Estoy
en una estación de metro de Santiago, no pretendo escribir una historia difícil,
sino que al contrario, sólo basarme en hechos, veo a la gente, pero no pretendo
criticarlas, más bien quisiera ayudarlas. Cada persona tiene su propia vida y
su propio mundo, pero lo que más me causa tristeza son las desigualdades, la
carencia de educación, que las personas se pasen a llevar unas a otras, la
intolerancia, la falta de respeto. En fin, son muchas las contrariedades que
tengo, inclusive pienso para qué sirve estudiar tanto, si la gente no posee
casi nada de cultura. Yo, por ejemplo, hago clases por amor al arte y a veces
quienes me rodean, ni si quiera me valoran. Por otro lado, pienso en varias
personas de mi edad, que lo único que quieren es carretear y lo más
sorprendente es que aun siendo personas de filosofía y letras, no hacen nada
para cambiarse a ellos mismos y aportar en su entorno. Me da mucha pena todo
cuanto veo, sé que no se puede hacer nada por el mundo y que no lo cambiaremos,
pero hay que intentarlo. Dar un poco más de uno, dar el 100%, no para ser el
mejor, sino que para hacer de los demás y quienes constituyen esta sociedad, un
lugar mejor. Yo estaría dispuesto a hablar con cualquier persona, ayudarlos,
pero hay muchos que no me conocen y no saben lo que estaría dispuesto a hacer
por ellos.
A lo largo de la historia nos encontramos con diversas sociedades, cada una de ellas con rasgos distintivos, de este modo distinguimos unas más tolerantes y otras más represivas. No obstante, si realizamos un mayor escrutinio, lograremos atisbar que en su conjunto poseen patrones en común, los cuales se han ido reiterando una y otra vez en una relación de causalidad cíclica, que no es más que los antecedentes y causas que culminan en acontecimientos radicales y revolucionarios para la época, los que innumerables veces marcan un hito indeleble en la historia.
Lo anteriormente señalado ha sido un tema recurrente en la Literatura universal, cuyos autores debido al contexto histórico en el cual les ha tocado vivir, se han visto motivados por tales situaciones y han decidido plasmar en la retórica sus ideales liberales y visión en torno a aquella realidad que se les tornaba adversa. Un ejemplo de ello es el microrrelato “La Hormiga”, cuyo autor es Marco Denevi, del cual han surgido
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