se desarrollará en esta ciudad –Véase “Iliada”, pese a que ésta sólo relata los últimos 50 días, que terminan siendo los decidores respecto al desenlace de la guerra- es que queda en dos encrucijadas, la primera de ellas es que navegue posteriormente, lo que se tornará en la muerte de un cúmulo de sus guerreros, debido a la carencia de víveres y consecutivamente, la otra opción era sacrificar a su propia hija, de sangre casta y virginal, para apaciguar la ira de los dioses –Rememórese los influjos de Poseidón y Febo en estos casos.- Finalmente la decisión dio lugar a continúas penalidades de por vida a esta familia, lo que dará origen a un cultivo ingente de mitos y tragedias, que entre otros trágicos, tratará Esquilo, donde se puede profundizar al respecto, cuya simbólica trilogía, se manifiesta en la Orestíada, teniendo como tópico troncal la venganza de Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra.

Sin embargo, cabe pensar: ¿Realmente nos podemos fiar de unos mitos o leyendas para criticar una religión? A mi parecer no basta y se debe ahondar aún más allá, tal vez en el origen de éstos y su relación con la vida misma. De este modo es menester referir que una leyenda propiamente tal posee basamentos en la realidad, pero que con el correr del tiempo se van difuminando, puesto que al transmitirse de manera oral siempre habrá mayores añadiduras o extracciones que vienen a tergiversar en esencia el sentido del relato o, si bien se mantiene, continuamente se lo hiperboliza y así lo que comenzó siendo una pequeña tormenta, ocasionó una absoluta catástrofe para una de las familias más connotadas de la antigüedad. Por otra parte, hay que recordar de igual modo, que para estos pueblos muchas historias que en sus inicios eran leyendas y, que en particulares casos fueron transcritas, tal es la Iliada y Odisea, que se las asocian al rapsoda Homero –Cuestión homérica- se creían que eran sucesos totalmente verídicos, los que en algunas circunstancias eran muy lejanos a la realidad de hecho. –Consultar Parry (teoría de la composición oral y formular de la poesía épica antigua) y Zumthor (Oralidad y escritura, además de La letra y la voz).




[1] “De rerum natura” vv. 80-101. Tito Lucrecio Caro.

Comentarios

  1. Lee "La Iliada" flojo chuchetumare

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  2. anda a leerla tú, que no tienes nada más que hacer con tu vida que tirarle mierda a la gente.

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