Se acerca el fin de un nuevo año
o quizás, ya viejo, con más experiencias de vida en el cuerpo, más libros
leídos y más energías consumidas y proyecciones, acciones hechas y ejecutadas,
a veces intento comprender el mundo, pero éste siempre termina por desilusionarme
más de la cuenta, sigo con la idea fija en mi mente, que éste en sí no está
hecho para seres sensibles, que la naturaleza humana, tiende a la satisfacción
de las necesidades personales, en un afán egotista, donde los esfuerzos
personales y aquello en que empeñamos nuestras energías, de un instante a otro,
pueden ser aniquilados. Mi vida hasta este día, ha tendido a dejar una huella
escrituraria, dar testimonio a través de las palabras, he aprendido, pero tal
vez, no comprendido, que quiénes se cruzan en nuestro camino, sólo buscan su
propia subsistencia, nadie nos enseña a vivir, este arte se aprende en el
camino, con fallos y victorias. He perdido la cuenta de los discursos
efectuados, de los escritos pronunciados e impronunciados, el mundo se arma y
desarma a diario, días tras día y noche tras noche.
El lugar en el cual habitamos,
ya sea nuestro ambiente más cercano o el habitat mismo, que constituye el
mundo, lo hacemos nostros, creando nuestro propio ambiente y espacio, según
nuestra manera de ver y comprender el mundo, siendo la materialidad de los
objetos no más que una extensión de
nosotros mismos, de nuestros propio deseos, que las más de las veces son
frustrados e irrealizados, en fin, cada cual vive para sí mismo, es raro
observar que hayan almas fraternas, dispuestas a ceder parte de su tiempo y
esfuerzo a otro, para que éste sea feliz, inclusive la felicidad se compra. En
lo personal, procuro todos los días despertar con una sonrisa y un gesto amable,
una canción que conserve en el recuerdo de mi mente o alguna lectura sugerida o
realizada a lo largo de mi vida. Hace un tiempo me propuse escribir casi a
diario, como si aquella escritura fuese mi propio aliento vital y como si
dejase la vida en ello, que al fin y al cabo, así, mi escritura, mi fluir de
estados mentales y de consciencia están depositados en cada hoja que escrito y
en cada escrito en que he depositado mis pensamientos y emociones. No me
interesan los grandes beneficios materiales, prefiero quedarme con la riqueza
espiritual y cultural, por el respeto por el otro, aquél que se ha cruzado en
mi camino, que al igual que uno, está aprendiendo de la vida y haciendo su
propio camino. Llevo cuatro años lejos del nido, de mi hogar, no obstante, he
ido aprendiendo del mundo y cada día aprendo una nueva lección, a veces con
desconfianza y otras con valor para continuar, ponerme en pie y seguir
adelante, siempre lúcido, pues la vida está llena de sorpresar y es mejor
encontrarse en la plenitud de nuestras facultades, que en los estertores de
ellas, para disfrutarla como si fuese el último día de nuestra existencia.
En cada lugar que me encuentro,
persona que conozco y ciudad que visito, procuro imbuirme de esas ideas y
energías que los caracterizan, ya que cada cual es único e irremplazable, con
sus propias inquietudes e interioridades, con sus propios miedos, traumas y
alegrías. Sé que cada cual posee su propio historial de vida, que no hay una
vida en absoluto que sea igual a otra, que somos el resultado de lo que hemos
pensado, dicho y hecho, de las motivaciones que hemos tenido y de los seres que
hemos conocido y que cada tipo humano es un eslabón a descifrar, algunos más
tímidos, otros más ofuscados y rabiosos, intelectuales, en fin, diversos, pero
que la apariencia que muestran/mos no es más que el reflejo de nuestro propio
entorno, de lo que nos han dicho que seamos o lo que no debemos ser, del
discurso impuesto por otro, del silenciamiento de nuestras propias palabras y
el acabamiento de nuestras virtudes. Sin embargo, pese a todo, aún deseo seguir
conociendo el mundo y que hasta el último día de mi existencia, mis sueños e
ideales me hayan acompañado en cada respiro y en cada palabra pronunciada, que
mis energías vitales no hayan sido en vano y que con mayor razón, el amor
recibido, pueda ser compartido, porque no hay amor más puro que el de aquél ser
que ama la vida y se inclina ante su majestuosa experiencia vivida.
En veintidos años es difícil
creer que ya se conoce la vida, pero al menos se puede señalar que nuestras
propias circunstsncias han conformado nuestro carácter y voluntad, que nos
apasionamos por uno u otro detalle que se nos presente, que nos haga creer en
nuestra propia individualidad, del amor, sólo sé que es mejor dejarse llevar y
no planificar, vivir la intensidad del momento, puesto que nunca se vivirá de
la misma manera, aunque estemos con la misma persona y aunque el tiempo pase y
el silencio de una mirada nos refleje en el otro, causa unívoca de nuestro
amor. De la vida, habrá que seguir recorriéndola, experimentándola y
aprendiendo de otros y de nosotros mismos y de los sueños, más vale hacerlos
diurnos y dejar que nuestra vida siga su curso, un pensamiento, una palabra, de
la palabra, una acción y de la acción un sentimiento, hechos y verdades,
arbitrios y circunstancialidades, lo que deseo para hoy, será la respuesta del
mañana, en la vida, no hay marcha atrás, nuestro próximo paso, siempre es un
paso hacia adelante y quiés por un instante han compartido nuestra vida, quizás
se reencuentren con nosotros en las misteriosas huellas de las pisadas ya
dadas, vivir y no subsistir, congelar los segundos de la vida, ése es mi lema
de fin de año.
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